PARECE, en según que casos, que la factura de la luz o del gas las enviase, qué sé yo, Stephen King o cualquiera de esos reyes del terror terrorífico, firmadas de su puño y letra. Facturas, digo, como la de Anahí Hasenteufel y los 360 euros por la luz de un mes que acaban de girarle en el último pago. Es una condena a la pobreza energética, definida como la incapacidad de un hogar de acceder a los servicios energéticos esenciales. Esto genera graves consecuencias para el bienestar de las personas que lo habitan, que pueden estar expuestas a malas condiciones de habitabilidad como la falta de confort térmico, además de disponer de menos renta para otros bienes y servicios, lo que les lleva a tener que tomar decisiones no deseables, como tener que decidir entre pagar la calefacción o la comida, y/o exponerse al riesgo de impago y desconexión por falta de recursos. Al paso que va el asunto, van a pedirnos la limosna en watios. O lo que suena peor aún, aun a riesgo de que me tachen de egoísta, vamos a pedirla nosotros mismos.

¿Me ha faltado claridad en la exposición? Hay una definición oficial para pobreza energética y otra mucho más directa, más cruda. La primera habla de la situación en la que se encuentra un hogar en el que las necesidades básicas de suministros de energía no pueden ser satisfechas, como consecuencia de un nivel de ingresos insuficiente, y que puede ser agravada por disponer de una vivienda ineficiente desde el punto de vista energético. La segunda no se anda con tecnicismos y supone tener que elegir: llevar una alimentación adecuada o calentar el hogar.

La Organización Mundial para la Salud recomienda que una vivienda debe tener una temperatura entre 18 y 22 oC en invierno y unos 25 oC. La propia OMS recuerda que la pobreza energética engloba principalmente tres problemas: el social, el medioambiental y el de la salud pública, que predice un futuro grave en Europa en los próximos años. El conflicto entre Rusia y Ucrania, encadenado a la pandemia que tanto nos paralizó; los fenómenos atmosféricos más extremos, el desajuste entre los sueldos y las facturas... Hay razones de peso que explican las dificultades de hoy en día para llegar a fin de mes sin derretirse entre las olas de calor o petrificarse ante el poderoso General Invierno que llega a nuestros hogares. Muchas razones, sí, pero no se vislumbran soluciones en el horizonte.