Que su recuerdo nos aliente, que su espíritu de hombre de paz nos posea para siempre. La muerte de Agustín Ibarrola ha caído como un rayo sobre muchos de nosotros, ahora que el pueblo vasco acababa de restaurar el bosque de Oma, esa maravilla que brotó de su imaginacion. Era un hombre de bien y un artista social y comprometido: contra las atrocidades franquistas y frente a la barbarie terrorista de ETA. Una voz que puso los puntos sobre las íes. Sobre sus íes.

Ayer, mientras leía algo sobre las bondades y capacidades de este hombre se cruzó una nube negra sobre las lecturas, la sombra de un mal que daña a las sociedades, que reduce el campo de vista de las esperanzas. Apareció una noticia que ha de recitarse como un canto fúnebre: una calamidad que alcanza un triste récord histórico en Bizkaia: las 3.194 agresiones machistas registradas en 2022 son la cifra más elevada de las últimas dos décadas. Y duele aún más que la evolución parece más preocupante. De seguir la tendencia actual, con 1.688 casos de violencia sexista en el primer semestre, 2023 se antoja el año más negro para las mujeres que se recuerda desde que se recuerda.

¿Qué hubiese dicho de todo esto el bueno de Agustín...? Barbaridades, seguro. Pero con mucho gusto, eso sí. Con elegancia. No en vano, este hombre entendió el arte como una forma de lucha y hubiese desenterrado el hacha de los pinceles y los cinceles contra esos hijos de Atila (les iba a atribuir otra madre peor qué culpan tendrán ellas...) que se crecen cuando maltratan a las mujeres, que se sientendu dioses cuando se encuentran cara a cara con uma mujer. Dioses de mierda, quiero decir. Me hubiese gustado explicarme con más soltura , Agustín, pero esas maneras de luchar desde la cultura eran habilidades tuyas. A qlos mortales sólo nos queda cagarnos en...