concurrido en extremo hasta el mismo sábado, Port Victoria presentaba a última hora de ayer una imagen inusual desde hacía tiempo: apenas quedan luces en el puerto comercial de la capital de Seychelles, apenas quedan atuneros con bandera española. Sólo cuatro. Son el Albacora Cuatro, Albatún II, Campolibre Alai y el Elai-Alai, todos de empresas bermeotarras salvo el primero, que han llegado de faenar -sin mucho éxito, pues han evitado las zonas conflictivas donde se concentra la mayor parte de la pesca- en los últimos días y se reabastecen ahora para zarpar en las próximas horas. También quedan atuneros fondeados fuera de puerto, como el Draco, con pabellón de Seychelles, que espera a que la seguridad privada que ha contratado se organice para partir.
Angustiados aún por la situación que viven los tripulantes del Alakrana, de los que no hay noticias, otros ocho atuneros -Txori Toki, Txori Argi, Txori Gorri, Felipe Ruano, Playa de Anzoras, Izurdia, Playa de Aritzatxu y Albacán- han abandonado el puerto uno tras otro después de incorporar a los cuatro nuevos tripulantes -los guardas de seguridad privados de la empresa Segur Ibérica- y cargar las armas que fueron guardadas bajo llave -sólo el capitán la portaba- hasta la salida del puerto. Fue allí, una vez dejada atrás la isla de Mahé, cuando los guardas tuvieron acceso a ellas y pudieron montar las dos ametralladoras ligeras fijas, una a babor y otra a estribor, que deben servir para repeler un eventual ataque pirata.
En las primeras horas de navegación de los atuneros no ha habido problemas, todo transcurre en calma e incluso los arrantzales valoran el hecho de poder comunicarse con los guardas en el mismo idioma, el castellano. "Todo va bien", dicen desde los atuneros. "Hay que dar un margen de tiempo para ver cómo funcionan", reclaman en el puerto a propósito de la polémica sobre la preparación, la mayoría de ellos sin experiencia en la mar, de los guardas privados.