bilbao - En el umbral de los 80 años, conservando sus facultades intelectuales y su mala salud de hierro, falleció el pasado 17 de noviembre Javier Elorriaga Bilbao, natural de Derio, hombre de bien, padre y marido ejemplar, empresario innovador y fiel alderdikide del EAJ-PNV. La muerte le sorprendió en Menorca, donde residía durante una parte del año. Una muerte inesperada tras una jornada de amistad y familia, de regreso de un viaje de trabajo en Madrid.
La historia vital de Javier responde a la perfección al perfil del emprendedor vasco hecho a sí mismo. Era el prototipo del self-made man. Muy joven buscó en Alemania y otros países europeos el conocimiento y la inspiración que dieran salida a sus inquietudes. Aquella experiencia fructificó, además de en el conocimiento de varios idiomas, en una visión renovadora de la empresa y la gestión, su auténtica pasión. Supo, antes que nadie, que la clave de todo proyecto económico son las personas, su creatividad y su participación. Y convenció hacia el cambio a aquellos que pensaban -y aún lo creen- que la prioridad son los recursos financieros y tecnológicos, por encima de los humanos. Muchos directivos de compañías líderes vascas e internacionales han recibido sus enseñanzas en la gestión de procesos y de equipos.
Junto con su hermano Imanol -que fue presidente de la Cámara de Comercio de Gipuzkoa-, su mayor referente en la vida, puso en marcha importantes proyectos empresariales en los sectores de la electricidad y la climatización, que emplearon a cientos de profesionales. Tras la crisis industrial, entregó todo su saber al servicio de la educación, la formación para el empleo juvenil y participó en la creación de entidades sociales para la lucha contra la drogadicción, una verdadera lacra en la década de los 80.
Durante esos años se volcó en la promoción del euskera, la libertad de enseñanza y la cultura vasca en cuya tarea fue, según Iñigo Agirre, diputado del PNV en el Congreso, “gran colaborador en temas de educación con la LODE (Ley Orgánica de Derecho a la Educación) y la Ley de Autonomía Universitaria”. Suya fue la iniciativa de la recuperación de la memoria del exilio vasco y la edición del La generación del exilio. Génesis de las escuelas vascas y las colonias escolares (1932-1940), escrito por el historiador Gregorio Arrien, quien recientemente reconoció que aquel libro abrió el camino para la investigación del éxodo vasco derivado de la guerra civil.
Su espíritu creador, pensamiento crítico y su osadía empresarial le llevaron, junto con Imanol, a reflotar la empresa Niessen. Y, por supuesto, tuvo una participación activa en la gestación de DEIA, a cuyo proyecto dedicó un generoso esfuerzo y grandes riesgos personales para la consolidación de un periódico de inspiración democrática y abertzale. Javier era de esas personas, carente de vanidad, que no aparecen en las fotos en la hora de los honores públicos.
visionario Más que nada, Javier fue un pionero, un visionario, lo que le acarreó no pocas incomprensiones y desilusiones. Iba muchos años por delante. Su pasión por un concepto ético y participativo de los trabajadores le llevó a crear Banpro, Consultores, Innovación y Personas y a definir el método que constituye el legado de su vida: Ingeniería Humanística, una novedad a escala mundial que escribió, junto con su hijo Tomas, para el desarrollo de personas y negocios en el entorno de las nuevas realidades de la formación y la gestión. Por este innovador sistema, algunos altos ejecutivos han calificado a Javier Elorriaga como el “Stephen Covey vasco”, por su revolucionario concepto de la realidad social y de las capacidades humanas al servicio del progreso de la gente y las naciones. Ya en la década de los 70, Javier Elorriaga supo cambiar el viejo paradigma capitalista con su lema: La solución está en las personas, un concepto que los gurús del management hacen suyo en la era de la globalización.
Y si Javier creía profundamente en las personas, no era menor su amor por Euskadi y sus libertades.
Fue un nacionalista consecuente, activo y comprometido, lo que le llevó a formar parte entre 1983 y 1987 del Bizkai Buru Batzar del EAJ-PNV, presidido entonces por Xabier Arzalluz, con quien compartía, además, un intenso afecto por lo germánico. Se le encomendó las áreas de educación, cultura y empleo, dejando en su tarea la huella de sus ideas y métodos renovadores al servicio de Euskadi y del Gobierno vasco, encabezado por Carlos Garaikoetxea, y especialmente en su apoyo a los consejeros Pedro Miguel Etxenike, Ramón Labayen y Javier Caño.
Javier deja un inmenso vacío en su familia, en su compañera de toda la vida, Mila, tras cincuenta años juntos, y en sus seis hijos, Tomas, Monika, Javier, María, Txini y Nora, así como también en sus siete nietos, que le adoraban.
Y a todos los que estuvimos en su entorno nos deja la memoria de su bondad, generosidad, alegría y entusiasmo, que nunca podremos compensarle. Javier Elorriaga no era de frases magníficas, sino partidario de la sencillez y la autenticidad. Así que, conmovidos y agradecidos, sólo podemos despedirnos con estas últimas palabras, desde nuestra admiración por su vida y honrosa trayectoria: Agur, Javier, ikusi arte Jainkoaren etxean.