Bilbao. La actividad inhumana del homo sapiens ha sido más que determinante para el progreso de la especie, pero también para la salvaje contaminación de la atmósfera que, estos días, ha encendido las alarmas en las dos grandes metrópolis de la península: Madrid y Barcelona. La polución que ensombrece los cielos de estas urbes (ayudada por la ausencia de lluvias) no ha alcanzado, por el momento, a la geografía vasca. Así lo mostraban ayer los datos recogidos a pie de calle por el centenar de estaciones que miden la calidad del aire que flota en pueblos y ciudades.
De hecho, el pedigrí que lucen con orgullo la mayoría de los informes diarios que son elaborados por Euskalmet, la Agencia Vasca de Meteorología, es el de Buena y el de Admisible. No obstante, el pasado y presente fabril de comarcas como la del Bajo Nervión (que incluye a la capital vizcaina, así como localidades de Ezkerraldea y Eskuinaldea), algunas zonas de la cuenca del Ibaizabal (Durango) y la guipuzcoana del Alto Urola presentan el calificativo de Mala. Una dañina reputación ganada durante años de intensa productividad que, a pesar de todo, ha experimentado un paulatino descenso desde las últimas décadas del siglo pasado.
De hecho, tal y como evidencian los últimos estudios oficiales, "las emisiones totales de gases de efecto invernadero atribuibles a las actividades socioeconómicas del País Vasco en el año 2007 ascendieron a 25,3 millones de toneladas de CO2 [dióxido de carbono], lo que representa un descenso del 1% respecto a las emisiones de 2006". Eso sí, el transporte por carretera o por vías férreas representa casi una cuarta parte del total de las emisiones nocivas para la salud. Los sectores de actividad del País Vasco con una mayor contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero son el sector energético, el sector transportes y la industria, corroboraban desde la Plataforma Stop CO2.
"Si se realiza una comparación de la evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero en el País Vasco, el Estado español y la Unión Europea, se puede observar que la evolución en los últimos años muestra una tendencia ligeramente descendente en torno a los 25 millones de toneladas de CO2 en las emisiones de la CAV", insistían desde la Oficina Vasca de Cambio Climático, organismo creado durante la anterior legislatura, hace ya cinco años exactamente. A pesar de la reducción de partículas contaminantes (PM10) expulsadas diariamente a la atmósfera, solo dos espacios presumen de tener la mejor calidad del aire de la geografía vasca: Enkarterri y Rioja Alavesa.
La amenaza del transporte La cultivos extensivos de vehículos en las zonas con mayor densidad de población y los continuados años de abundancia del cemento y de la industria colocaron frente al abismo del colapso a ciudades como Bilbao, por ejemplo, que hace poco más de treinta años fue declarada zona contaminada. En aquella época no se hablaba del calentamiento global y del cambio climático ni, mucho menos, se conocía entre la población (incluida la clase política) que, por ejemplo, un vehículo emite de media cerca de veinte kilogramos de CO2 a la atmósfera por cada cien kilómetros recorridos.
Una muestra verdadera y actual (las mediciones fueron tomadas ayer mismo) de la amenaza que los coches y camiones suponen para la calidad del aire son los índices registrados en la cabina de Durango situada en San Roque; en la de Larraskitu, donde existe un importante tráfico de vehículos pesados; y en la ubicada en el parque Europa (Txurdinaga), uno de los pulmones verdes de la villa que está completamente rodeado por carreteras. En estos tres lugares la calidad del aire concentrado es Muy mala, tal y como revelan desde la Agencia Vasca de Meteorología, Euskalmet.
"Las concentraciones de monóxido de carbono registradas se encuentran alejadas del valor límite establecido en la normativa y resulta muy probable que se sigan manteniendo estos niveles", resumían en el informe Datos de la red de control y vigilancia de la calidad del aire de la CAPV, publicado hace un par de años. Y es que, la feroz transformación industrial y la admirable tela de araña tejida por el transporte público sufrida en ésta y en otros grandes municipios vascos han permitido alejar el límite de riesgo por lo que, a día de hoy, el aire sucio que cubre las evolucionadas Madrid y Barcelona, no tiene posibilidad de encapotar el cielo de Euskadi.
No obstante, desde las instituciones perseveran en la necesidad de apostar por la sostenibilidad y por la combinación de modos de transporte en los desplazamientos para achicar, aún más, la emisión de gases contaminantes ya que la contaminación en ciudades puede ascender a las capas más altas de la atmósfera si predominan las condiciones atmosféricas como el frío, la ausencia de viento y lluvia.