bilbao - El recuerdo a los quince ertzainas asesinados por ETA ha dado un salto cualitativo con la inauguración de un espacio permanente y específico en Arkaute para rendir homenaje a los agentes, que se jugaron la integridad física en acto de servicio, y muchas veces se convirtieron en objetivos de la organización ya disuelta, todo ello en medio del acoso y el estigma que colocaron sobre ellos los sectores que tildaban a la Policía autonómica de traidora. Este espacio pone la guinda a una dinámica que comenzó en 2013, con el primer homenaje colectivo para todos los ertzainas muertos a manos de ETA. El lehendakari Urkullu y la consejera Estefanía Beltrán de Heredia dieron ayer un paso más con la inauguración de la sala Hemen Gaude en el Museo de la Policía Vasca en Arkaute, con quince txapelas y quince fotografías de cada uno de los ertzainas víctimas de ETA. “Su asesinato fue una injusticia radical e injustificable”, zanjó el lehendakari.

Urkullu se dirigió a los familiares de los ertzainas presentes en un acto de homenaje sobrio y emotivo que se celebró en el primer domingo de junio, la fecha acordada con el colectivo de víctimas del Cuerpo, Aserfavite, para realizar estos homenajes anuales colectivos. La Policía autonómica, además de una de las mayores expresiones del autogobierno, ha sido un coletivo especialmente castigado por la violencia y el hostigamiento, que se extendió a sus familias y agravó la ansiedad propia del oficio en aquel momento político. La Ertzaintza llegó a tener contabilizadas más de mil acciones de kale borroka, como pintadas tildando a los agentes de cipayos y sabotajes contra los policías autonómicos y sus familias.

El negro recuento de víctimas mortales en el Cuerpo arrancó en 1985, con el coche bomba que acabó con la vida del teniente coronel Carlos Díaz Arkotxa. Su muerte confirmó que la Ertzaintza pasaba a ser un objetivo directo de ETA. La ofensiva no se detuvo y se llevó por delante las vidas de otros ertzainas en acto de servicio (como sucedió con Txema Agirre, quien evitó el atentado contra el Museo Guggenheim; o Jorge Díez, escolta de Fernando Buesa), o en atentado directo contra ellos por ser objetivos específicos de ETA (como el sargento Joseba Goikoetxea, tiroteado en el interior de su vehículo en compañía de su hijo de 17 años, o Montxo Doral, víctima de una bomba). Las últimas víctimas, Ana Isabel Arostegi y Francisco Javier Mijangos, llegarían en 2001.

En años precedentes, el primer domingo de junio se ha utilizado para homenajear en general a los er-tzainas muertos en acto de servicio -son 37 en total- y para entregar medallas y condecoraciones por actuaciones destacadas. Ayer la jornada fue más allá con la inauguración del espacio para los quince er-tzainas víctimas de ETA, presidido por el pebetero diseñado por Jon Álvarez y por quince txapelas con los nombres y un breve relato de los hechos. También se pueden ver vídeos con recuerdos y testimonios de las familias. El lehendakari anunció la creación de este espacio hace un año con el objetivo de recordar de manera autocrítica. En el homenaje estuvieron presentes todos los grupos parlamentarios, salvo EH Bildu. La coalición abertzale participó en el pasado, en 2012, en el homenaje específico que se tributó en Beasain a los ertzainas Arostegi y Mijangos, un paso que se consideró un hito. La coalición se ha venido desmarcando en los últimos tiempos de varios actos del Gobierno vasco por aludir a la injusticia del daño causado.

homenaje del lehendakari Urkullu citó con su nombre y apellidos a los quince ertzainas, puso en valor su papel por haber “dado la vida”, y dijo que este espacio recordará lo que “nunca debe volver a ocurrir” y “nunca debió haber sucedido”. “Este espacio nos permite recordar a personas que amaban la vida y a sus familias. Personas entregadas a su vocación de servicio público, que dieron la vida defendiendo a la institución de la Ertzaintza y a nuestro país”, dijo, para añadir que el testimonio de los familiares supone “una voz frente al sinsentido del terrorismo y una afirmación de rebeldía frente al olvido”. “Nada tuvo nunca más valor que la vida de vuestros familiares. Su asesinato fue una injusticia radical e injustificable”, proclamó.

La consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, puso en valor el acto para recordar a los ertzainas que con su aportación contribuyeron a “levantar esta institución y hacerla imprescindible” para la convivencia. Beltrán de Heredia protagonizó la entrega de las medallas a los ertzainas, entre las cuales destacaron los distintivos rojos para un agente que resultó gravemente herido al desmantelar un comando, y para un ertzaina que sufre incapacidad permanente tras haber atendido el aviso para desactivar un artefacto. Su compañero murió. Se entregaron otras medallas por asuntos relacionados también con violencia de género y seguridad ciudadana, así como una medalla azul para un comisario belga y el consejero del Interior de la embajada en el Estado español por ayudar en la investigación sobre la desaparición de Hodei Egiluz.