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Una docente con el euskera por ikurriña

Una docente con el euskera por ikurriñaFoto: FAMILIA ASTOBIZA-URIARTE

amorebieta-etxano. El pueblo de Amorebieta-Etxano se conmocionó el domingo al conocer el fallecimiento de Ana Uriarte Euba a los 63 años: Ana, la de la academia de inglés y, al mismo tiempo, local de miles de servicios informáticos, en torno a oposiciones, de contabilidad... a la carta de quien entrara. Ana, la exandereño de Karmengo Ama, El Carmelo y Andra Mari Ikastola. Ana, la mujer zornotzarra comprometida con el euskera. Y un sinfín de Anas más en una misma persona. Ayer, los que más le querían le despidieron en la parroquia Andra Mari, que quedó pequeña.

Uriarte nació el 11 de septiembre de 1948 en el barrio de Montorra, en el caserío Garai. Su padre era Pedro, transportista y mecánico. Su madre era Puri, ama de casa. Anamari cursó sus estudios en Karmengo Ama y con casi 20 años estuvo en París, de paso, unos días antes de que explotara el mayo del 68, fechas que vivió en Londres, adonde fue de au pair, a cuidar niños y con el objetivo de aprender inglés.

Sin embargo, para entonces, ya había vivido también en Iruñea, donde trabajó de secretaria en Endesa y al mismo tiempo aprendía francés. También había trabajado en Alfa de Bilbao. A su regreso del Reino Unido a Amorebieta pasó por los colegios citados como profesora de inglés. "En el plano académico era estricta, exigente, pero a la vez era muy cercana. Estaba siempre muy pendiente de los detalles. Se preocupaba por ti y por tu trayectoria. Era muy querida en el pueblo. Ayudó a un montón de gente de forma discreta, sin pedir nada a cambio. Yo destacaría su nivel humano y su apoyo al euskera. Ha sido una pérdida enorme para el pueblo", valora el periodista Unai Larrea, adjunto al director de DEIA y exalumno de Anamari en El Carmelo.

"¿Qué necesitas?" Por aquellos tiempos emprendió con una academia. Comenzó impartiendo clases de inglés, pero se fue adaptando a los tiempos con el boom de la informática, de las oposiciones... Incluso dejaba a jóvenes sus locales para que comenzaran a dar clases particulares. "Si alguien entraba y preguntaba qué ofertan aquí, ella respondía: '¿Qué necesitas?", recuerda su hija Amaia.

La zornotzarra fue una mujer muy vinculada a la cultura y enraizó su pasión por el euskera. Formó parte de la asociación Euskerazaintza ta euskerazaleak de defensa de los euskalkis y contraria al batua. "Contactarían por el tema de la informática, para ayudarles, por la identidad euskaldun. Les organizaba charlas, les solicitaba subvenciones, les digitalizaba cosas para libros...", apunta Amaia.

Y es que a Anamari "que su euskera no se lo tocara nadie, aunque acabó formándose también en el batua como andereño de los colegios". Fue una mujer que, cuentan, luchó por el derecho de que se pudiera estudiar en euskera en la oferta pública. "Ha hecho tantas cosas en su vida que muchas ni conocemos y nos vamos enterando día a día", le reconoce su hijo Igor quien aplaude la labor que su amatxu junto a su aita, Juan Astobiza -se casaron en 1971-, han llevado a cabo para que tengan una preparación de futuro. "Nos ayudaban en los estudios, animaban a ir de campamentos para aprender de la vida y no tenernos como en una burbuja, nos dieron la oportunidad de estudiar fuera...", agradece Igor.

Larrea recuerda a Ana haciendo de traductora en la Bizkaiko Bira con equipos holandeses, rusos... Muy vinculada, por Pedro Uriarte, a la sociedad ciclista. Desde el plano cultural, el artista zornotzarra Javier Lacalle Laka le recuerda como "detallista". "Inaugurabas una exposición y te enviaba, por ejemplo, una flor. De ella solo puedo decir bondades. Una pena que la hayamos perdido", agregaba. Sus amigas que quedaban para tomar un café le definen como "comprometida y currela por Euskadi y el euskera. Y valiente".

Su hija Amaia define a su madre como una mujer "muy muy aber-tzale que en asuntos de ayudas sociales su visión era de izquierdas. Era euskaldun por encima de todo y tenía ideas muy buenas sobre la inmigración, igualdad... Ideas que intentaba transmitir a los que estaban dispuestos a escucharle".

Era una persona dispuesta a ayudar, de ahí que muchos en el pueblo dijeran "Anamari te puede ayudar". "Dispuesta a todo, tiraba siempre para adelante. Decía que quien no toma decisiones no se equivoca, pero tampoco avanza. Era práctica, de buscar soluciones a todo y para todos. No se preocupaba de ella. Una vez solo ha pedido ayuda: cuando ha fallecido".

Ella, Ana, la madre de cuatro hijos, "la mejor del mundo" para ellos, porque "además de serlo, era chapeau". Era, además, una enamorada de sus nietos, a los que compraba castañas en los arkupes de la plaza. Precisamente el domingo fue el último día de la castañera. Además, les enseñó a los menores a contemplar la luna, que si estaba llena era "taloa" (como les enseñaba a sus hijos de niños), si se veía parte de ella era que "estaba sonriendo". Por ello, allí donde estuvieran sus nietos, si veían luna, llena tenían que llamarle a amama para contárselo. Las cosas pequeñas le hacían grande.