bilbao. Hace justo diez años, un director de cine inventó un personaje, una mujer que se propuso hacer feliz a los demás. Se llamaba Amelie. La portería del colegio Pureza de María Bilbao también ha contado hasta el pasado domingo con su propia Amelia, una mujer icono de este colegio y que ha conocido tres generaciones. No era religiosa, pero hace cuatro décadas fue acogida por estas monjas y hasta el día de su despedida, con 85 años, ha sido "una más de nosotras. Acabó obteniendo permiso para entrar en clausura, habitaciones...", explica la administradora del centro, Rosa Arana.
Pero si por algo era conocida la extrovertida Amelia era porque de ella siempre colgaba, daba la mano, besaba... a algún niño. "Siempre estaba recibiendo niños, les cuidaba hasta que llegan sus padres... Era una institución. Todo le conocían", le reconocen en La Pureza que hoy matricula a 1.180 alumnos. "¡Mira un detalle! -observa Arana-. Aun habiendo una religiosa en la portería, aun debiéndose llamar la portería de la calle Sabino Arana... ¡No! Era la portería de Amelia". Por ello, estudian dedicarle una placa en este recinto.
Y hablando de recordarle, así lo hace Carmen Soga Orbegozo:
"Gracias, amelia" "Hace 40 años que contacté por primera vez con Amelia, al iniciarse la etapa educativa de mis hijos. Después de tiempo, hace unos años, nuevamente la encontré cuando mis nietos comenzaron su andadura educativa.
Entonces, hace 40 años, no sabía quién era aquella persona menuda, inquieta, con un tono de voz inconfundible, que llamaba a los niños por el micrófono, siempre rodeada de niños, unos a aúpas, otros de su mano, que estaba en todas partes, en la entrada principal o en la otra, en las tardes de cine de aquellos domingos, en Natxitua, etc. Seguramente cuando he ido a recoger o llevar a mis hijos o nietos al colegio, no me he parado nunca a pensar quién era Amelia. ¡Qué pena! Porque en vida es el momento de decir a las personas lo importantes y valiosas que son para nuestro vivir cotidiano y mostrarles nuestra gratitud por su ayuda. Cuando mi hija me comentó su fallecimiento empecé a pensar, haciendo un recorrido a lo largo de tantos años de relación mientras duraba la etapa educativa de mis hijos, los chicos unos años, la chica más, e igualmente mis nietos, repitiéndose la misma historia.
Amelia era, generalizando, aquella persona que, sin parecer ser importante, estaba ahí, entreteniendo y cuidando a tus hijos cuando llegabas tarde; la que conocía a los niños y los llamaba por su nombre, los cogía en brazos si lloraban; la que gustaba conversar con padres, abuelos o cuidadores. A Amelia le gustaba saber y conocer de la llegada de otro hermanito nuevo a la familia, era la que vigilaba las escaleras en las entradas para que nadie accediera a molestar; la que se entristecía por los niños cuando algún suceso acontecía en las familias; la que nos abría la puerta bien tarde cuando la Junta de Padre se demoraba mas de lo debido. Amelia era como una madre, una hermana grande para nuestros niños. Amelia ha sido un ejemplo de sencillez, de dar amor sin esperar nada, una persona importante para los pequeños, para los padres y para el Colegio, que no podremos olvidar. Amelia, gracias por tu ejemplo, entrega y generosidad".