Recuerdos vivos de un 'ertzaña' de 1936
Murueta. Nació un día 17 y murió otro 17 de calendario. El primero era de mayo de, precisamente, el año 17 de 1900; y el segundo de 2011. Se llamaba Andrés, el benjamín de seis hermanos nacidos del matrimonio conformado por Juan Eskibel, baserritarra de Murueta, y por Benita Leginetxe, etxeko-andre del caserío Santana de Gernika. Andrés Eskibel Leginetxe formó parte de aquella Ertzaintza del Gobierno del lehendakari José Antonio Aguirre, llamada primero Policía Militar de Euzkadi y, a continuación, Ertzaña.
El joven del caserío Benta de Murueta estudió en el colegio Altamira, finalizando los estudios elementales. La Guerra Civil le cogió con diecinueve despiertas primaveras. Fue entonces cuando se alistó en la Ertzaña, siendo su designación la del Cuerpo de asalto, lo que en la actualidad se podría comparar a los "beltzas", explica la familia. La misión de este cuerpo de élite era la de mantenimiento del orden tanto en la población militar como en la civil. Tan pronto debían ir al frente a unificar batallones replegados y obligarlos a mantener sus posiciones, como evitar un linchamiento público a ciudadanos por diferencias ideológicas.
Una labor que fue crucial y que recordaba el bueno de Andrés fueron las evacuaciones masivas de niños y niñas a otros países. Allí, en Santurtzi, estuvo Eskibel "para salvar a miles de aquellos niños del horror de la guerra", valoran sus descendientes. Un relato que siempre recordaba es sobre la defensa de Bilbao: "Cómo un destacamento de veinticinco ertzainas (entre ellos, Andrés) y su sargento al frente fueron los últimos en cruzar la ría por el puente de El Arenal segundos antes de que los puentes fueran volados para evitar el avance de las tropas franquistas. El 19 de junio de 1937, la capital de Bizkaia cayó, y fueron arrestados para pasar a la prisión de Larrinaga, Ayuntamiento,…", evocan.
Otro de sus hermanos, Gabino Eskibel Leginetxe, fue gudari, llegando a ser nombrado "teniente del batallón Loyola y de la República, por sus múltiples azañas y méritos de guerra, pero esto será otro capítulo", señalan.
Tras la guerra, una vez restablecido el caos, y en medio de una época de necesidad y hambruna, trabajó como mecánico en Bilbao, hasta que volvió a su Murueta natal. Fueron días en los que encontró el amor de su vida, Begoña Uriarte Aizpuru. Con ella, en 1946 se casó en la iglesia de Santa María de Axpe, Busturia. Fue entonces cuando trasladó su residencia al caserío Belaustegi llamado familiarmente Belosti, en un paraje sin igual, bajo la Torre Madariaga, actualmente Centro para el estudio de la Biosfera de Urdaibai, donde el paisaje habla por sí solo, dedicando todo su esfuerzo y dedicación a afrontar ese nuevo reto que le venía, cuidar del ganado y labrar los terrenos. En el caserío también vivían la suegra ya viuda y el anciano abuelo de su mujer donde algo más tarde llegaron sus dos hijos Lourdes y Juan Manuel, a los que criaron en un entorno familiar envidiable. El producto de labranza lo vendían con gran éxito en la plaza de Bermeo, gracias a las buenas dotes comerciales de su mujer Begoña.
La vida de baserri era dura, y llena de sacrificios, pero ello no amedrentó a Andrés, "sino todo lo contrario, le dio fuerzas para poder llevar a su familia con rectitud junto a su querida mujer", agregan. Eskibel, a juicio de los suyos, siempre se ha caracterizado por su carácter recto, metódico, con una ética envidiable, un hombre de palabra, con un enorme amor propio, amante de la lectura, sobre todo, del periódico y de la radio. También tenía un gran sentido del humor. Ha sido la persona que reunía a toda la familia alrededor de su mesa durante todos los domingos de su vida.
Andrés se jubiló a la edad que le correspondía, pudiendo así disfrutar más de la familia como de los amigos, que "siempre ha conservado con orgullo". Las partidas de cartas en el batzoki de Busturia llegaron a convertirse en campeonatos de brisca, mus y tute. Pero nunca dejó de trabajar los terrenos de su Belosti, aún con 80 años, parecía la huerta de una persona joven, manejando el tractor a la perfección hasta incluso siendo nonagenario. La misma iglesia donde se casó sirvió como punto de encuentro para su despedida, para decir adiós a uno de aquellos que estuvieron con el lehendakari Aguirre -a quien conoció-, por la democracia y libertad de Euskadi.
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