Parece ser que podemos decir de una mujer que es una “fresca” pero no una “zorra”. Bueno, podemos decirlo en ambos casos, pero no cantarlo. Porque mientras “fresca” nos parece un término acuñado dulcemente por el machismo para denigrar el comportamiento femenino, el segundo nos altera el oído por ser un insulto. Y hete aquí el engaño porque ambos lo son. Mientras un “zorro” es una persona muy astuta, el femenino es la prostituta. La polémica surgida en torno a la canción del grupo Nebulossa, ganadora del Benidorm Fest, y representante de España en Eurovisión es digna de análisis. El escándalo viene por el uso de la palabra “zorra”. Con la polémica se trata de esconder una reivindicación más vieja que la tos, como es que las mujeres, cuando cogen las riendas de su vida y se salen del canon establecido, son insultadas. Denuncia feminista y lucha por derechos que ya en los ochenta dejó el grupo Las Vulpes expresado en su mítica canción “me gusta ser una zorra” o hace menos la propia Rigoberta Bandini a través de las letras de su composición “Perra”. ¿Hubieran sido censuradas Las Vulpes si hubieran cantado “me gusta ser una fresca”? Seguramente no. Porque hasta el machismo tiene seleccionado el lenguaje de lo que es políticamente correcto. Qué es lo que se puede incluir en las canciones o no. Qué está permitido para la barra de bar, pero no para el Festival de Eurovisión. Lo más curioso es que todas estas canciones (y muchas más como la de Alaska “a quien le importa”, por ejemplo) tienen el mismo objetivo: avisar a navegantes de que da igual que se insulte, que la mujer está empoderada para tomar sus decisiones. “Cuando consigo lo que quiero// Jamás es porque lo merezco// Y aunque me esté comiendo el mundo// No se valora ni un segundo”. Pues a lo dicho. Aviso a navegantes.