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Treinta bodas y un plan

La primera caravana de mujeres al municipio oscense de Plan cumple el próximo mes de marzo sus bodas de plata con un balance de una treintena de matrimonios y sólo cuatro separaciones

Treinta bodas y un plan

plan (huesca)

PODÍAN haber dejado pasar la vida, haberse amuermado y adocenarse en la barra mientras caían los vinos y los días. Pero pusieron un anuncio: Se necesitan mujeres entre 20 y 40 años, con fines matrimoniales, para pueblo del Pirineo Aragonés. Así, los vecinos de Plan (Huesca) saltaron a la posteridad y acabaron de un plumazo con la soledad y la despoblación. Plan dejaba de ser un pueblo Don nadie y una caravana les ponía su lugar en el mundo. Han pasado 25 años y una treintena de matrimonios salieron de aquella ilusión. Por increíble que parezca, sólo cuatro se han separado. En Plan apenas quedan ya tres: Maxi y José, que acceden de mil amores a charlar con DEIA; Mariano y Mari Ángeles que, lástima, nos piden dinero para concedernos la entrevista. Y un tercero que siempre ha optado por la respetable decisión de no dar la cara. El resto de parejas vive diseminada por el valle de Chistau.

Hace un cuarto de siglo no había realitys shows, ni Granjero busca esposa ni Gran Hermano, tampocointernet. Había que apañarse. José Antonio López, el dueño del bar donde se gestó la idea, recuerda la estrambótica iniciativa surgida una tarde de enero tras ver por la tele el filme Caravana de Mujeres. "Era otra forma de pensar y no había las posibilidades que hay ahora en las que todo el mundo tiene coche y pueden ir a las fiestas de Ainsa o Barbastro. Fue una iniciativa curiosa aprovechando la fecha de carnavales", asegura López, a la sazón regidor durante veinte años del municipio y organizador de todos los banquetes de las bodas orquestadas en Plan desde su restaurante en Casa Ruché.

Pero el asunto se les fue literalmente de las manos. "La respuesta nos desbordó", recuerda José María Fantova, actual alcalde y autor de un libro que conmemora la caravana. "Aquello surgió de una manera muy natural y espontánea. Pero luego hubo momentos en que parecía que todo se desmoronaba porque la presión de la prensa llegó a agobiar a muchas de las chicas, que quisieron echarse atrás", reconstruye este hombre talludito que entonces contaba 29 años. Junto a él, el primer alcalde, José Pui, explica el fenómeno. "Las chicas y los chicos se fueron a la ciudad porque había trabajo y un nivel de vida superior y en las zonas rurales sólo se quedaba un hijo en cada casa, generalmente un varón, el heredero, y eso provocó un montón de solteros. Afortunadamente, hoy se da un efecto al revés y viene gente joven".

Aquel primer fin de semana de marzo de 1985 llegaron tres autobuses de Zaragoza, Madrid y Barcelona con más de ochenta chicas. En los años posteriores hubo cuatro caravanas más. "Cada fiesta de estas costaba 5 ó 6 millones de pesetas. Eran tres días de caravana a gastos pagados, con autobuses, comidas y todo incluido. Al principio había que alquilar unas carpas grandes con calefacción que costaban dos millones", detalla Pérez. "Después mejoramos algo, al construirse el polideportivo, el restaurante, el Hotel Mediodía... Pero el primer año hubo que hacer aseos en la calle con agujeros en el suelo y casetas de madera. El Ejército nos prestó cocinas de propano, fregaderas móviles... Un día, a las siete de la mañana, me llamó el general de Jaca porque el presidente de Aragón le había dicho que me ayudase en la organización. Así que bájate a Zaragoza y coge lo que necesites, me dijo", rememora Pérez con las órdenes del militar aún en la cabeza.

Gracias a la caravana, Plan ha estabilizado su población en torno a los 220 habitantes. "En los pueblos de montaña mantener el censo es muy importante. Ahora ha cambiado la forma de vida, las comunicaciones, internet nos ha puesto las pilas y la globalización ha sido muy positiva", explica Fantova que conoció amigas pero que entonces no llegó a casarse. "La caravana trajo alegría, trajo futuro. La escuela estaba a punto de cerrar y a los dos años ya había treinta críos. Luego vino la farmacia, el polideportivo, conseguimos una ambulancia, parque de bomberos, quitanieves... Estamos bien equipados. Íbamos a pedir y teníamos más fuerza. Les decíamos si estamos saliendo en los informativos de Nueva York, ¿cómo no vamos a tener una piscina? Y entonces te contestaban pues vamos a firmar un convenio para hacer esa piscina", bromea José Antonio López.

Las mujeres del pueblo -alguna había-, vieron con buenos ojos la iniciativa. Angelines Ferrer, archivadora oficial del evento y almacenista viviente de todo lo publicado, asegura que no veían a las otras chicas como competencia. "Éramos conscientes de que venían a solucionar el problema que teníamos", dice con sonrisa picarona, admitiendo que, en su caso, ella ya tenía todo el bacalao vendido.