NADA dice más del alma de una sociedad que la forma en que trata a sus hijos”, dijo Nelson Mandela. Cuando el año pasado Bizkaia entera se paralizo, sobrecogida, por el secuestro de un recién nacido en el hospital de Basurto se ennegreció el alma de la villa, a la espera de que un rayo de luz aclarase ese tiempo de tinieblas que tanto nos dolió. Ha pasado más de un año desde entonces y el hospital ha buscado una serie de remedios para evitar que se repita un capítulo tan siniestro. Cuando uno vuelve la vista atrás para recordar, con dolor, aquel episodio, no puede olvidar aquel pasaje de Yerma, la obra teatral de Federico García Lorca que decía algo así como “las mujeres cuando tenéis hijos no podéis pensar en las que no los tenemos. Os quedáis frescas, ignorantes, como el que nada en agua dulce y no tiene idea de la sed”. No es justificación posible pero sí la razón que motivó aquella desgracia.

La idea es que no se repita una vez más semejante episodio. El hospital de Basurto, de la mano de Osakidetza, ha elaborado una serie de mecanismos de seguridad propios de una caja de caudales del banco más seguro. ¿Acaso no hay mayor riqueza para unos progenitores que un hijo o una hija? Es por ello que han de cuidarse su salud, su cercanía a la madre y al padre, su bienestar. Van a establecer severas medidas de control de acceso, tanto para las personas cuidadoras como para las visitas. Un nuevo nacimiento, es cierto, es motivo de alegría para la familia. Pero vistas las necesidades de algunas personas es preferible establecer unas medidas de seguridad hasta que el bebé llegue a casa y allí puedan visitarle las personas allegadas. No debiera ser así, no debiéramos temblar ante estos peligros pero esa es la amenaza. Y ante esa realidad que tanto preocupa, no queda otra que protegerse. Es el sino de los tiempos.