Tiene que resultar necesariamente agotador mantenerse en cabreo permanente durante años, sentirse una y otra vez ninguneado, ofendido y revolverse cada día contra un agravio nuevo. Debe ser penoso, también, verte obligado a acumular un catálogo de insultos e improperios hasta agotar el diccionario de sinónimos. En ello está, desde que perdió el poder, la derecha española al borde de un ataque de nervios al comprobar que el enemigo, o sea, el sanchismo, aguanta sus tarascadas disparatadas como si oyera llover.

El PP lo ha intentado todo. Bueno, todo menos aceptar la situación y ponerse a dialogar. Ha puesto a ladrar a sus más feroces dobermans, ha intentado hacerse fuerte escudándose en la ultraderecha, ha pedido auxilio a la derecha europea, ha inventado lemas corrosivos para ser coreados, ha recurrido constantemente a la hipérbole y a la mentira, ha apelado como siempre a ETA, ha vaticinado todos los días que se rompe España, ha inundado de odio las redes y hasta ha resultado la lista más votada en las elecciones. Para nada.

Es muy posible que no haya sido esa la intención, pero lo que se ha comprobado es que cuanto más furibundo era el ataque del PP –sus portavoces, su Feijóo y sus medios afines– más osadas eran las iniciativas de Pedro Sánchez y su heterogéneo grupo de aliados. Un pacto que ya instalaba el sarpullido en la derecha y no digamos en la ultraderecha. Se reúne Santos Cerdán con Puigdemont, alias El Prófugo, y solo les falta apelar a los Tercios de Flandes ante tal perfidia sanchista. Se anuncia, por fin, la amnistía para el procés y sube la marea de hiperventilación. Se aprueba su tramitación como proyecto de ley y esto es el fin de España y del Estado de Derecho. Y así va, in crescendo, la lista de agravios.

Es conocido el dicho “si no quieres taza, taza y media”. Pues esta es la medicina que Pedro Sánchez y sus apoyos están aplicando a una derecha que no se resigna a la pérdida del poder y que se revuelve rabiosa ante la puesta en práctica de las nuevas y necesarias medidas tomadas por el Gobierno de progreso. Aún sin reponerse del drama de la amnistía, toma taza y media y se pacta con EH Bildu el desalojo de la alcaldesa de UPN en Iruñea desatascando así un tapón de tres años en el desarrollo municipal de la capital navarra. ¡Santo Dios, Navarra, una cuestión de Estado y nadie evita la afrenta! De nuevo el rasgarse las vestiduras, de nuevo se rompe España, de nuevo los terroristas al poder. La derecha tarda días en reponerse del soponcio y, cuando aún no se había apagado el eco de los improperios, de nuevo taza y media: ¡Infamia! Sánchez se va a reunir con El Prófugo. Y habrá foto. Al sanchismo aún le sobran tazas para los malos tragos de una derecha que, quién lo iba a decir, se ha echado a la calle para llenarla de lamentos, improperios y banderas. A la derecha, la verdad, nunca le ha gustado la calle. Hace demasiado frío en la calle y a saber en qué puede parar una mani si a ella se suman los neonazis. Ese recurso a tomar plazas y glorietas sin que nadie te haga caso acaba por agotarse. Y mientras tanto, a seguir hiperventilando.