LA semana pasada escribí mi columna desde Bragado, un pueblo situado en el corazón de la Pampa Húmeda argentina. Allí se establecieron mis bisabuelos a principios del siglo pasado. Y allí fundaron el "Centro Vasco" Danak Amaiak, hace ya más de cincuenta años. Bragado es un pueblo agroganadero, y como tal se ha visto beneficiado por una importante afluencia de inmigrantes de todo el territorio vasco. Tan sólo en mi familia contamos oriundos de Dima (Bizkaia), Asteasu (Gipuzkoa), y Bera de Bidasoa, (Navarra). El denso foliaje del árbol genealógico seguramente oculta, también, algún originario de Araba.

Los nombres de las calles y de los negocios de Bragado chorrean apellidos vascos. Y las historias de visitas familiares recibidas, y de viajes hechos a la tierra de los antepasados, emergen prontas, solícitas, de abajo de las baldosas a medida que las vas pisando. Casi todas ellas involucran una conversación con el dueño de algún bar, una guía de teléfonos en la cual se busca un apellido, una o varias llamadas no atendidas (¡qué difícil rastrear familiares en los tiempos previos al contestador automático y al celular!), una accidentada peregrinación hasta el apartamento o caserío. Una ferviente apología de la cabezonería impresa en "los genes" vascos...

Y un encuentro largamente añorado, y emotivo. Puertas abiertas de par en par por "tan sólo" invocar un nombre, o portar un apellido. Cajitas con fotos en blanco y negro. Recuerdos oxidados que van aflojándose a fuerza de ejercicio. Piezas faltantes que completan el rompecabezas de la historia familiar. Cenas preparadas con poco y nada. Cuanto menos, mejor... más "de la casa" nos sentimos.

Yo misma he contado estas historias y, claro, también las he oído.

Pero esta vez las baldosas bragadenses me regalaron una historia nueva, de una curiosa e inusitada visita recibida. La historia de Guillermo Larregui, un peón de campo devenido caminante aventurero a causa de una apuesta, también conocido como el "vasco de la carretilla". De acuerdo a mi tía abuela, Larregui visitó Bragado a fines de la década del ´30, o principios del ´40. Era por aquel entonces un personaje ya afamado, y aparentemente los vascos de Bragado le hicieron un gran recibimiento y varios agasajos a beneficio.

Haciendo un poquito de investigación esta semana (no es que desconfíe de la memoria de mi tía abuela, pero...) me entero que la historia no es sólo verídica, ¡sino que ha sido plasmada en un libro! "El Vasco de la Carretilla", del historiador Txema Urrutia, narra los avatares de los raids de Larregui por toda la Argentina, y documenta la visita bragadense con material de hemeroteca y varias fotografías. Larregui, originario de Pamplona, lleva en ellas txapela y alpargatas, y viene siempre acompañado de su carretilla. Urrutia concluye el capítulo con el homenaje que el periódico bragadense El Luchador hace a Larregi: "A su constancia en el esfuerzo de demostrar que en la raza vascuence flota un espíritu de recio temple que lo que se propone lograr, lo obtiene".

Como afirma la socióloga norteamericana Margaret Somers, sólo a través de las historias que contamos llegamos a conocer, comprender, y dar sentido a nuestra identidad social, a quiénes somos, fuimos, y desearíamos ser... Estas narrativas incluyen, evidentemente, historias de visitas.