La Ryder Cup se ha confirmado como uno de los más atractivos eventos deportivos del mundo. La edición de Roma que acabó con la victoria de Europa ha batido récords de interés, con más de 200.000 espectadores en el Marco Simone Country and Golf Club y un enorme seguimiento fuera del recorrido romano. No en vano, jugadores de nueve países han formado el equipo europeo, lo que hace que muchos aficionados se sientan concernidos por lo que ocurre en una cita que los jugadores convierten en especial. “No puedo explicar lo que se siente al ganar como un equipo”, comentó Jon Rahm el pasado domingo. Salgan bien o mal las cosas, el secreto está en “dejar fuera del vestuario lo que has sido antes y lo que serás después y jugar por el que tienes al lado”.

En Estados Unidos, parece que no se le toman igual, que sigue imperando el individualismo por más que su talento les lleve a ganar, al menos las ediciones que se disputan en su país. Porque los de las barras y estrellas no ganan en Europa desde 1993 y la racha se va a prolongar hasta 2027 cuando la Ryder Cup se disputará en el campo irlandés de Adare Manor. La de 2025 será en Bethpage, la bestia neoyorquina en la que los jugadores europeos nunca han brillado. “Queremos ganar allí”, proclamó Rory McIlroy en la rueda de prensa posterior a la victoria de Roma, una afirmación que recibió el asentimiento de todos sus compañeros.

Los estadounidenses, en cambio, han tenido que salir a desmentir informaciones o rumores que ponían en duda su compromiso grupal o hablaban de la mala preparación de esta Ryder Cup por parte del capitán Zach Johnson. Por un lado, ayer los medios de Estados Unidos informaban, por boca de su propio padre, de que Xander Schauffele había estado a punto de ser sacado del equipo porque una disputa contractual con PGA of América, que es quien marca los designios de la Ryder allí. Esto se une a la cuestión no aclarada sobre Patrick Cantlay, de quien se dice que también reclama que los jugadores deberían cobrar por participar en un evento que mueven muchos millones de dólares o euros. En el fondo, está la negativa a permitir la grabación de un documental de Netflix. Y, además, Jordan Spieth criticó que quizás las cinco semanas de descanso entre el final de los play offs de la FedEx Cup y la Ryder Cup pueden ser excesivas. El capitán no ha hecho autocrítica, ha aludido al calendario como un obstáculo y ha asegurado que la preparación ha sido la correcta. Sin embargo, cuando el equipo viajó para reconocer el Marco Simone faltaron tres jugadores y así para cuando el equipo se adaptó y entendió el campo en el momento decisivo ya era tarde.

Líderes implicados

Son mil detalles los que pueden decantar la balanza, pero en el bando europeo se ha alabado la capitanía de Luke Donald precisamente porque ha cuidado todos esos detalles. De hecho, los propios jugadores han pedido al inglés que siga dos años más y el interesado no lo ha descartado, pese a lo que supone compaginar el cargo con su carrera como jugador. El caso es que Europa ha salido vencedora en una edición que se antojaba complicada ya que era la primera después de la aparición del LIV Golf, que sacó del equipo a nombres muy destacados. El propio Donald tomó el cargo tras la salida de Henrik Stenson. Pero los jugadores que rechazaron al proyecto saudí son los que han cogido la responsabilidad y con su rendimiento han elevado a Europa. “Al principio, fue preocupante, pero poco a poco vimos que el equipo podía tener mucha profundidad”, apuntó McIlroy. El norirlandés es el número 2 del mundo, Rahm el número 3 y Hovland el número 4, por lo que el favoritismo por el rankig también era discutible. Entre los tres, han sumado 10,5 puntos y han liderado al equipo junto a Justin Rose, el veterano que es una voz autorizada. “Jugamos por una cultura, por el legado que nos dejaron los que estuvieron antes. Jugamos por algo más importante que cada uno de nosotros”, explicó el inglés. Así es la Ryder Cup y así debería seguir siendo. Porque de dinero solo se habla cuando los estadounidenses pierden.