Un cementerio sin lápidas ni cruces

Bilbao. Si esta fuera una revista de decoración, se destacaría del nuevo cementerio de Arrigorriaga que es minimalista, rayando la abstracción. Sepulturas tan discretas que apenas se perciben, ni rastro de cruces, lápidas o mausoleos, cristaleras que protegen los nichos donde las familias custodiarán durante años los restos y cenizas de sus allegados, bancos que invitan a la charla relajada, un paisaje que se funde con el parque de Mendikosolo... El nuevo camposanto de Landaederraga -aunque de santo tendrá poco porque es aconfesional- está listo para cumplir su misión pero va a dar mucho que hablar más allá de su utilidad pública.

El ayuntamiento de la localidad vizcaina considera que la secularización de la sociedad y, sobre todo, la idea de que "todos debemos ser iguales ante la muerte" obligaba a un espacio singular, explica Patxi Gutiérrez, arquitecto municipal y artífice de este diseño, que dice no se ha inspirado en ningún cementerio que haya visto antes.

"Lo que nos ha condicionado es el espacio", explica el arquitecto. Y es que Landaederraga aprovecha el robledal existente para configurar un espacio original con caminos serpenteantes por los que pasear y en torno a los cuales se enterrarán los féretros protegidos por planchas de madera. Encima se colocará una sencilla placa con el nombre del difunto, sin más simbología. Pasados cinco años del enterramiento, los restos y las urnas con las cenizas se trasladarán a los nichos, que están protegidos por unas cristaleras. Las familias tendrán estas celdillas en concesión por un máximo de 75 años. Una escultura de Vicente Larrea pone el broche de oro al idílico paisaje.

"Creo que nuestro concepto ha gustado y veo a la gente muy animada, pero habrá que ver qué es lo que piensan los vecinos de Arrigorriaga una vez que entre en servicio", concluye Gutiérrez.