EL olfato ha dejado de estremecerse. Se ha habituado a la anestesiante fragancia a pescado, eau de mer, que flota en el aire de la zona comercial de Port Victoria cuando llega un microbús cargado de músculos alterados por la presencia de la prensa -rostros malencarados, saludos con el dedo corazón?- a romper la rutina de la garita de seguridad. Por donde hasta entonces han desfilado dobles de Bob Marley que acuden al trabajo caminando sobre muelles y con las manos en los bolsillos, pasa la inspección de la autoridad portuaria el vehículo que transporta a cuatro de los 52 guardas de seguridad privada de la empresa Segur Ibérica que deben velar por los trece atuneros con pabellón español atracados en las Seychelles.

El desfile militar, que comenzó después de que el avión de las Fuerzas Armadas Españolas en el que viajaban los guardas privados aterrizara sobre las 6.45 de la mañana en el aeropuerto de Victoria, es tardío y discutido. Tardío, porque llega meses después de que armadores y arrantzales alertasen al Gobierno del enorme peligro que suponía faenar en aguas del océano Índico y solicitasen por ello una protección militar que llega cuando el drama -el secuestro del Alakrana y el sufrimiento terrible de arrantzales y familiares- es irreparable. Discutido, porque la presencia militar no es tal, como ocurre en los atuneros con bandera francesa o italiana, sino que se limita a la presencia de los guardas privados, ex militares principalmente. "Es lo que no logramos entender", reflexiona un arrantzale consultado por este periódico; "si se diese el caso de que fuésemos nosotros los únicos que reclamamos seguridad? Pero es que todos, franceses, italianos? todos, la han solicitado. No comprendemos cómo el Gobierno español, al que los armadores ofrecieron encargarse de la manutención de los militares, ha acabado adoptando esta medida". Es la incertidumbre, duda inquietante, lo que provoca el desasosiego de los arrantzales. Es lógico; se lo juegan todo: sus vidas.

"Mañana cambiareis de opinión. Veréis que no son porteros de discoteca entrenados en poco tiempo. Nosotros no trabajamos con ningún cantamañanas", les vino a decir a última hora del viernes, consciente del recelo existente, el responsable de Segur Ibérica a los armadores y patrones de los atuneros con pabellón español convocados a una reunión privada en Port Victoria. En ella, sin embargo, supieron éstos un dato desalentador: la inmensa mayoría de los guardas de seguridad no conocen la mar, nunca han navegado. Sólo "alguno" ha estado en la marina. "Nos dicen que tienen un nivel alto de profesionalidad, aunque no nos dicen ni dónde han estado ni qué han hecho, pero lo de no conocer la mar? Un hombre mareado en un barco, por ejemplo, no sirve para nada", cuentan los que comparan, y se preocupan, a los guardas españoles con los mercenarios ingleses que velan por la seguridad de barcos vascos con pabellón de las Seychelles y que han sido Blackhawks o se han curtido en Irak y Afganistán. "Estamos esperando a ver cómo son ellos, pero no podemos negar que muchos vamos acojonados porque ya no hay ningún sitio seguro. La primera impresión ha sido buena", dicen.

La noche y sus riesgos

Para sortear las emboscadas de los piratas no hay otra solución que la de subir a los atuneros armamento y expertos en su manejo. "Hay otro modo de sentirnos seguros: no salir". Lo harán. A últimas horas de la tarde de ayer seis zarparon, el resto de los atuneros vascos con bandera española lo harán en las próximas horas, después de recibir a sus cuatro nuevos tripulantes y acondicionar los barcos a la novedosa situación durante todo el día de ayer. Se han subido, por ejemplo, sacos de arena para que éstos puedan parapetarse a bordo en caso de ataque y los atuneros han tenido que reestructurar sus camarotes. Algunos han dejado cuatro tripulantes en tierra para hacer sitio a los guardas; otros, los más grandes, han acondicionado los tres camarotes reservados hasta ahora a la enfermería, y alguno ha reformado los espacios de descanso incluyendo alguna litera.

Los guardas recorrieron ayer los buques en compañía de los patrones, reconocieron cada rincón, los lugares en los que colocar las ametralladoras con trípode o las zonas a reforzar con chapa. También comprobaron ventanas y puertas, que únicamente pueden ser abiertas desde dentro, una medida esencial en caso de abordaje pirata.

Para enfrentarse a esa situación existe también un protocolo que Segur Ibérica envió el pasado miércoles por fax a los patrones de los atuneros. En ese documento se dan instrucciones para que llegado el caso de emergencia se disparen las alarmas del barco y todos los tripulantes, salvo el patrón, el capitán y los cuatro guardas, se refugien en la sala de máquinas. A los piratas se les hará frente a tiros si es necesario, como ya se ha visto obligado a hacer el Artza, atunero con bandera de Seychelles y guardas ingleses que ha tenido que repeler en las últimas semanas dos ataques directos. En ambos tomaron los ex militares el mando del barco y espantaron a los atacantes disparando a la proa de sus embarcaciones.

En el protocolo también se recoge el peligro extremo que conlleva la noche, donde ni la vista ni los radares son capaces de alertar de la aproximación de una embarcación tan pequeña como la que utilizan los piratas para efectuar los abordajes. Así, ninguna luz puede resplandecer en la oscuridad, ni siquiera la de un cigarrillo, y nadie está autorizado para pasearse por cubierta al caer la tarde. "Los ingleses, por ejemplo, alertan a los tripulantes de los barcos que protegen que sombra que vean por la noche en cubierta, sombra a la que van a disparar sin dudarlo. Saben que si lo hacen, si dudan, y es un pirata el que ha logrado subirse a cubierta, los disparados van a ser ellos. Y la experiencia con los ingleses, hasta ahora, ha sido buena", aseguran. Tanto, que ayer, algunos de esos mercenarios bregados en la mar colaboraron con los guardas españoles en su primer contacto con un barco antes de subir, por la tarde, el armamento a bordo.

El armamento

Lo más aparatoso son las dos ametralladoras pesadas con trípode -Browning de 12,7 milímetros- que se ubican a babor y estribor con una alcance de 1.200 metros. Además, los guardas portan un fusil de asalto, pistolas, prismáticos con visión nocturna y un total de 4.000 balas, entre ellas las trazadoras. Falta por llegar, y no lo hará hasta el mes de diciembre, una ametralladora fija más poderosa que las dos actuales, con un alcance de 2.000 metros, que estaría colocada encima del puente. "Es armamento suficiente para hacer frente a los kalashnikov -que en Somalia se consiguen a cambio de un paquete de tabaco- y los antitanques de los piratas, cuyo alcance de tiro es ahora de unos 300 metros. El problema es que se rearmen, que se refuercen con armas más potentes", advierten fuentes consultadas por este periódico, que reconocen el miedo de los marinos a punto de partir que se mezcla con rabia e incomprensión. "No se puede decir "no te pongo militares y vete a pescar a otro lado, donde no haya piratas" porque el arrantzale come de lo que pesca. Todo esto se tenía que haber atajado antes; ahora estamos en una situación extrema", zanjan las voces de los señores de la mar.