Una vida entera en Arrigorriaga entregado a su pasión, el baloncesto
arrigorriaga. La comunidad relacionada con el baloncesto en Arrigorriaga perdió el pasado 24 de junio a uno de sus más activos componentes. Ese día, con 64 años, falleció José Mari Eguiluz, miembro del club de esta sección deportiva del Padura y, también conocido en el municipio, porque fue el encargado de la barra del batzoki de la localidad cuando la llevaban afiliados como él.
José Mari nació el 27 de abril de 1947 en su querido Arrigorriaga, en el barrio de Kubo. Sus padres fueron Juan Eguiluz y Fidela Olabarria. Él era un albañil procedente del barrio Ipiñaburu de Zeanuri y ella de Zollo, un ama de casa que al enviudar joven trabajó como ayudante de cocina en cementos Rezola para sacar adelante a la familia.
José Mari fue el segundo de dos hermanos. Su hermana mayor, Tere, ejerció casi como de su segunda madre.
La familia de Eguiluz rememora que de niño se crió corriendo por sus huertas, ayudando con las vacas y otros animales. Quedó huérfano de padre a los doce años, lo que le obligó a abandonar la escuela y comenzó a hacer recados para la academia Macua, ubicada en Bilbao. A cambio le daban formación como administrativo.
José Mari fue hijo y sobrino de gudaris que defendieron Euskadi durante la Guerra Civil. Su padre estuvo en un campo de concentración. La familia pasó dificultades habituales de la posguerra. "Comían una tortilla de huevos entre tres personas o mantuvieron el euskera a pesar de las prohibiciones de la dictadura", explica la familia.
Se casó en 1973 con la basauritarra Magdalena Nuin Ugarte y formaron el hogar en "su Arrigorriaga del alma" -subrayan-, donde nació y vivió toda su vida. En 1974, nació su único hijo, Ivan.
José Mari era un gran aficionado a la caza menor, aunque su pasión siempre fue el basket. A pesar de que no llegó a jugar federado, Eguiluz se dedicó en cuerpo y alma a su amado Padura Baloncesto. Él era el encargado de apuntar las canastas cuando no existían los marcadores y fue colaborador y tesorero del club en los últimos años. "Recibió, además, la insignia del oro del club de sus amores", señalan.
El de Arrigorriaga fue un aber-tzale activo. Afiliado al PNV. Cuando podía colaborará de forma militante con este partido político. "Servía los txikitos detrás de la barra del batzoki cuando lo llevaban sus afiliados, y nunca dejó de beberlos al otro lado de ella", agregan y califican a este vizcaino de amable y servicial con sus amigos. "Siempre estaba dispuesto a ayudar y a hacer favores. Era ante todo -concluyen- una buena persona".