“Al poder no se le respeta, al poder se le combate”. Luchó contra molinos de viento bajo esa silueta quijotesca que ayer se apagó en el hospital Reina Sofía de Córdoba tras una semana ingresado por sus dolencias cardiacas. Murió Julio Anguita (Fuengirola, 21-XI-1941), el líder de la izquierda que, bajo el lema “programa, programa, programa”, más alto llevó a este espectro ideológico en el Estado cuando los dirigentes de Unidas Podemos eran aún colegiales. 21 escaños en 1996. Primer alcalde de capital de provincia comunista, en Córdoba, revalidando el bastón de mando en 1983 con mayoría absoluta -antes de Francisco Guarido, que hoy manda en Zamora-; este maestro de escuela al que apodaron el califa rojo dejó su última reflexión el pasado 4 de mayo en pleno combate contra el coronavirus cuando él se adentraba en el último asalto de su vida, proponiendo, ante los difíciles tiempos que se avecinan, “una reforma fiscal fuerte, donde las grandes rentas aporten más”.

El excoordinador de Izquierda Unida y ex secretario general del PCE llevaba ya dos décadas fuera de las instituciones pero como referente de dirigentes y militantes y sentando cátedra, pero no desde su torre de marfil privilegiada por haber sido diputado, ya que renunció a esa pensión para cobrar la que le quedó gracias a la tiza y la pizarra de docente, comprometido siempre con la movilización social. Dejó la política oficial en 1999 después del tercer infarto, por el que se le colocó un triple bypass, tras los sufridos en 1993 y 1998; tras los embates contra la corrupción socialista y un Felipe González con el que nunca pudo tejer el pacto soñado porque, a su juicio, “si usted me habla de la izquierda, no me mencione al PSOE”. “Los motivos de tensión fueron por temas en los que los tribunales dieron la razón, porque Felipe fue el responsable máximo de los GAL, por tanto le compete lo de la cal viva. Lo diré sin estridencias, sin la dureza de Pablo Iglesias: acabaron ministros en la cárcel, la corrupción, los fondos reservados eso está ahí... sin acritud”, recordaba recurriendo al famoso latiguillo del expresidente español.

Guiños a Euskadi

Hincha del Athletic capaz de largar de carrerilla la alineación de los años 50, Anguita defendía el ejercicio del derecho de autodeterminación donde hubiera votado por una Euskadi formando parte del Estado bajo un sistema federal, y gustaba de señalar que la política que hizo la consejería de Vivienda y Asuntos Sociales de Javier Madrazo en el Gobierno vasco de Juan José Ibarretxe fue “la más avanzada” de todo el periodo democrático. A su entender, Catalunya era ahora la excusa para la algarabía de la derecha extrema como el PP, decía, se sirvió de ETA cuando la banda estaba en activo. “Hay quien no tiene ganas de que ETA deje las armas, y no son los violentos”, declaró a este periódico en noviembre de 2010, mientras evocaba que la Transición se había construido “sobre puntillas, obviando realidades y mintiendo mucho”. “Parte del espectro español pasará un mal rato el día que ETA deje las armas: se les acaba la coartada”, predecía. Ante el conflicto catalán lo tenía claro. “El independentismo galopa sobre su propia locura; y Madrid, sobre su propia irracionalidad”, pero los reclusos soberanistas “son presos políticos”. “No hubo delito de rebelión. Rebelión fue lo de Franco. ¿Qué hacen en la cárcel? Lo digo con solemnidad: son presos políticos”, reiteraba.

Fue con su marcha cuando IU inició su declive de la mano de Francisco Frutos primero, y Gaspar Llamazares después, con solo dos escaños en 2008, aunque Anguita seguía en línea de combate con diferentes movimientos en pro de su objetivo republicano formando parte del colectivo Prometeo y Frente Cívico Somos Mayoría, del cual es fundador. Casado en segundas nupcias, uno de los dos hijos con su primera mujer, Julio Anguita Parrado, falleció en la guerra de Irak ejerciendo de corresponsal tras ser abatido por un misil con solo 32 años. Su padre dejó una de sus frases lapidarias: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”. Para entonces alcanzó el privilegio de estar en el imaginario colectivo con su personaje de guiñol en Canal Plus, que encarnaba su idealismo utópico, del que había que aprender en abstracción y no en la realidad tangible de la política diaria. Miembro de una familia de militares, se alejó de esta tradición para cursar estudios de Magisterio y licenciarse en Historia en la Universidad de Barcelona, de ahí su culto verso, y afiliarse al PCE en 1972 para emprender su carrera más visible.

Sus reflexiones Se despide censurando el discurso hegemónico de nuestros días, donde “el carcelero ha conseguido que el esclavo esté calentito en la prisión; y que, aunque la puerta esté abierta, el prisionero no se escape ni pretenda hacerlo”. “Esta es la dominación perfecta”, decía, “el sistema ha conseguido instaurar la moral del esclavo feliz”. Por eso, apuntaba Anguita, la gente repite expresiones como “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “hemos de arrimar el hombro” o “con una huelga no se consigue nada”. “La hipocresía, en esta sociedad del paripé y el postureo, es ingrediente fundamental del éxito”, consideraba el exdirigente de IU ante el “colapso civilizatorio” vigente. Según él, la izquierda únicamente tiene de aliada “a la gente”. “Los otros tienen de todo: el Banco de España, el Ibex-35, las eléctricas, los medios de comunicación. ¿Y con qué voy a enfrentarme? ¿Solamente con ruedas de prensa? Y así ¿cuánto voy a durar?”, advertía al actual Gobierno de coalición. “Comunistas y jesuitas tenemos una cosa en común: que tenemos toda la eternidad por delante”, describía Anguita, un izquierdista eterno.