CADA minuto que pasa es una incertidumbre y cada hora un tormento. Es una injusticia que crece cada día, como el mal que aqueja a Alexander. Incluso en la distancia nos duele el corazón cuando vemos a Alexander García Galas preso por las garras de una pancreatitis severa en un hospital de Tailandia y cautivo por la burocracia que pide más y más dinero, más y más seguridad para traer a Alexander a casa. Es indigno ver cómo se encarece el proceso, como buscan salida el hospital, la casa de seguros o el sursum corda. Una vil infamia. Mientras la vida de Alexander va desinflándose engorda la factura y el futuro de ese paisano de Basauri está, no me toquen los..., en una iniciativa de crowdfunding en internet para sufragar los gastos derivados de su traslado.

¿No pueden curarle en Tailandia? Hay riesgo de hemorragia interna severa, dice el hospital. No pueden, pero sí estabilizarle por lo que cuesta un riñón: 140.000 euros. Al piloto de una línea regular le molestó que vomitase y la aseguradora, enmarañada en papeles, asegura que no puede ser repatriado en una ambulancia aérea porque “no se contemplaba en la póliza” por mucho que en la misma aparezca un apartado con la frase “repatriación ilimitada”.

El caso es sangrante pero no es el primero aunque ignoro si es el más grave o no. Conozco un cólico que se negaron a tratar en cuatro o cinco hospitales de París, incluso con la Visa Oro por delante. Y un corte en la mano que se saldó con puntos que hubo de dar... ¡un veterinario! porque los médicos del país (el compromiso es no decir cuál pero sí puedo asegurarles que es Europa...) no estaban por la labor. Se diría, a lo que se ve, que cada cual tiene sus enfermos y que el juramento hipocrático no entra en el contrato.

Son, no obstante, historias pasadas. Lo urgente ahora es salvar la vida de Alexander, a quien le diagnosticaron gases antes de volar a Tailandia. Sería infame no traerle