Síguenos en redes sociales:

El tren sí pasa dos veces

La asociación altruista Margotu proporciona una segunda oportunidad a grupos con dificultades, sobre todo adolescentes, a los que facilita la obtención de un título homologado y su salto al mercado de trabajo

El tren sí pasa dos veces

Bilbao

Nieva en abundancia sobre Kobetamendi, pero dentro del edificio donde Margotu imparte sus clases, tras puertas alegres y coloristas, chavales de entre 15 y 18 años alisan melenas, ponen rulos, depilan piernas, arreglan un enchufe o aprenden cómo trabajar en una oficina, bajo delgadas batas de oficiales. El frío está fuera, y ellos parecen contentos: el objetivo de esta asociación sin ánimo de lucro se diría cumplido, es decir, la inserción socio-laboral de algunos adolescentes con más dificultades que otros, "que interioricen que tienen otra oportunidad", describen a DEIA las profesoras Jone Noguerales y Arantza Braceras.

"El primer año cuesta adaptarse", confiesa el joven Asier Samaniego, uno de los veteranos, que en pocas semanas podrá realizar prácticas en una empresa en su especialidad, operario de electricidad. En los rostros de Asier y de otros alumnos, y en sus palabras, se lee ilusión. La asociación Margotu trabaja fundamentalmente en dos campos: uno se corresponde con el área de Mujer y Familia, el cual atiende sobre todo a mujeres con dificultades especiales (malos tratos, paro, madres solas) y radica en el edificio del Centro Cívico de Basurto, y el otro es el que tiene que ver con la intervención socio-educativa de chavales que por una u otra razón no han podido obtener el graduado de Secundaria, con el fin de "que rompan con la frecuencia de fracaso, que su autoestima crezca, se sientan integrados en grupos y vean experiencias positivas", enumera Arantza Braceras, profesora de la rama de Auxiliar de Oficina.

Para ello, Margotu no se limita a ofrecer conocimientos, y va más allá, con una "respuesta integral, intentando un "abordaje completo", define la psicóloga y profesora de Formación Básica Jone Noguerales. A Jone, claramente vocacional -como el resto del equipo-, no le gusta hablar de jóvenes con problemas, sino de alumnos "con dificultades", que "necesitan saber que cuentan con otra oportunidad", para lo que sus profesores realizan un "acompañamiento en su tránsito a la vida adulta, dando respuesta a su diversidad, de la forma más individualizada posible". Los alumnos consultados corroboran este espíritu: se sienten "comprendidos" y "apoyados" por sus tutores. Y eso, claro, motiva...

Profesionales y voluntarios conforman esta asociación que nació hace diez años, con financiación del Departamento de Educación del Gobierno vasco y de la Obra Social de la BBK. Principalmente fomentan la formación y la intervención social y laboral de colectivos con más dificultades que otros. Para ello, además de corazón, le ponen empeño y reciclaje a su labor, especialmente a la hora de adecuar sus enseñanzas a la constante movilidad del mercado. Por una parte, cuentan con el centro-taller de Kobetamendi, de formación reglada, y por otra, con las prácticas en empresas, fundamentales para que sus enseñanzas fructifiquen. Además, estudian la situación del mercado laboral, para facilitar las inserciones. Un centenar de alumnos, en primer y segundo curso, se benefician de estos PCPI o Programas de Cualificación Profesional Inicial, prácticamente homologables a los módulos de Formación Profesional. Con ellos, los alumnos que antaño perdieron algún tren pueden obtener el graduado de Educación Secundaria. Todo ello les valió el Premio Berdintasuna en 2009.

Desde luego, los miembros de Margotu están ocupados. De hecho, nos hacen un hueco para el reportaje y las directoras, Leire Salaberria y Josune García de Albéniz, no pueden acompañarnos por las instalaciones. Se reciclan "en la medida de nuestras posibilidades" y confían en que "en el mercado hay espacio para todos los niveles de cualificación". Y la sonrisa no se les borra de la cara: "me encanta mi trabajo", admite Jone. Y es que se trata de un equipo multidisciplinar "e implicado", se autodenominan, cuyo objetivo es que sus alumnos "entren en el mercado laboral o continúen sus estudios".

Lamya

"Quiero seguir haciendo cursillos de peluquería"

Lamya Slimanie, de 19 años y nacida en Marruecos, se muestra muy animada porque ya está trabajando en una peluquería, donde aún hace de todo menos cortar. Al principio, lo pasó muy mal al llegar a Euskadi, pues el idioma le resultaba una barrera y además ella infravaloraba su capacidad para expresarse (lleva menos de dos años en Bilbao y su castellano es muy correcto... e incluso chapurrea euskera). Margotu también contempla un servicio de apoyo a personas inmigrantes y Lamya sería una alumna aventajada. En el centro de Kobetamendi los aspirantes a peluqueros peinan y cortan a clientas de la zona, por precios asequibles, y eso permite a Lamya y sus compañeros adquirir destreza y seguridad.

Los padres de Lamya siguen viviendo en su país de origen, por lo que su migración le ha resultado "muy dura", admite. Con todo, sus esfuerzos van dando frutos, como lo demuestra su actual empleo, y reconoce que las personas con más dificultades las compensan "estando más atentas". La adolescencia es un periodo crítico, y Lamya no fue una excepción, si bien hoy ve que "cuando no estás con ellos, te das cuenta de qué hicieron tus padres por ti".

Esta joven de ojos despiertos observa que en Euskadi "hay mejor vida" que en Marruecos, donde "no hay oportunidades como ésta: allí aprietan más", entiende. Además, como mujer observa las diferencias de trato entre un país y otro a las féminas. Actualmente, su pensamiento está en trabajar y, con el tiempo, "seguir estudiando y haciendo cursillos de peluquería".

Asier

"Ahora me gustaría estudiar electromecánica"

Asier Samaniego sería el paradigma de los logros de Margotu. Hace años, no estaba motivado cuando iba a clase, "sólo participaba en gimnasia: en clase estaba de cuerpo presente", narra hoy. "Antes estuve en otro ciclo y me echaron. Yo entonces iba porque tenía que ir, mientras que ahora me doy cuenta de que vale para algo", explica con entusiasmo, no en vano en menos de un mes estará haciendo prácticas en una empresa como operario de electricidad. Al principio le costó adaptarse a este centro, pero "luego vamos cediendo profesores y alumnos, y ahora hasta venimos con ganas", bromea, pero con brillo en los ojos. Y es que Asier pensó que ya nunca iba a tener una oportunidad, mientras que a fecha de hoy va a trabajar en lo que le gusta, aunque como siempre le tiró la mecánica, su deseo es que le hagan un contrato para después "hacer un grado medio de electromecánica".

"Aquí estamos diez o doce en clase, nos conocemos mucho", se congratula este zorrotzarra de 18 años. Sus progresos le hacen sentirse con fuerzas para hacer proyectos, de forma independiente de sus padres, con quienes discutía cuando no le iba bien en los anteriores centros. Hasta el punto de que la crisis económica no le asusta, pues lo que ahora sí tiene claro es que no va a pasar "mañanas en la calle, o en casa jugando a la play". Y es que, como dice Jone, su profesora, "las habilidades hay que desarrollarlas".

Sonia

"Voy a trabajar para pagarme los estudios "

Coqueta y locuaz, Sonia Martínez atiende a la prensa eligiendo la bata que le sienta mejor. Eso y sus llamativos pendientes, así como sus ojos rasgados remarcados por el eyeliner, delatan que está a punto de graduarse de Auxiliar de Estética. Antes de acudir a Margotu, esta vecina de Santutxu de 17 años no se sentía "cómoda con los profesores, y pensaba que no iba a estarlo en otro colegio". Es de suponer que su amplia sonrisa se debe al éxito de haber progresado con ayuda de Margotu: "Estoy más centrada, tanto personalmente como en el trabajo", asegura, contenta de sus adelantos y consciente de los de sus compañeros -"Lamya ha hecho un gran avance", opina-.

En el centro de Kobetamendi "te enfrentas igual que en una empresa a las clientas, pues tienes que lograr que estén a gusto y que vuelvan. Además, saben quién les atendió la anterior vez, y se lo suelen recomendar a sus amigas", analiza con buen tino. El hecho de que los profesores de Margotu les apoyen le da seguridad: "Se nota que te apoyan, que quieren que salgas adelante, y no te dejan caer en los bajones", celebra. Antes de esta experiencia que tanto la ha revitalizado, también discutía con sus padres por sus fracasos escolares. "Ahora ya no, pues me ven bien", explica. En un futuro próximo, Sonia quiere trabajar en firme para poder, más adelante, pagarse "los estudios superiores". Le preocupa la crisis, pero ha emprendido un camino que ya no piensa abandonar por nada.