EL SOS y la petición de auxilio llegó desde las instancias de emergencia social, la primera línea de fuego en la lucha contra el duro y triste deambular de las personas sin hogar. Ha dejado sus quehaceres por un momento para recordarnos que sí, que en Bilbao, la ciudad de corazón abierto, también se buscan camas. Que cada día crece el número de personas sin hogar, que sube el censo de los sintecho y que la villa ya no tiene recursos para ofrecer una salida a tantos como andan enredados en el laberinto. Piden ayuda a los municipios vecinos y a todos los partidos que los rodean. La situación, dicen, es preocupante.

No es algo nuevo. Lo que ocurre es que no lo habíamos vivido antes tan de primera mano. Leo la noticia y a mi memoria saltan aquellos versos de Eduardo Galeano que tanto nos arañaron el corazón desde el primer día. Les hablo de su poema Los Nadies que nació del arrebato y la congoja. Permítanme que les recite algunos de aquellos versos.

“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada./ Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos./ Que no son, aunque sean…” ¿Duele, verdad?

Por desgracia, los Nadies son muchas personas. Demasiadas. Siempre son excluidas, marginadas, maltratadas, invisibilizadas, silenciadas. En todas ellas hoy debiéramos pensar, en todas las personas sin hogar. Pocas realidades humanas son tan viejas y tan nuevas, tan conocidas e ignoradas, tan próximas y a la vez tan lejanas como la pobreza severa y miserable de quienes no tienen siquiera un lugar en donde cobijarse. Y sin embargo, ahí sigue la necesidad, un mal que no se cura con un plato de sopa caliente, por muy necesario que sea. Bilbao ha pedido ayuda porque ya no puede más. En verdad son ellos quienes no pueden. Por eso vienen.