El último de Puerto Hurraco
Bilbao. El domingo se conoció el suicidio de Antonio Izquierdo (73 años), tristemente popular tras la matanza de Puerto Hurraco (Badajoz, 1990), el único de los cuatro hermanos que seguía vivo. No hubiera salido de prisión antes de 2015, y eligió para acabar con su vida, el mismo día que hubiera salido de prisión de no aplicársele la doctrina Parot.
En plena canícula de 1990, los hermanos Izquierdo (Luciana, Ángela, Emilio y Antonio) quisieron vengar la muerte de su madre, ocurrida, dos años antes, en un incendio en extrañas circunstancias. Nueve vidas se llevarían por delante aquel día de terror. Entre ellas, las de Encarna (12 años) y Antonia (14), miembros de la familia Cabanillas, encarnizada rival de los Izquierdo en la pedanía. ¿La razón? Las disputas por las tierras: cuántos clásicos de la literatura se han escrito acerca de ello. Crónicas negras de la España más profunda.
En un sencillo proceso, el juez dictó sentencia, ayudado, evidentemente, por las decenas de testigos que presenciaron y huyeron del macabro deceso. Se diría que un pueblo entero. Así son los crímenes a cielo abierto. 344 años de cárcel para cada uno de los hermanos Izquierdo. Y el ingreso de las dos hermanas, las presuntas cerebros de la masacre, en el psiquiátrico de Mérida, víctimas de un trastorno paranoide. Los cuatro Izquierdo se creían víctimas de una conspiración en Puerto Hurraco. Como en Fuenteovejuna, se decían, todo el pueblo está contra nosotros. Los cuatro han muerto entre rejas. Antonio, el último.
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