Parece que el frío ha llegado ya. Tocaba. No en vano en tres semanas comenzará el invierno y pese a que la alteración climática nos está dejando el año más caluroso de cuantos se han testado, las bajas temperaturas comienzan a hacer mella. Y lo hacen en una coyuntura de crisis energética y de guerra en el límite oriental de Europa.

Rusia ha comenzado a utilizar al “general invierno” en su ofensiva armada contra Ucrania. Siempre se apoyó en el frío como herramienta de guerra. En la invasión napoleónica o en la incursión nazi utilizó el invierno para hacer retroceder a las fuerzas ocupantes. Ahora que son ellos los que “conquistan”, destruyen las reservas energéticas ucranianas para matar de frío a sus oponentes. Todo tipo de fuente capaz de producir calor o electricidad está siendo destruida en una ofensiva que tiene como fin castigar y doblegar la voluntad de resistencia de la población civil.

La guerra ha llevado a millones de ucranianos al éxodo. Un millón de ellos se han establecido ya en Alemania, el país que identificamos como el líder del primer mundo occidental pero que también es el país refugio por antonomasia. Y el invierno gélido que viene augura nuevos movimientos masivos de una población indefensa, ávida de refugio frente al castigo de la congelación.

El frío se ha convertido para ellos en un tema de supervivencia. Para nosotros, lejos de la línea de conflicto, en una alteración de nuestro bienestar. Para hacerle frente buscamos fuentes de calor. Estufas, chimeneas, radiadores. Nos envolvemos en capas de ropa que nos aíslen de la tiritona. Nos cubrimos con mantas, edredones, bufandas o plumíferos. Atrás dejamos los remedios caseros para caldear el umbral. Los ladrillos cerámicos calentados que se depositaban entre las sábanas de la cama para entibiar el lecho antes de utilizarlo. Las bolsas con agua caliente que había que cerrar bien para evitar que el líquido se esparciera y mojara el catre.

Frío de vaho en el ambiente. De pies entumecidos. De manos con sabañones. Frío de narices ´goteantes. Frío de pelotas… y de todo el cuerpo.

Los expertos vaticinan que una ola de aire ártico nos podrá dejar helados en las próximas semanas. Anuncian que un fenómeno físico llamado “vórtice polar estratosférico” puede romperse y congelarnos con sus secuelas.

El “vórtice polar” es una corriente de vientos muy intensa que suele generarse en invierno y que rodea al Ártico. Se da en las capas altas de la atmósfera y la corriente gira en el sentido inverso a las manecillas del reloj. Cuando el vórtice se activa, los inviernos son fríos en el Ártico y más templados en el hemisferio norte.

La ruptura de este cinturón de vientos heladores se produce cuando en la troposfera se forma un potente anticiclón capaz de alterar la circulación atmosférica y calentando extraordinariamente de manera súbita la estratosfera. Cuando esto ocurre, el vórtice polar se desestabiliza y puede llegar a romperse trasladando el aire ártico hasta latitudes más bajas.

A finales de diciembre de 2020 hubo una rotura del vórtice polar estratosférico y parte de ese aire frío llegó al Estado español. La ola gélida no fue, inicialmente, intensa pero sí se batieron temperaturas récord por debajo de los 15 grados bajo cero. La situación se complicó con la llegada de una borrasca cargada de humedad por el Atlántico (Filomena) que se topó con el aire frío proveniente del vórtice generando una gran nevada, insólita y sin precedentes. Lo acontecido hace dos años no supone que la historia vaya a repetirse, sin embargo el riesgo cierto apuntado por los meteorólogos de que en las próximas semanas podamos padecer episodios de frío intenso debe hacer que todos –Administraciones y ciudadanía en general– permanezcamos alerta ante la eventualidad de una situación de emergencia que si bien podría ser grave en nuestro entorno podrá devenir en catastrófica en las zonas en las que la guerra ha golpeado más duramente.

En la política del Estado, el “vórtice” se quebró hace tiempo y la inseguridad permanente se ha instalado como una característica del sistema. La estabilidad del gobierno que preside Sánchez parecía haber recobrado fortaleza con la aprobación de los presupuestos para 2023. Sin embargo, ni un factor tan notable como el respaldo a las cuentas públicas ha permitido solidificar las relaciones entre los socios gobernantes. En la medida que los meses avanzan y la sombra electoral asoma en el calendario, la pretendida unidad se resquebraja. Las diferencias en la aprobación de proyectos de ley, la autosuficiencia del mayoritario y la ideologización extrema y dogmática de la parte minoritaria, augura un fin próximo de la experiencia colaborativa entre el PSOE y Podemos.

Con Sánchez lanzado en su carrera internacional como aval de su futuro cartel electoral, el papel desarrollado por un gobierno gestor parece acabar en el primer cuatrimestre del año que viene. Con las cuentas aprobadas, al ejecutivo español solo le falta la reforma de las pensiones y la aprobación como decretos ómnibus de medidas populistas que Pedro Sánchez seguirá sacando de su chistera cual truco de magia que le permita seguir explotando un discurso progresista frente al inmovilismo de la derecha.

Contará a su favor con los fondos europeos, de los que solo la Moncloa conoce su destino y recorrido, y con unas reservas económicas en el cajón de 32.000 millones de euros libres de asignación presupuestaria y que han llegado como mayor recaudación espoleada por la inflación.

Con estas reservas en la despensa, Sánchez podrá asumir la presidencia europea, en el segundo semestre de 2023, como un trampolín a las elecciones generales que , según diversas fuentes, se celebrarían el 10 de diciembre.

Los morados, por su parte, enfatizan su papel de contrapunto a los socialistas. Las discrepancias en las acciones gubernamentales se acentúan, los desmarques comienzan a proliferar y la explicitación de oposición radical interna al socio mayoritario del gobierno anula en papel determinante que Yolanda Díaz pretendía desarrollar como nuevo liderazgo alternativo. Y todo esto, por si fuera poco, con la reaparición en escena, desde fuera del gabinete, de Pablo Iglesias cuyo liderazgo, a modo de caudillismo, condiciona y guía la acción de sus seguidores en una estrategia ya conocida de presionar a Sánchez y condicionar sus movimientos. Iglesias sigue siendo el factótum por el que pasa toda la estrategia de “Podemos”. Desde el rechazo a Yolanda Díaz –no olvidemos que él la propuso- hasta la eventual salida de los morados del gobierno, que será cuando él estratégicamente lo decida.

Si el devenir de los coaligados se presenta limitado en el tiempo, la alternativa por la derecha también parece carecer de recorrido. Núñez Feijóo, pese haber salido a la arena con la decisión de hacer crecer al PP desde su moderación personal, parece haber caído en las garras de los entornos mediáticos y económicos de los populares de Aznar. Si bien su tendencia inicial aventuraba un futuro prometedor, su proyección se ha cortado de raíz. Habiéndose engullido al electorado potencial de Ciudadanos y sometiendo a los radicales de Vox, Feijóo ha frenado en seco su avance y su posición se ha enquistado en un discurso nada novedoso y más propio de la era Casado que se su propia impronta.

Núñez Feijóo también se ha quedado frío.

El que calienta por la banda tratando de caldear el ambiente con su incansable actividad de portavoz-comercial gubernamental es Denis Itxaso. Todos los inquilinos de “Los olivos” han tenido su punto de obsesión. Unos con la Guardia Civil. Otros con la bandera española, el euskera y la abogacía del Estado. Denis Itxaso se ha erigido en defensa central marcador del nacionalismo vasco. En esa posición de “alter ego” está que no para. Tan pronto se presenta al mundo empresarial para dar a conocer el menú de servicios que ofrece la Administración del Estado, que se pone al servicio de los ayuntamientos vascos –les ha enviado decenas de cartas– para “acompañarles” en la implementación de una “carpeta ciudadana” destinada a la “España vaciada”. Es como un “tik-toker” compulsivo a quien un día se olvida de la especificidad local vasca y, en la jornada siguiente, defiende encarnizadamente la singularidad de competencias como la del transporte. Claro está, “competentes” para pagar en exclusiva, la ronda a la que ellos invitaron y que ahora, gentes como el señor Itxaso, pretenden desentender.

No se caliente más el señor delegado, no vaya a ser que su propio gobierno le deje helado. Y le desautorice. l

Miembro del Euskadi Buru Batzar de EAJ-PNV