Como dice el refrán no es oro todo lo que reluce, ni tampoco merluza del Cantábrico lo que con esta etiqueta se vende en pescaderías y grandes superficies de Madrid. Una investigación realizada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ en sus siglas en inglés), una red que aglutina a periodistas de medio centenar de países, revela que a los consumidores españoles les dan muchas veces gato por liebre. Concretamente, el 8,6% del pescado que se intenta comercializar en la capital madrileña como la esbelta y valorada merluza europea, una de las especies de más valor en nuestra mesa y que más ingresos genera, no pertenece a la especie Merluccius Merluccius sino a subespecies de esta familia más baratas e incluso a otras que no tienen absolutamente nada que ver como el panga vietnamita o el granadero del Pacífico. La investigación se basa en un estudio de ADN realizado a 150 ejemplares, 100 de merluza congelada y 50 fresca, comprados en supermercados de grandes superficies e hipermercados así como en pequeñas pescaderías de la comunidad de Madrid, ciudad elegida por motivos logísticos y porque cuenta con el segundo mercado más importante del mundo de pescado. Las muestras, adquiridas en junio pasado, fueron enviadas a un equipo de científicos de la Universidad de Oviedo que confirmaron que prácticamente una de cada diez muestras analizadas, el 8,66%, no era lo que decía ser en su etiqueta. "Algunos de los casos revelados son realmente descarados e intentos sorprendentes de engañar a los consumidores", advierte uno de los expertos en ADN de la Comisión Europea, Jann Martinsohn. "Y lo peor de todo es que no son aislados", advierte quien analizara la metodología utilizada y los resultados obtenidos.

De hecho, el mismo equipo de investigadores que examinó las muestras remitidas por el ICIJ publicó en diciembre del año pasado, junto a colegas griegos, otro estudio multianual en el que reflejaban la existencia de un problema todavía más agudo. Según su conclusión entonces, el 40% de la merluza comercializada en Grecia y España no es lo que promete la etiqueta. Es decir, que puede que hayamos comprado merluza europea cuando procede de sudamérica o Sudáfrica. "Lo que demuestran este tipo de estudios es que hay un resquicio que permite a quienes quieren cometer un fraude escapar", explica a DEIA Mar Cabra, una de las autoras de la investigación junto con Marcos García Rey y Kate Willson.

supermercados y pescaderías Las irregularidades fueron detectadas en grandes almacenes pero también en pescaderías más pequeñas del centro de Madrid. Para evaluar el pescado de uno de los centros comerciales, por ejemplo, los autores adquirieron una bolsa congelada de lo que pensaron era merluza argentina cuando lo que demostró el análisis de ADN es que era merluza de cola, una especie de menor valor comercial. Tras conocer el caso, la cadena realizó sus propios análisis sobre siete lotes para confirmar el hallazgo y obtuvieron el mismo resultado por lo que retiraron de sus neveras el lote de 1,4 toneladas mal etiquetado. "Nos dijeron que van a tomar medidas drásticas y que a partir de ahora incluirán este tipo de análisis genéticos dentro de sus protocolos de calidad", explica Mar Cabra. En el caso del supermercado Alcampo, uno de los lotes de su proveedor Freiremar estaba etiquetado como merluza europea congelada cuando en realidad era granadero. Aunque la mayoría de los errores detectados corresponden a pescado congelado, más fácil de confundir, el fresco tampoco se libra del fraude y como ejemplo filetes de merluza adquiridos en la pescadería madrileña El Bierzo cuando en realidad eran panga vietnamita. Un error puntual, según el responsable del negocio, que podría haberse dado porque "la merluza y el panga están al lado, solo separados por un plástico azul y podría haber saltado", explica la autora del estudio. En la mayoría de los casos, las respuestas aluden a errores y fallos humanos.

La legislación europea obliga actualmente a garantizar la trazabilidad del producto, incluyendo en el etiquetado desde la zona en la que se pesca hasta que llega a la tienda, pero no a incluir el nombre científico de la especie. Para Mar Cabra el problema es que "no hay ninguna ley que obligue a realizar análisis científicos para comprobar que lo que dice la etiqueta es efectivamente lo que hay", señala. Y como muestra apunta a los escasos análisis que realiza una comunidad del tamaño de Madrid, con siete millones de habitantes. "Las competencias de inspección están transferidas a las comunidades autónomas y ayuntamientos. Pues bien, en Madrid se hicieron 59 análisis de identificación del pescado en 2010". Para el responsable de Madrid Salud, José Manuel Torrecilla, "esta actividad no es prioritaria desde el punto de vista de la salud pública" y "lo primero que tenemos que hacer con nuestros medios es garantizar que el pescado que se vende es seguro".

Para Stefano Mariani, experto consultado por el ICIJ, es muy difícil determinar lo que falla pero reconoce que el problema existe también en otros países europeos como Irlanda o Reino Unido donde no todo lo que se etiqueta como bacalao pertenece a esta especie. También Oceana lanza la misma alerta y asegura que se trata de un fenómeno global y que entre el 20 y 70% del pescado que se vende está mal etiquetado.