Jon Rahm agarró ayer The Open por las solapas y lo agitó de tal manera que provocó un vuelco en la clasificación con unos registros históricos. El golfista de Barrika firmó una estratosférica tarjeta de ocho golpes bajo par, la mejor de la semana en Royal Liverpool, la mejor suya en un major y que, además, es el récord del campo cuando se ha jugado allí el major británico e iguala la más baja en la historia de The Open en relación al par. A Rahm solo se le resistieron Brian Harman, que sigue aferrado al liderato y logró manejar la presión para tener el torneo en las manos, y Cameron Young, que con un birdie en el 18 sacó al vizcaino del partido estelar y le distanció en un golpe. De todas formas, el número 3 del mundo recortó la distancia que le separaba de la cabeza de doce golpes a la mitad y logró, al menos, darse opciones el domingo “que es lo que siempre quieres como competidor” y después de no haberlas tenido en el PGA Championship y el US Open.

“Es la mejor vuelta de mi vida en un campo links”, comentó Rahm, que comparó su rendimiento con el de la primera vuelta en el último Masters, donde empezó con doble bogey. “Estos 18 de hoy se parecen mucho a aquellos 17, que fueron casi iguales o mejores”, aseguró después de lograr siete birdies en los últimos diez hoyos en los que fue casi imposible jugar mejor el golf, desde el tee y con el acierto imprescindible en los greenes para rematar la tarea. No le quedaba otra, pero el barrikoztarra tuvo claro muy pronto que había que arriesgar. “En el hoyo 1 he visto que había que ser agresivo. Con menos viento y el campo más asequible tenía que hacerlo. Y a partir del 12 también vi que tenía que intentarlo. Si puedes pasar los bunkers y quitarlos de en medio, era lo mejor porque me quedaba cerca de green. He jugado los hoyos distinto a los otros días, me pareció que merecía la pena arriesgar”, explicó.

Tras un arranque con oportunidades de birdie no muy claras, Jon Rahm empezó a descontar en el par 5 del hoyo 5, en el 8 metió un gran putt para salvar el par y desde ahí cogió la autopista. En el 10 se colocó por primera vez en la semana por debajo del par y ya no frenó. Terminó su vuelta y se marchó como líder en la casa club, poco antes de que Harman arrancara su vuelta y los integrantes del Top 10 jugaran sus primeros hoyos del día. El líder patinó en el arranque, con dos bogeys en los cuatro primeros hoyos que estrecharon la distancia a dos golpes. Rory McIlroy amenazó con tres birdies en los primeros cinco hoyos, pero el norirlandés frenó en seco y el zurdo estadounidense logró poner en orden su juego y superar esa crisis inicial con mucho temple. Tommy Fleetwood, el favorito local, no tuvo su día, negado en los greenes, y no pudo mantener la lejana persecución del líder a la que se sumaron otros actores inesperados.

“Ya podría seguir jugando así porque me he sentido muy cómodo y he podido aprovechar el viento que hemos tenido en los segundos nueve. Hay que ver cómo transcurre el resto de la jornada, pero yo he hecho lo que debía”, resumió Jon Rahm antes de pasar lo que quedaba de jornada con su familia y a la espera de acontecimientos. Lo que es seguro es que ha abierto una puerta y tratará de colarse. Pero la llave donde se guarda la Jarra de Clarete la tiene Brian Harman.

En el otro lado de la moneda, el día del movimiento fue demasiado largo para Adrián Otaegui, que partía séptimo y cayó al fondo de la clasificación con una tarjeta de seis sobre par. El donostiarra vio arruinado su gran torneo hasta ayer por culpa de un inicio de bogey, bogey y cuádruple bogey. Después trató de recuperar el control, pero un doble bogey en el último hoyo le hizo hundirse hasta el puesto 63 con un global de cuatro sobre par.