LOS millonarios de Indonesia tendrán dentro de poco un elemento más para fardar de su riqueza: nada menos que el feroz tigre de Sumatra. Y no es que el mercado negro de estos animales esté en plena ebullición, que también es el caso. En esta ocasión, la idea ha surgido del propio gobierno de Yakarta, que pretende alquilar ejemplares de estos animales, que se encuentran en grave peligro de extinción, para asegurar la supervivencia de la especie. Sin duda, se trata de la propuesta más polémica de las que se han presentado dentro de la ofensiva en la que se ha embarcado Asia para impedir que el felino por antonomasia desaparezca de la faz de la Tierra.

El hecho de que el pasado día 14 comenzara el Año del Tigre en el calendario chino es la excusa perfecta para que el animal no quede reducido a un signo del zodíaco. Pero cómo conseguir que su número aumente es la gran incógnita. La cifra de tigres en libertad se ha reducido a 3.200 en todo el mundo (a principios del siglo XX había unos 100.000 sólo en Asia), y sus comunidades está divididas y separadas, de tal manera que la reproducción es casi imposible.

El Ejecutivo de Indonesia está convencido de que la mejor opción es que cuiden de los ejemplares que se encuentren aquellos que pueden hacerse cargo de sus gastos. De esta forma no sólo se pretende preservar la vida de estos tigres "alquilados". También permitirá recabar los fondos necesarios para sufragar los medios que requiere la defensa de su territorio original, la frondosa selva de Sumatra, que está herida de muerte por los cazadores furtivos y las compañías madereras sin escrúpulos.

un millón de rupias Obviamente, cualquiera no podrá poner en su vida un tigre de Sumatra. Para empezar, habrá que desembolsar un depósito de garantía de un millón de rupias (unos 80.000 euros), equivalente a la renta anual de 27 habitantes. Será imprescindible también contar con un mínimo de cinco hectáreas de terreno para que el lindo felino campe a sus anchas. Se permitirá, eso sí, disponer de una jaula, cuyas dimensiones no serán inferiores a 6x10x5 metros, una superficie superior a la de una vivienda indonesia media. Además, será necesario correr con los gastos de la comida, y pagar a los veterinarios oficiales que visitarán a la curiosa mascota cada tres meses. En caso de que consideren que no se cumplen los requisitos planteados, tienen derecho a recuperar el animal sin posibilidad de que el "cliente" recupere el cuantioso depósito. Al fin y al cabo, los tigres siguen siendo propiedad del Estado, y las camadas tendrán que ser entregadas a las Autoridades. Por si fuera poco, cualquier daño provocado al animal puede ser considerado un delito penado con la cárcel.

Ahora sólo falta ver si esta medida, que algunas organizaciones ecologistas ya han tachado de inapropiada "porque supone la venta "de facto" de los animales", realmente surte efecto en el vasco archipiélago indonesio y 2010 puede ser, de verdad, el Año del Tigre. Pero no el de peluche que tanta aceptación tiene estos días, sino el de carne y hueso.

Lo tiene difícil en China, donde el número de ejemplares en libertad no alcanza el medio centenar. Las dos principales especies del país, la del sur de China y la Amur (mal llamada tigre siberiano), están al borde de su completa desaparición. En ambos casos, se estima que su población es inferior a los 30 individuos, y hace años que no se avista ninguno en libertad. Eso sí, los ataques a otros animales, las huellas, y los excrementos sirven para deducir que todavía siguen sobre la faz de la Tierra.

El año pasado incluso murió una persona a consecuencia de la agresión de unos de estos tigres, que pueden alcanzar los tres metros de longitud y 300 kilos de peso. Para evitar que los campesinos los maten para proteger su territorio, el gobierno chino compensa hasta con 5.000 euros a quienes hayan sufrido un ataque, y ofrece ayudas para proteger granjas y viviendas, así como asesoramiento sobre los lugares más propicios para asentamientos humanos.

Curiosamente, aunque el número de especímenes en cautividad aumentó hasta los 92 el año pasado (había sólo 60 en 2007), su supervivencia también está en entredicho, pues todos ellos son descendientes de seis especímenes que fueron capturados hace cuatro décadas. Según un reportaje de la agencia de noticias oficial, Xinhua, la falta de variedad genética podría tener graves consecuencias entre los tigres de estas dos especies que residen en zoológicos. Deng Xuejiang, profesor de bilogía de la Universidad de Hunan considera que es necesario seguir buscando animales salvajes para aumentar las camadas que se producen en cautividad y alcanzar la cifra mágica de 1.000 ejemplares. Sólo así se puede confirmar la perpetuación de estas dos variedades de tigre.

en alianza Y ahora parece que el Gobierno no va a escatimar recursos para alcanzar ese objetivo. En una alianza sin precedentes, el Partido Comunista se ha puesto manos a la obra con la vecina Rusia, el Banco Mundial, y la ONG WWF, más conocida en el Estado español como Adena, para poner en marcha un ambicioso plan que pretende la recuperación de esta especie. Para ello, trabajará en diferentes frentes y tendrá que afrontar misiones que parecen imposibles.

La más compleja será la que presenta la propia sociedad. Evitar que los huesos y el pene de este animal se sigan considerando afrodisiacos es un reto de dimensiones colosales. A pesar de la que la comercialización de partes del tigre fue prohibida en 1993, este periodista ha podido comprobar que continúa vigente en mercados que se mantienen a la sombra, y en los que una garra puede costar unos mil euros y un pene alcanzar los 15.000. Cifras que alientan la caza ilegal, sobre todo en India, y que han provocado la aparición de granjas de tigres comunes.

Aunque el Gobierno las maquilla bajo la denominación de zoológicos, lo cierto es que los animales viven en jaulas que nada tienen que ver con las que tendrán que ofrecer los millonarios indonesios a sus temibles mascotas. Unos encima de otros, peleándose por una comida infecta, los tigres esperan su particular San Martín. Según un reportaje publicado por el diario The New York Times, hasta 1.500 ejemplares viven en una veintena de instalaciones similares, y sus huesos acaban en licores vigorizantes cuyo ingrediente principal se oculta en el etiquetado bajo la denominación de "material óseo de animales raros". Por si fuera poco, hasta hace sólo dos años, este zoológico situado en la ciudad de Guilin vendía incluso "chuleta de tigre".

Acabar con estas creencias arraigadas en la cultura china, y con el suculento mercado al que dan sentido, es el principal escollo para proteger al tigre en el gigante asiático. James Compton, director del programa Traffic en Asia, recordaba al rotativo neoyorquino cómo hace doce años, con motivo del anterior Año del Tigre, se lanzó una campaña similar a la actual. El eslogan de entonces demuestra a la perfección el declive que vive este animal: "Salvemos a los últimos 5.000 tigres".

reformas legales Ahora ya no hay tiempo que perder, y el gobierno chino sabe que ha de luchar con uñas y dientes por su protección. Para ello, dotará de más personal y recursos a la Guardia Forestal, e incluso adquirirá tierra para expandir las reservas naturales existentes. En el ámbito legal también se anuncian reformas: la normativa será más estricta y se aplicará a rajatabla. Para llevar a cabo estos planes será necesario reubicar a residentes en ciertas zonas, de forma que se permita la reagrupación de los tigres que, actualmente, están aislados por los asentamientos humanos. WWF predice que, si continúa la tendencia actual, este animal puede desaparecer por completo en tres décadas.

En Tailandia hace ya años que los monjes budistas de un monasterio de Kanchanaburi han decidido también poner unos cuantos tigres en sus vidas. No es que sean millonarios como los que busca el gobierno indonesio, pero sí tienen el mismo objetivo. "Aquí llegan los animales que las Autoridades requisan a quienes buscan su venta ilegal e incluso a quienes los mantienen como mascotas. Cuando son pequeños son una monada, pero cuando crecen se convierten en un peligro muy costoso. Nuestro centro sirve para rehabilitarlos y prepararlos para su regreso al hábitat natural", explica Saruporn Mahanaya, director del proyecto.

Los turistas también están invitados, y suponen una fantástica fuente de ingresos. "Pueden sacarse fotos con los tigres y hacer donativos al templo. Con ello pagamos la comida y los cuidados especializados de los veterinarios", añade Saruporn. El problema llega a la hora de retornar los animales a su entorno original. "Muchos no se adaptan y regresan. Otros se convierten en presa fácil para los cazadores", se lamenta. Por eso, los monjes budistas de Kanchanaburi retrasan cada vez más su regreso a la jungla. "Es una pena que no puedan vivir en libertad. Pero mejor están aquí que muertos". Seguro que, si pudieran, los especímenes que sobreviven a duras penas en Indonesia y China no tendrían inconveniente en hacerles compañía.