Nació en esa misma ciudad helvética el 9 de abril de 1933 y estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de Zurich entre 1950 y 1953, aunque tuvo un inicio precoz: a los 13 años, fotografío a Winston Churchill.

En la Escuela de Arte, sin embargo, es donde aprendió a componer con la luz y a considerar a esta en relación con las sombras. De esas clases, que forman su mirada, nace su toque especial, su esencia: la elegancia depurada de una composición, el juego sutil, abierto y significativo de las líneas sólidas de una imagen.

Durante el servicio militar comenzó a utilizar la cámara Leica y de 1953 a 1955 trabajó de director de documentales.

Se adscribe a la fotografía humanista dominante en el París de los años cincuenta y allí fotografía momentos especiales y delicados, al estilo de Izis y Doisneau. Sin embargo, tomando luego como modelo a Cartier-Bresson, Burri inicia la búsqueda de fotografías documentales más densas que el reflejo de simples anécdotas.

En 1955, ingresó en la Agencia Magnum y empezó a viajar por todo el mundo, realizando tanto retratos como paisajes, reportajes políticos y sociales, fotografía de arquitectura e industria, etc. Formó parte de una generación de fotógrafos jóvenes, inquietos y alegres, de acuerdo al espíritu de los años sesenta, en los que el fotoperiodismo estaba en su momento más dulce.

Durante esa etapa en Magnum, adonde llegó como miembro asociado, fue reconocido internacionalmente por uno de sus primeros reportajes sobre la mutilación infantil: Touch of Music for the Deaf, publicado en la revista Life.

En 1956 viajó por toda Europa y por Oriente Medio y más tarde lo haría por Latinoamérica, donde realizó una serie de fotografías sobre gauchos que se publicó en la revista Du en 1959.

Su nacionalidad suiza le permitió viajar libremente por las dos Alemanias tras la Segunda Guerra Mundial, lo que le permitió retratar esa etapa tan oscura en el epicentro de la posguerra.

Desde el respeto

Siempre utilizó la cámara siguiendo su mirada curiosa, respetuosa y sin cinismo. Antes de la democratización actual de la fotografía, él ya dijo que “fotografiar lo puede hacer cualquiera, lo que hace falta es una opinión”. Y Burri opinaba en las grandes revistas, en Life, Look, Paris-Match o Stern, siempre en banco y negro y siempre con una universal Leica.

En 1982 abrió en París la Galería Magnum, junto con Bruno Barbey. Desde 1988 era director artístico de la revista Schweizer Illustrierten.

También trabajó en color y rodando documentales, y se adentró en el mundo del diseño haciendo collages. A pesar de que estuvo en varios conflictos armados, como la Guerra de los Seis Días, Vietnam o Beirut, siempre se negó a retratar cadáveres, pues creía firmemente que no era necesario para ofrecer al mundo la cruda realidad de situaciones siempre evitables y siempre reprobables.

La imagen de su vida

René Burri fotografió la vida tal y como él la vio, y recogió escenas cotidianas de cualquier calle de Brasil o China, e inmortalizó instantes de personajes como Picasso, Le Corbusier y Giacometti. Fue, sin embargo, su retrato de Ernesto Che Guevara para la revista Look su imagen más popular.

Traspasó el marco documental para convertirse en icono generacional. Fue la primera entrevista que dio el guerrillero a un medio estadounidense, cuenta ABC. Burri contaba lo difícil que resultó este personaje: arrogante y duro, no cesaba de moverse. Además, amenazó a Burri jocosamente, ya que un compañero fotógrafo que había acompañado al Che por Sierra Maestra pasó información al servicio de inteligencia norteamericano. La imagen apareció pequeña dentro de un amplio reportaje y no se hizo famosa hasta que el Che murió cuatro años más tarde. Burri siempre le quitó mérito a esta instantánea. Consideró que todo se basaba en el encanto del humo.