Agur consternado al padre del escritor Joseba Sarrionandia
Durango - El pasado martes falleció Migel Sarrionandia Jaio, iurretarra de 89 años, para algunas personas conocido por ser el padre del escritor Joseba Sarrionandia. También era tío del actual alcalde de la anteiglesia, Iñaki Totorikaguena. La despedida religiosa se ofició en la parroquia Aita San Miguel de Iurreta. Él, desde Goiuria, fue testigo de los bombardeos fascistas sobre Durango el 31 de marzo de 1937.
El matrimonio compuesto por Migel Sarrionandia y Natalia Uribelarrea dieron a Euskal Herria cuatro retoños: Joseba, Mariaje, Txetxu y Aitor. Este último confirmó que comunicaron al literato el fallecimiento de su aita. “Se mostró muy afectado. Solían hablar cada cierto tiempo”, trasmite el hijo menor de la pareja.
Migel Sarrionandia Jaio nació en el caserío Basterretxe del barrio iurretarra de Goiuria, inmueble histórico que se ubica entre los dos restaurantes que hay en el alto de la anteiglesia y que muestra orgulloso con un hórreo, ahora rehabilitado.
Cuando contrajo matrimonio con Uribelarrea, se mudaron a vivir a una casa del barrio del mismo municipio llamado Garaizar. Allí nació Joseba Sarrionandia. La familia acabaría trasladándose a vivir a Durango.
De joven, Migel estudió oficio en el centro de los Maristas de Durango y ya entonces la firma Fundiciones San Miguel, a la postre Fundiguel, le contrató. Más adelante, los socios de esta empresa anunciaron el cierre de la misma y un grupo de trabajadores asumieron su dirección y la convirtieron en una Sociedad Limitada.
Al jubilarse, era un hombre que hacía sus recados y le gustaba, sobre todo, pasear y pasar por el Bar Paco de Iurreta. Los últimos años, pasaba el tiempo paseando por el barrio durangarra de Madalena, el camino que une su hogar con la parada del autobús. “Era mucha la gente que le veía por allí”, apostilla la familia.
La familia de Sarrionandia sufrió la entrada de los fascistas en Iurreta durante la Guerra Civil. Narraba que tuvo que salir con los animales del caserío de Goiuria hasta Amorebieta, al barrio de Boroa. Su padre continuó hasta Karrantza. Migel solía contar que un avión le ametralló en el barrio zornotzarra. Que se libró de las balas y la muerte echándose en la zanja contraria al sentido que traía el caza. Y lo mismo al segundo intento del aeroplano.
Este testimonio recuerda a cómo su hijo Joseba escribió sobre el devenir de su amama materna, Irene, en el bombardeo fascista sobre Durango, donde la mujer vio cómo moría a su lado una amiga. Migel fue testigo del sádico bombardeo desde la atalaya de Goiuria. El literato dejó escrito sobre Irene, en Akordatzen, lo siguiente: “Recuerdo que nadie hablaba sobre la Guerra Civil. No supimos acerca de la guerra en mucho tiempo. Pero, desde que supimos un poco, empezamos a darnos cuenta de que aún había edificios destrozados en el pueblo, empezamos a ver trincheras en la montaña y que en las paredes de la calle también observábamos agujeros de disparos, notables recuerdos de la guerra en el silencio del paisaje humano. Recuerdo que amama Irene me dijo una vez, que en el último día de marzo de 1937 no se podía caminar por Durango sin pisar sangre”. De alguna forma, su padre, Migel, también divisó aquel horror desde Goiuria.
El fallecimiento de Sarrionandia consternó a los habitantes de Iurreta. Uno de ellos es el alcalde de Iurreta, sobrino de Migel. “Mi tío se ha ido como ha sido su vida, discreta y de pocas palabras. Era de los que, como se suele decir, decía más por lo que callaba que cuando hablaba”, explica el regidor, quien recuerda una anécdota que a su juicio describe muy bien lo aportado. “Hace ocho o nueve años le dije que yo iba para alcalde de Iurreta y no me dijo mucho, pero solo con sus gestos me hizo saber: tú no sabes en que lío te metes”, sonríe Iñaki Totorikaguena Sarrionandia.
Kristina Mardaras, por su parte, revive a Migel como “un trabajador de la fundición noble, muy callado, que nunca levantaba la voz, risueño y buen hombre”.
Antton Mari Aldekoa-Otalora coincide con Mardaras, a pesar de ser preguntado por separado. “Le conozco de toda la vida, más corta que la suya? Era callado, trabajador y siempre dispuesto a ayudar pasando desapercibido”.
Jon Irazabal resume de alguna forma la misma forma de pensar: “Era popular, pero anónimo. No destacaba, pero estaba presente”, aporta.
Aitor Sarrionandia, hijo del finado, corrobora todas estas palabras. “Era así, el típico trabajador vasco generoso”, le reconoce.
Uno de los vínculos que vivió Migel con su hijo escritor se produjo durante los nueve meses que el activista pasó en Herrera de la Mancha en huelga de comunicaciones, “allá por 1982 o 1983”. Un autobús viajaba cada dos semanas sabiendo que no habría visita. Pero acudían, estaban el tiempo correspondiente a la visita y regresaban. “En nuestra casa fue aita el que hizo casi todos aquellos viajes”, le reconoce Aitor.
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