Bilbao
Hace unas semanas, coincidiendo con el Día Mundial contra el Cáncer, los oncólogos del Estado español pedían que se luche contra el "estigma social" asociado a una enfermedad cuyo nombre, además, es sinónimo de lacra social. "Es un tabú a nivel social, como lo fue la tuberculosis en el siglo diecinueve", denunciaron. Admitir ante los demás que se padece un cáncer es "un tema de responsabilidad social", que "hace un favor a todos", aseguraba en aquel momento la presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac).
Y si la noticia se da a conocer ante decenas de micrófonos, mejor que mejor. El anuncio el pasado lunes de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de que se iba a someter a una operación para extirpar el cáncer de mama que le habían diagnosticado, es una nueva prueba de que, aun con dificultades, cada vez son más los personajes públicos y, más en concreto, los representantes políticos, que dan a conocer a los ciudadanos su dolencia.
Ningún cáncer es igual, unos tienen más probabilidad de supervivencia que otros pero, teniendo en cuenta que uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres desarrollarán a lo largo de su vida un tumor y que 1,5 millones de habitantes del Estado español viven con cáncer, cualquier ayuda a la normalización de esta enfermedad es bienvenida.
Uno de los pioneros en dar a conocer su enfermedad fue Iñaki Azkuna, allá en 2003, cuando anunció que le habían detectado un cáncer de próstata. Posteriormente, otros políticos como María San Gil, Josep Antoni Duran i Lleida o Ana Palacio avisaban de que debían apartarse de sus responsabilidades públicas por un tiempo para luchar contra el cáncer. Por fortuna, todos ellos salieron adelante y algunos, como el alcalde de Bilbao y el portavoz de CiU continúan con sus extenuantes jornadas de políticos en activo, mientras que otros, como la ex comisaria europea de Energía se dedica a la no menos exigente empresa privada desde su puesto de alta dirección en la empresa estatal francesa de energía nuclear.
El caso de Esperanza Aguirre ha tenido un seguimiento especial en los medios. Ha sido una semana durante la cual se ha conocido la dolencia de la presidenta de Madrid y ha sido operada en un hospital público, que le dio el alta en poco más de 48 horas. Quizá lo más chabacano de esta historia radique en la publicación en el diario El Mundo de un imagen de pésima calidad robada en los pasillos del hospital y que muestra a la dirigente del PP aun bajo los efectos de la anestesia y siendo trasladada en camilla tras salir de quirófano.
Con independencia de episodios más o menos morbosos, lo cierto es que todavía la mayor parte de los políticos que luchan contra la enfermedad prefieren mantenerlo en privado, aunque la clase política reconoce que cada vez que un personaje público desvela esta circunstancia "se rompen tabúes", como afirma Duran i Lleida.