Teherán - Aunque las amenazas de EE.UU. han subido de tono y se han producido incidentes en Oriente Medio de peligrosas consecuencias, el conflicto con Irán se mantiene por ahora en suspenso, pero también sin evidentes vías de solución.

La intención de Washington es tensar al máximo la cuerda para que Teherán acabe claudicando y aceptando unas negociaciones, una estrategia que se perfila errónea ya que las autoridades iraníes no están dispuestas a dialogar con una pistola en la cabeza ni se fían de que EE.UU. respete ningún compromiso.

“Ni guerra ni negociaciones”, subrayó la semana pasada el líder supremo iraní, Ali Jameneí, y esta frase se ha convertido en el mantra de todos los políticos y militares iraníes, pese a que el presidente estadounidense, Donald Trump, insistió en que está abierto a un diálogo y que en caso de conflicto sería “el fin oficial” de Irán.

Teherán no puede negociar en las actuales circunstancias, necesitaría llegar fuerte a la mesa y, en esta línea, el presidente iraní, Hasan Rohaní, aseguró el lunes que “no es el momento de la negociación sino de la resistencia” frente a EE.UU.

La administración Trump impuso sanciones a Irán tras retirarse unilateralmente el año pasado del acuerdo nuclear firmado en 2015 entre Teherán y seis grandes potencias y decidió recientemente desplegar en el golfo Pérsico el buque de asalto anfibio USS Arlington, misiles Patriot, el portaaviones USS Abraham Lincoln y bombarderos.

En opinión del analista iraní Mohamadreza Moradí, experto en seguridad en Oriente Medio, los planes de Washington pretendían hacer creer a la comunidad internacional que la guerra era “inevitable”, pero “la fiebre ahora se ha calmado”. “Trump ya anunció que no quería volver a gastar miles de millones de dólares en conflictos en Oriente Medio sin obtener resultado, por lo que es totalmente ilógico que quiera llevar a EE.UU. a otra guerra que sería muy costosa”, explicó el experto.

Del lado iraní, la estrategia se basa en que “hasta que no ataquen a Irán o a sus aliados no habrá ninguna reacción”, según Moradí, quien descartó que Teherán esté detrás “de modo directo o indirecto” de los últimos sabotajes y ataques en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.

Cuatro petroleros resultaron dañados este mes en un sabotaje a un puerto emiratí y un oleoducto saudí fue atacado con drones, unos sucesos de los que Irán se ha desmarcado pero de los que le responsabilizan indirectamente algunos países.

Riad acusó a Irán de haber ordenado el ataque con drones a los rebeldes hutíes del Yemen, mientras que EE.UU. consideró que el disparo de un proyectil hace dos días contra la Zona Verde de Bagdad es obra de milicias chiíes aliadas de Teherán. De hecho, el pasado miércoles, aduciendo supuestos indicios de amenaza iraní que no ha desvelado, EE.UU. ordenó evacuar al personal no esencial de su embajada en Bagdad. Estos incidentes pueden tener “consecuencias muy serias y funcionar como una chispa en un almacén de pólvora, por lo que Irán no haría semejantes actos”, insistió el analista iraní.

Informe Desde la organización internacional Crisis Group advirtieron en un reciente informe de que “todos los ingredientes para una escalada están presentes esté o no Teherán directa o indirectamente detrás de los ataques y esté o no Washington inventando acusaciones”.

“Incluso suponiendo que ninguna de las partes busque la guerra, la creciente fricción significa que las intenciones pueden no ser suficientes para evitarla”, según Crisis Group, que alertó de las “consecuencias desastrosas” de un conflicto tanto para los países de la región como para la economía mundial.

El golfo Pérsico es estratégico ya que por esa zona cruza un 30 por ciento del petróleo mundial e Irán ha amenazado con bloquear el estrecho de Ormuz, si EE.UU. le impide seguir exportando su crudo. En esta región están tanto las tropas Centcom de EE.UU. como y los Guardianes de la Revolución de Irán.