madrid. La falsificación del pasaporte de Santiago Carrillo, con su famosa peluca, para que pudiera entrar en España en 1977, fue el último trabajo del "falsificador del PCE", Domingo Malagón, fallecido el viernes y cuyas "creaciones" consiguieron salvar del paredón a centenares de comunistas, en España y Francia.
Uno de sus hijos, Rafael Tobeña, pasó todo el día escarbando en su memoria, según contó a los medios en el tanatorio de Parla (Madrid), donde se veló su cuerpo, los recuerdos que le ha legado la vida "tan intensa" que tuvo un hombre que dedicó más de cuarenta años a cambiar la identidad de más de mil quinientas personas.
Domingo Malagón, madrileño del barrio de Chamberí, murió el viernes, a los 95 años en Parla, donde residió desde que regresó a España en 1977 cuando la democracia, por la que tanto había luchado, se convirtió por fin "en un sueño hecho realidad".
Él fue uno de los que contribuyó, como recordó ayer el líder de IU, Cayo Lara, a que la democracia se instaurara, y lo hizo con sus pinceles y tinta china. Siempre en casas de "camaradas franceses", ya que fue en el país vecino donde se exilió y realizó este trabajo clandestino.
Salvoconductos, pasaportes y hasta títulos universitarios como el que facilitó al escritor Jorge Semprún. Cualquier "papel" que permitiera a los "camaradas" entrar y salir de España o moverse por cualquier lugar del mundo con tal grado de perfección que jamás nadie fue detenido porque fuera detectada anomalía alguna en la documentación.
Solo la cúpula del Partido Comunista conocía su identidad, que fue protegida con "enorme celo" por el propio Carrillo porque en sus manos estaba la vida de miles de compañeros y de hecho, el entonces secretario general llegó a decir que era el "único insustituible" del partido.
sin tentaciones Domingo, de origen anarquista y militante del PCE hasta la llegada de la democracia, nunca tuvo tentaciones de falsificar nada que no tuviera relación con documentos de identidad para los compañeros, salvo una vez.
Una sola vez, acuciado por el hambre, se vio obligado a falsificar una cartilla de racionamiento en la Segunda Guerra Mundial, pero jamás cedió a la tentación, como le propusieron en alguna ocasión tras la muerte de Franco, de alterar otro tipo de documentos.
Iba para artista y estudiaba en la Academia de Bellas Artes de San Fernando cuando le sorprendió la Guerra Civil y decidió alistarse en el V Regimiento, donde combatió los tres años que duró la contienda.
El abuelo, como todos sus descendientes le llamaban, cruzó entonces los Pirineos solo con unas botas al hombro, como ha recordado en ocasiones su nieta Isabel, y se estableció en Perpignan, donde en 1943 realizó su primera falsificación, una cartilla de racionamiento para un comunista español.
Responsable por aquella época del PCE en la región gala de Pirineos Orientales, fue enseguida apartado de su puesto para volcarse de lleno en esta nueva tarea en la que había demostrado grandes dosis de talento.
Una de las "grandes obras de arte" que su hijo recuerda es la falsificación que su padre tuvo que hacer "sobre la marcha" de todos los papeles que la histórica dirigente comunista Dolores Ibarruri necesitó para llegar desde la antigua Yugoslavia a Francia en 1973, una de las poquísimas ocasiones en las que Domingo salió del Estado francés para realizar un "trabajo".
carrera artística truncada Nunca más retomó la carrera truncada de Bellas Artes y únicamente cuando dejó la falsificación se dedicó a pintar para entretenerse, al óleo y al carboncillo. Clasicismo puro. "Él era más de Goya y Velázquez", señaló su primogénito.
Tobeña era adoptado, también su hermana, mientras que otro hijo, ya fallecido, era el único hijo biológico de Domingo y su esposa, Escolástica Jiménez, sargento de enfermería del Ejército francés, con la que se casó el mismo día que se legalizó el PCE.
El abuelo, que tras su largo exilio se ocupó hasta su jubilación de los archivos del PCE, vivió sus últimos años con una salud aceptable y con la mente más o menos lúcida hasta que hace tres años, como lamentaba su hijo, dejó de interesarle todo.
Durante todo el día de ayer, numerosos vecinos, amigos y algunos "camaradas" se acercaron al tantorio y destacaron que Domingo era "de lo más bueno del mundo" y que también hoy acudirían a su incineración en el cementerio de esta localidad madrileña.
Entre los que se acercaron a despedirse de Malagón estuvo Santiago Carrillo, quien lo definió como una pieza clave del partido y único "insustituible" de la época clandestina porque gracias a su trabajo muchos comunistas eludieron la represión. "Gracias a las habilidades que poseía, los comunistas clandestinos pudieron moverse y viajar casi libremente por la España franquista". Según explicó Carrillo, era capaz de "reproducir" cualquier documento por complejo que fuera: el papel, la textura o la filigrana, un trabajo tan preciso y afinado -dijo- que nunca nadie fue detenido porque se detectara que portaba documentación falsa.
Carrillo afirmó estar convencido de que Domingo Malagón hubiera sido "un buen pintor" de no haber estallado la Guerra Civil y era tan bueno, en su opinión, que incluso él mismo ha asegurado haber tenido menos problemas viajando con documentación falsa suya que cuando empezó a viajar con su identidad real.