Bilbao - Simplemente pensando que han visto a los demás hacer lo mismo y no les ha colado, deberían darse cuenta de lo inútil de su esfuerzo. Resulta más eficaz, aunque cueste lo suyo, asumir los errores y, si procede, aportar las aclaraciones oportunas sin echar balones fuera ni endilgar la responsabilidad a otros.

J. V.: Hay personas, me temo que muchas, que en lugar de explicaciones, tienen siempre a mano una excusa.

-I. Q.: Sí. En general, creo que todos tiramos de las excusas cuando hacemos algo mal. Y cuando digo mal, no me refiero a causa de una negligencia, sino de un olvido, una tozudez, etcétera. En esa situación, hay quien al cabo de un rato, repara en que eso no es ni didáctico, ni pedagógico, ni honesto, y se autocrítica aparcando la excusa y dando la cara, que siempre es mejor que la aprobación o reprobación de nuestros semejantes.

J. V.: Y muchas excusas son escasamente creíbles.

-I. Q.: Casi todas lo son. Pero no quiero dejar de citar a aquellas personas extremadamente honradas que tienen que dar explicaciones de todo, muchas veces de manera prolija, dando la impresión de que se están justificando con excusas, cuando en realidad están desarrollando un ritual que lo que pretende es aliviarles de la necesidad de agradar.

J. V.: ¿Qué dice de una persona el hecho de que recurra sistemáticamente a excusas?

-I. Q.: Muchas cosas. Una, que no se cree competente, duda de sus habilidades y de sus resultados. Otra, que no se aplica y que en lugar de decir que lo ha hecho mal, le echa la culpa a otros. Las buenas personas siempre creen que podrían hacerlo mejor y sufren por ello, viéndose en la necesidad de expresar las ideas que se les han ocurrido, pero que no han podido llevar a cabo. Los jetas siempre están seguros de eso, de que las buenas personas lo pueden hacer mejor y delegan en ellas, echándoles la culpa de su imperfección.

J. V.: ¿Tú crees que la gente se traga esas malas excusas?

-I. Q.: No, no lo hace. Pero la gente inteligente suele saber distinguir a quienes obran de buena fe de quienes no, y si les dedican un poco de tiempo y les dan otro poco de confianza a la buena gente, consiguen que se centren en la tarea y saquen más provecho de sus habilidades? y que de paso, dejen de sufrir.

J. V.: ¿Qué hago ante alguien que trata de colarme una de esas ruedas de molino para comulgar? ¿Sonrío y finjo que me lo he creído? ¿Le monto un cirio?

-I. Q.: Hombre, depende de lo que esté en juego y de lo que te vaya en la situación. Si lo que está en juego es importante y la excusa es para evadirse de una responsabilidad, no puedes sonreír. Si es algo banal, pues te puedes reír en el momento y un poco más tarde, con buen humor y una mano en el hombro, que siempre reduce tensiones, decirle algo para transmitirle que no eres tan ingenuo y ponerle un límite. Montar un cirio creo que es algo que hay dejar solo para las contadas ocasiones que alguien está cruzando todas las líneas rojas del respeto y se quiere reír de ti.

J. V.: Si es la octava vez que me viene con la misma monserga...

-I. Q.: Pues hay que dejarle claro que la última vez que te vino con la misma monserga fue la séptima, y al mismo tiempo, revisar qué es lo que no has hecho bien, que normalmente es poner un límite que luego no aplicas. Aquello de “es la última vez” que va seguida del consabido “bueno...”

J. V.: Lo curioso es que hay quien se pone excusas a sí mismo? ¡Y se las cree! Lo de “he suspendido porque me tienen manía” o “no he ganado la Behobia porque iba todo el mundo empujándome”.

-I. Q.: ¡Ay con el narcisismo! Esa necesidad de estar por encima de todo como el aceite es nociva y se acompaña de la atribución de los malos resultados a los demás, que no tienen otra cosa que hacer que ir poniendo zancadillas y teniendo manía. Pues allá quienes obren así. Oye, me acabas de dar una idea con lo de la Behobia, porque no la he corrido nunca y ahora ya sé por qué. Ya decía yo...

J. V.: A veces, hasta se emplean por adelantado. Son de lo más sospechosas las excusas no solicitadas.

-I. Q.: Sí, pero no siempre son acusaciones manifiestas. Las personas inseguras te anuncian lo que han hecho mal y el porqué para ponerse la venda antes de recibir la pedrada, y lo que hacen es darse la pedrada directamente.

J. V.: En el extremo opuesto, esas personas que se pasan el día excusándose por cosas que no les son achacables.

-I. Q.: Son los que te acababa de mentar. Procesan la información de forma distorsionada y no solo se atribuyen la responsabilidad de aquello a lo que no pueden llegar sin que nadie se lo haya pedido, sino que interpretan como dirigidos hacia sus personas comentarios generales. Es decir, personalizan la información y están seguros de que están hablando de ellos cuando en realidad no es así.

J. V.: Además de pretexto, excusa también implica, en ocasiones, una petición de perdón o disculpa por algo mal hecho. Si hablamos en este sentido, cuando metemos la pata o herimos a alguien, procede una presentación sincera de excusas.

-I. Q.: Sí. Una sincera disculpa, como un sincero agradecimiento, son de las cosas más hermosas que pueden pasar porque promueven el encuentro entre personas en aspectos de la vida cotidiana. A veces juramos lealtades extremas y decimos que daríamos la vida por alguien, algo que afortunadamente no hay que hacer, pero llegado el momento, no somos capaces de decirle gracias, perdona, te quiero u otras cosas que sí se pueden hacer todos los días.