bilbao
EL pasado martes, 15 de diciembre, se cumplieron 30 años de una efeméride histórica llena de simbolismo para nuestro país: la vuelta del exilio del lehendakari Jesús María Leizaola, o como era más conocido, de nuestro lehendakari zarra. En 1937, Leizaola tuvo que abandonar el territorio vasco empujado por la Guerra Civil. Tras la muerte de Franco, en 1975, la situación en Euskadi poco a poco fue tendiendo hacia la normalización política con el final de la clandestinidad, la legalización de partidos y sindicatos y la presencia de unas instituciones homologables con el Gobierno Vasco del 36. Después de 43 años, y sólo gracias a la existencia de estas circunstancias, Leizaola se decidió a volver a su hogar. Y regresó con las manos llenas de legitimidad institucional para entregarla a la nueva Euskadi que había sobrevivido al largo túnel de la dictadura.
Y es que hay que recordar que Jesús María Leizaola, consejero de Cultura del primer Gobierno Vasco, sucedió en la presidencia del mismo a José Antonio de Agirre, cuando éste falleció el 22 de marzo de 1960. Las imágenes del juramento de Leizaola como lehendakari de los vascos ante el féretro de Agirre, en Donibane-Lohitzune, recorrieron el mundo.
Desde entonces y hasta aquellos días de mediados del mes de diciembre de 1979, Leizaola fue capaz de desempeñar el difícil cargo de lehendakari en el exilio con dignidad, manteniendo el testigo de la lucha por la democracia y el autogobierno para Euskadi, siendo fiel y leal -como siempre lo había sido- a la causa vasca.
Desde 1936, su apoyo a la causa vasca lo había desarrollado conforme discurrió la contienda bélica sufrida en Euskadi, y después de la caída de Bilbao ocupándose de los miles de refugiados que huían de la guerra, gestionando sus ayudas, subsidios y la salida a un exilio más seguro, tanto en Europa como en los países americanos.
Como apuntaba el mismo Leizaola en una entrevista publicada en Triunfo en septiembre de 1976, "durante la ocupación, el Gobierno siguió funcionando en territorio francés -fuimos Heliodoro de la Torre y yo quienes aseguramos aquí su permanencia-, incluso en Vichy. Las oficinas del Gobierno vasco en París fueron ocupadas pero seguimos actuando. En ese tiempo tuvimos que intervenir mucho" (…). "Había que mantener relaciones con las fuerzas de la resistencia y con Vichy. Hasta el final de la guerra funcionó un servicio de comunicaciones e información montado por nosotros".
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial una actividad primordial del Ejecutivo vasco fue la repatriación de la población vasca al otro lado de la muga, haciendo que se reinstalara en sus casas. Políticamente hablando, los esfuerzos de Leizaola se dirigieron en los años 50 a las relaciones con el Movimiento europeo y con los Estados Unidos.
Después, en unas décadas en las que la consolidación del franquismo en la península y en Europa era una realidad y el paso del tiempo iba haciendo mella en el ánimo de algunos sectores de la resistencia vasca, Leizaola -ya Lehendakari del Gobierno vasco- prosiguió con la labor de su antecesor, inyectando energía y reclamando la libertad para Euskadi. Sus visitas a las colectividades vascas de la diáspora, sus colaboraciones en los medios de difusión de la propaganda vasca como Radio Euzkadi o la intervención personal ante El Vaticano para evitar las penas de muerte durante el Proceso de Burgos fueron algunas de las acciones que reflejaron su continuo apoyo y deseo de unión de todos los vasos y la denuncia rotunda y constante a la dictadura del general Franco.
Un hito La llegada de Leizaola a Euskadi fue un acontecimiento político y social recogido por muchos medios de comunicación vascos, estatales e internaciones. DEIA cubrió la noticia dándole la trascendencia e importancia que tenía. Sus especiales "Ongi etorri Lehendakari Jauna!", "Leizaola, la historia le dio la razón" y "Gernika 1936-1979" o las muchas páginas cargadas de entrevistas y artículos de opinión en varios de sus números, describieron con todo lujo de detalles lo que ocurrió durante aquellos días. Desde la preparación del tan esperado viaje y lo que iba sucediendo horas antes de realizarse el vuelo entre París y Sondika, hasta las últimas declaraciones en la capital francesa. La clausura de la Delegación vasca fue captada en la histórica fotografía que recogía el momento en el que Leizaola, rodeado de sus colaboradores, cerraba con llave la puerta de la sede de la Rue Singer. Se hacía alusión igualmente al discurso que ofrecería tanto en San Mamés como al día siguiente en la casa de Juntas de Gernika, al acompañamiento de la comitiva al aeropuerto, e incluso al recibimiento y las atenciones de piloto y del personal de abordo hacia nuestro lehendakari.
En el semanario Euzkadi podíamos leer: "A las 11.30 llegó el autobús alquilado. Después de despedirse de Antoñica, que queda en la Delegación como guardiana de tanta historia almacenada, cierra la puerta de la Delegación rodeado de una nube de periodistas y fotógrafos. Sube al autobús para llegar con toda la caravana al aeropuerto de Orly. Nunca el lehendakari habíase visto en tantos años de exilio rodeado de tanta prensa y expectación. Cada gesto era fotografiado. Cada palabra suya era grabada. La prensa era tanta que se turnaba a la hora de trabajar. En 1974, cuando su viaje clandestino, lo que hacía el Gobierno vasco no era noticia y costaba gran esfuerzo conseguir media línea en cualquier periódico del mundo. Ahora el avión iba a llenarse de prensa vasca, estatal y extranjera para cubrir un hecho sin par. El cierre del Gobierno en el exilio más antiguo del mundo".
Jesús María de Leizaola llegó al aeropuerto de Bilbao hacia las cinco de la tarde, donde fue recibido por autoridades, líderes políticos, parlamentarios catalanes, representantes de Juntas Municipales de EAJ/PNV y muchas personas anónimas que entonaron emocionados el Agur Jaunak nada más verle salir del avión. Sin embargo, el gran recibimiento popular de los miles de vascos que quisieron mostrarle su cariño, respeto y reconocimiento se produjo en el campo de fútbol de San Mamés una hora más tarde. Más de 40.000 personas se reunieron en la catedral aquel día para participar en el homenaje de bienvenida al lehendakari.
Tras las intervenciones de los presidentes de las diputaciones forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, de Manuel de Irujo y de Carlos Garaikoetxea, le llegó el turno a Leizaola. En su discurso memorizado, dirigido en euskera y castellano, habló del pasado, de las crisis del presente y de las nuevas claves para el futuro de Euskadi: "Mis cuarenta y tres años de exilio, los veinte anteriores dedicados a trabajar por Euzkadi también, si me sirven para algo, es para que toda esa experiencia me haga ver que nuestro pueblo tiene en sí mismo, todos los elementos necesarios para salir adelante". También dijo: "Quiero expresaros mi firme voluntad de que todos los vascos nos encontramos reintegrados y unidos en libertad".
Al día siguiente, el acto más importante institucionalmente fue el celebrado en la Casa de Juntas de Gernika. Allí, el lehendakari Leizaola hizo un balance de la actuación del Gobierno vasco en el exilio, sobre todo de la gestión política y económica de los últimos 19 años. A continuación se procedió a realizar el traspaso simbólico de la legitimidad como lehendakari (que Leizaola había recibido tras la muerte de Agirre) al que sería su sucesor, Carlos Garaikoetxea. Éste contó desde aquel mismo instante con el testigo de la legitimidad histórica que había mantenido viva durante largos años el propio Leizaola.
Frente a las pretensiones que hoy se mantienen desde algunos ámbitos no hubo lehendakari aparte del propio Leizaola hasta que éste traspasó su legitimidad a Garaikoetxea. No fue lehendakari el socialista Ramón Rubial por presidir brevemente un órgano preautonómico. Lehendakari hasta este día solo hubo uno, y fue Don Jesús María de Leizaola.
traspaso de poderes En aquel acto en Gernika, las palabras del Lehendakari reflejaron continuidad de acción: "El Gobierno de Euzkadi que cesa cree que es a vosotros, las nuevas autoridades vascas elegidas democráticamente, a quienes corresponde hablar y actuar. Os deseamos el máximo acierto en vuestras decisiones". Las llaves del Gobierno vasco ya estaban nuevamente en Euskadi.
La Fundación Sabino Arana, cuando se constituyó en octubre de 1988, nombró a Jesús María Leizaola Presidente de Honor, y una de las primeras publicaciones que aquélla editó fue la obra "Leizaola, la lealtad del viejo Roble". Se trató de una recopilación de 46 testimonios de diferentes personas sobre la figura del lehendakari zarra, como homenaje a toda una generación de exilio y sacrificio.
Desde entonces, Sabino Arana Fundazioa ha reunido, conservado, organizado y difundido parte del patrimonio documental y museístico relacionado con la personalidad de Leizaola, entregado por distintos donantes. Materiales que se pueden contemplar tanto en el Archivo como en el Museo del Nacionalismo, en Artea. De hecho, en el museo, para representar el inicio del exilio vasco se eligió la fotografía que muestra a una serie mujeres y niños expulsados de Zumaia, y para simbolizar el final del mismo, no dudamos en utilizar la imagen ampliada del regreso a Euskadi de Leizaola, descendiendo por las escalerillas del avión Francisco de Orellana un 15 de diciembre de hace 30 años.