durango. El pasado miércoles 6 de noviembre falleció uno de los últimos testigos vivos del bombardeo de Durango de 1937. En el ataque aéreo, los fascistas asesinaron a dos tías suyas de Eibar durante la celebración de una misa en la iglesia de Santa María de Uribarri. José Manuel Azurmendi Muguruza, también conocido como Imanol, fue además uno de los impulsores del Durango Rugby Taldea. Su casa fue la primera sede social de la entidad deportiva vizcaina. Precisamente desde el DRT le agradecen su colaboración y disposición: "A él le debemos muchas de nuestras primeras aventuras como club. Allí donde esté, seguro que nos seguirá animando", valoran en la agrupación en la que, entre otros, siguen trabajando descendientes suyos.

Azurmendi era uno de los supervivientes de los bombardeos fascistas del 31 de marzo sobre población civil indefensa que sufrió la villa de Durango hace 76 años. Bombardeos, porque se registró uno por la mañana, el más recordado, y otro a media tarde. Ambos tuvieron como violadores de los derechos fundamentales a la Legión Italiana del aire, con el beneplácito de nazis y los militares españoles del General Mola sublevados contra la democrática Segunda República.

José Manuel Azurmendi Muguruza relató en numerosas ocasiones su testimonio sobre aquel inhumano 31 de marzo y jornadas posteriores. Sus palabras y gestos quedaron plasmados, por ejemplo, en un documental titulado Durango, isildutako bonbardaketa, el bombardeo silenciado, en el que también participaron otros testigos como el historiador Iosu Chueca o el bertsolari Xabier Amuriza.

documental La película de ETB contextualizaba aquel último día de marzo en una villa de alrededor de 9.000 habitantes, según sus fuentes. Azurmendi se encontraba aquella mañana en la iglesia San José de los padres jesuitas, en Kurutziaga. "Cuando una bomba pegó en el tejado, escuchamos un fuerte estruendo que se me quedó grabado en la mente. Al mirar hacia arriba vi como una bola de fuego, eso recuerdo, ese resplandor rojo y se vino la torre abajo", quedó grabado para la historia.

En su exposición narró, además, que él estaba ubicado bajo el coro. "La txapela del coro nos salvó a los que estábamos allí. Siempre te cae algún cascote, pero el coro quedó derecho. No podíamos salir de allí porque las puertas se quedaron atrancadas. No me acuerdo el tiempo que pudimos estar. No nos veíamos los unos a los otros en un metro de distancia por el polvo".

En una de estas, el de Durango vio a un hermano suyo que era gudari del batallón Kirikiño. "Sabía que yo estaba en misa y él fue el primero en ayudarme". Su madre le estaba esperando en el exterior del templo ignaciano. Ella "fue la primera persona que vi". En el interior quedaban yaciendo muchos cuerpos muertos, sin distinción de ideologías. Parecía un cementerio. "No había asistencia y muchos murieron desangrados. Se hizo el silencio, estábamos todos como aterrados", apostillaba Azurmendi, quien agregaba que "dos tías mías que vinieron de Eibar a misa murieron en la iglesia de Santa María. Todas las familias quedaron tocadas de una u otra forma".

Azurmendi analizaba que la versión de aquel tiempo de los sublevados contra la democracia fue que los bombardeos habían sido obra de "las hordas rojas separatistas. Fue mentira, era propaganda franquista, hechos que después se han demostrado".

El entonces niño aseguraba que había oído que las bombas incendiarias utilizadas por los nazis en Gernika-Lumo, semanas después, se probaron en los ataques aéreos a Durango. "También se decía que en Durango hubo más muertos que en Gernika", estimaba e iba más allá en este asunto: "Antes nunca se hablaba de los durangueses, solo del bombardeo de Gernika, Gernika y Gernika, y eso nos tenía a los supervivientes de Durango un poco ofendidos", manifestó a cámara.

Azurmendi concluía su testimonio: "Cuando he contado en casa lo que pasamos entonces, me dicen que soy de otro mundo, pero yo eso lo he vivido. Yo lo he vivido".