UN milagro? De los 103 pasajeros del avión Airbus A330 de la aerolínea libia Al Afriqayia accidentado en Trípoli, sólo uno se salvó: el niño holandés Ruben. Pero lo que a veces parece un fenómeno inexplicable, para la ciencia y la estadística puede tener algunas razones de ser. Así, el hecho de que Ruben van Assouw, de 9 años y nacido en Tilburg, al sur de los Países Bajos, sea el único que pueda contar lo ocurrido, puede que no sea producto del mero azar.

Según datos de la agencia de control del tráfico aéreo Eurocontrol, cuando hay supervivientes en un desastre aéreo, suele tratarse de menores. ¿Por qué? Para encontrar una explicación con un mínimo de base científica es preciso remontarse en el tiempo y, sobre todo, hay que desempolvar las hemerotecas, donde se hallarán algunas respuestas algo más tangibles que la del fenómeno sobrenatural.

Apuntan las estadísticas de Eurocontrol que desde 1970, en las mayores tragedias de la aviación comercial, de 15 supervivientes, ocho eran niños. Por ejemplo, en el grave accidente de Detroit, en 1987, fallecieron 149 pasajeros, y sólo se salvó un niño de cuatro años. En otro desastre aéreo registrado en Colombia en 1995, de los casi 50 pasajeros que iban a bordo del aparato siniestrado, salvó la vida un niño de 9 años, con sólo un brazo roto y algunas contusiones leves. Otra fecha clave fue 1997. En un grave accidente registrado en Vietnam, al estrellarse el aparato cuando iba a aterrizar, perdieron la vida 59 personas y sólo se salvó un bebé de 12 meses.

Según explica Benno Baksteen, experto holandés en accidentes aéreos, "los niños tienen una masa corporal menor. Es tan sencillo como que si un adulto o un niño se caen de una escalera, a la misma altura, el adulto sufrirá heridas más graves: si eres más liviano, y ocupas menos espacio, tienes más posibilidades de sobrevivir", explica. Para Baksteen, el hecho de que Ruben permaneciera en su asiento fue determinante.

"Si no hubiese permanecido allí, habría muerto también. Debido a su menor masa corporal en el momento del descenso violento del aparato, experimentó menor presión sobre el cuerpo", asegura.

El cinturón, abrochado La misma situación vivida por Ruben, al que ayer la prensa holandesa e internacional califican de "héroe", fue la que pasó Juliane Kopcke, de 17 años, cuando el avión en el que viajaba entró en una fuerte zona de tormenta en 1971 e hizo una caída en picado, cuando volaba por encima de la selva amazónica de Perú. Gracias a que tenía el cinturón de seguridad abrochado, y que su masa corporal era menor que la de un adulto, logró sobrevivir. Ni su madre ni el resto de los 97 ocupantes pudieron contarlo.

Mención aparte merece el caso de la niña de 12 años Bahia Bakari, la única superviviente de la tragedia aérea de un aparato de Yemenia Airlines, accidentado en 2009. El avión en el cual viajaba se estrelló en el océano Índico, en aguas de las islas Comores. Ella fue la única que sobrevivió, los otros 152 ocupantes del avión perecieron.

Los tíos de Ruben se desplazaron ayer Libia en un avión fletado por el Gobierno holandés. El pequeño fue operado de múltiples fracturas en las piernas y su estado general es estable. Según el jefe del servicio de pediatría del hospital El Kharda de la capital libia la operación se desarrolló satisfactoriamente.

Todavía muy sedado, el chico no sabe aún que ha perdido a sus padres, Trudy y Patrick. Su hermano mayor, Enzo, tampoco sobrevivió al accidente del avión procedente de Johanesburgo. La familia regresaba de un safari después de haber disfrutado de las vacaciones escolares propias del mes de mayo, que concluyen hoy. Tras la catástrofe, lo único que dijo Ruben a sus rescatadores fue: "Holanda, Holanda, Holanda".