LA línea que separa el bien del mal es muy fina. Sobrepasarla resulta sorprendentemente sencillo y, habitualmente, la balanza se inclina por el lado oscuro. Resulta tan fácil traspasar esa línea que, en ocasiones, incluso aquellos que han jurado velar por la seguridad y el bienestar de los ciudadanos y por salvaguardar las normas acaban infringiéndolas. Es el caso de uno de los cuatro detenidos el pasado día 7 de marzo como presuntos autores del atraco a punta de pistola de la taberna Rogelio de Bilbao. Dio el salto de policía a ladrón. Se trata de un exmando de la Er- tzaintza que no dudó en truncar su futuro profesional, aliándose con aquellos a los que, en un principio, debía detener.
El atraco a mano armada que vivieron los empleados del bar Rogelio, cerca de la plaza Aita Donostia de Basurto, fue rápido y limpio. Digno de unos profesionales. Y así era. Uno de los cuatro integrantes de esta banda resultó ser un exertzaina; un agente con una larga trayectoria profesional dentro de la policía vasca. Una trayectoria que le llevó a poseer la categoría de mando dentro del Cuerpo. Sin embargo, no pudo vencer la tentación y se pasó al lado oscuro. El agente fue expulsado de la Er-tzaintza hace años y condenado a una pena de seis años de prisión por su implicación en una trama de tráfico de drogas.
Último golpe A pesar de la condena, el exagente continuó con su carrera delictiva. Además, puso sus conocimientos como representante de la ley al servicio de un grupo de delincuentes. Su último golpe fue el asalto al bar Rogelio que tuvo lugar la tarde del pasado miércoles. Dos hombres, de origen rumano, entraron a la taberna pistola en mano. Tras reducir y atar a uno de los camareros se hicieron con la recaudación y, en apenas unos minutos, huyeron. Nadie, ni los clientes ni el resto de camareros se percataron de lo ocurrido.
Fuera del local, a bordo de una furgoneta, esperaban sus dos compinches, ambos con DNI español. Uno de ellos era el expolicía, el único de los cuatro atracadores que poseía antecedentes policiales. Después huyeron en sentido Zorrotza, pero antes de llegar a abandonar el barrio de Basurto fueron interceptados por una patrulla de la Policía Municipal que logró detenerlos.
Una vez arrestados, los policías se percataron de que las armas empleadas eran simuladas. Sin embargo, este hecho no supone un atenuante, ya que el efecto intimidatorio es el mismo. "La coacción que ejerce el arma sobre las víctimas es igual, ya que esta desconoce su veracidad, lo que le lleva a acceder a sus peticiones. Lo que se pena es el uso de un arma de fuego no el hecho en sí de que sea real", aclaran fuente judiciales.
Ahora, casi una semana después del atraco, los empleados del bar Rogelio aseguran estar tranquilos. "Estamos bien, aunque hay mucho revuelo y murmullos entre los clientes. Pero no hay de qué preocuparse. Nosotros seguimos trabajando como si nada, incluso después del robo, cuando estaban por aquí los policías investigando, no dejamos de trabajar", reconoce uno de los camareros, quien confirma que tras la detención recuperaron el dinero sustraído.
Asaltos como el vivido en este local engrosan una lista de apenas unos pocos casos aislados en Bilbao. Sin embargo, este es el tercer robo a mano armada que se contabiliza en la capital vizcaina en lo que va de año. Los comercios y establecimientos hosteleros de la villa o, al menos, tres de ellos, han sufrido robos a punta de pistola en apenas tres meses.
Si bien, fuentes municipales quisieron resaltar que no se trata de una banda organizada, ya que los tres casos no guardan relación entre sí a pesar de que sus modus operandi tengan algunas coincidencias.