AMOREBIETA: Campos; Álvaro Núñez (Min. 86, Carbonell), Hernando, Gayá, Lasure; Morán (Min. 52, Sibo); Dorrio, Eraso (Min. 69, Avilés), Morcillo (Min.69, Rayco); Edwards y Da Graca (Min. 69, Jauregi).

EIBAR: Luca Zidane; Tejero, Venancio, Arbilla, Ríos; Sergio Álvarez, Matheus; Corpas, Stoichkov (Min. 75, Soriano), Rahmani (Min. 89, Aketxe); y Quique (Min. 58, Bautista).

Goles: 1-0: Min. 8; Dorrio. 1-1: Min. 12; Rahmani. 1-2: Min. 92; Aketxe.

Árbitro: González Francés (Comité Canario). Amonestó a Eraso, Edwards y Álvaro Núñez, por el Amorebieta; y Stoichkov, por el Eibar.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la décima jornada de LaLiga Hypermotion disputado en Lezama ante 2.031 espectadores, más de 600 de ellos seguidores armeros.

De la locura a la crueldad, por lo menos para el Amorebieta, que vio cómo se le escapaba un punto en el derbi ante un Eibar en racha gracias al tanto firmado por Ager Aketxe en el alargue y en el primer balón que tocó el ex del Athletic que solo llevaba unos segundos sobre el verde de Lezama. Un duro bofetón que complica la situación del conjunto azul, que sufre su primera derrota como local y que encadena ya cuatro jornadas sin conocer la victoria y en las que solo ha sumado un punto de doce posibles. Un desenlace que no fue justo con el colectivo de Haritz Mujika, que, para más inri, vio cómo también Luca Zidane le privaba en los instantes finales del empate en un cabezazo de Daniel Lasure que sacó con la punta de los dedos el meta armero, uno de los protagonistas de un derbi que tuvo de todo, muchas oportunidades de gol, polémica, dos penaltis fallados y buen rollito entre las dos aficiones.

El derbi también tenía puesto el foco en el banquillo. No en vano, asomaba un punto de morbo. Haritz Mujika y Joseba Etxeberria se reencontraban seis años después de que el segundo sellara su etapa como técnico del Amorebieta, en la que fue su primera experiencia en un banquillo lejos de Lezama. El primero, por entonces, era jugador azul, lo mismo que Iker Seguín, actual capitán de los zornotzarras y eibartarra para más señas. Por tanto, el alumno se enfrentaba, aunque pueda sonar un poco hiperbólico, al profesor en la pizarra. Mujika, como ya había reiterado por activa y por pasiva, cerró la semana de tres partidos con la habitual rotación de seis cambios en el once respecto al encuentro anterior. Así lo decidió ante el Cartagena y el Racing Ferrol, y en esta ocasión no podía ser de manera diferente, con la novedad de apostar en la medular por la inédita pareja de Erik Morán y Javi Eraso, quienes fueran también compañeros en el Bilbao Athletic y en el Leganés. El navarro, así y todo, ejerció unos metros por delante, por lo que el sistema de Mujika se parecía más a un 4-1-3-2 o un 4-1-4-1 por momentos, con Ryan Edwards y Marco Da Graca como dúo ofensivo, como ya lo hicieran frente al Cartagena. Etxeberria, fiel al 4-2-3-1, también efectuó cinco sustituciones, con la sorpresa de prescindir de Unai Vencedor, cedido por el Athletic y que había visto puerta en los dos duelos precedentes. La partida táctica, por tanto, estaba servida y la ganó el hoy mister azulgrana que debió intuir la sentencia de Aketxe.

Si alguien esperaba un derbi clásico, o sea un choque de respeto mutuo, mucha pelea y poco juego, se equivocaba de los pies a la cabeza. Porque se trató de un derbi ajeno a la tradición, especialmente en un primer acto trepidante, de continuos idas y vueltas, con ataques a doquier, con goles, con dosis de polémica y con dos penaltis errados, uno por bando. Vamos, un partido alocado, ingobernable, entretenido eso sí para el aficionado pero no del gusto de los entrenadores, a los que no les suele agradar este tipo de encuentros sin control. El Amorebieta propuso un derbi abierto, con un sistema atrevido pero a la vez arriesgado, ya que a Morán se le vio solo en la parcela ancha, y el Eibar aceptó el reto, una vez que los armeros pusieron una marcha más a su juego. Eraso, del que se conoce su buena llegada, avisó en un remate de cabeza a servicio de Morcillo y, dos minutos después, fue este el que lideró una gran contra con una asistencia de lujo a Josué Dorrio, que el hoy capitán culminó a salida a destiempo de Luca Zidane. Fue el inicio de la esquizofrenia de estos 45 primeros minutos.

Los azules disfrutaron poquísimo del tanto de Dorrio, el primero de su cuenta este curso, ya que Yanis Rahmani, con pasado en Lezama, igualó pasados cuatro minutos al cabecear un excelente centro de Tejero que no pudo atajar Campos, en ese instante desconocedor de lo que le vendría después. Como ocurrió a casi todo el mundo. El Eibar asumió más dominio por bandas y Tejero y Quique superaron al hoy inestable entramado defensivo del colectivo zornotzarra, ya en plena vorágine que se vio acentuada cuando el VAR quiso su cuota de protagonismo al anular un golazo de Eraso por falta previa, muy discutida, de Edwards. Primer revés para un Amorebieta que al poco desperdició un penalti por manos de Venancio que no supo convertir Morcillo, que se equivocó en el golpeo despejado por Luca Zidane. El interior es capaz de lo mejor y de lo peor. Sin embargo, la locura no se detuvo. En el 43, González Francés consideró pena máxima una acción de Lasure sobre Venancio, decisión que no compartieron los locales. Campos lo corrigió al abortar el lanzamiento de Stoichkov y ya en tiempo de descuento el meta cedido por el Levante se volvió a lucir con una gran intervención en un mano a mano con Corpas cuando los de Joseba Etxeberria ya cantaban el 1-2.

El derbi pasó, de repente, del vértigo al puro pragmatismo del que careció el primer tiempo. Se convirtió, sin más, en otro partido, en un derbi acorde a los cánones, las oportunidades del gol ya no proliferaron, el ritmo se ralentizó y pudo el miedo a perder, por lo que sucedió lo previsible en estas situaciones. Ocurrió muy poco, pese a los movimientos de piezas llevados a cabo por los entrenadores, a la espera de que un detalle, un error o una excelencia personal decantara el derbi para un lado o para otro. Lasure lo pudo hacer para los azules en una acción individual, pero se la sacó Luca Zidane y respondió Rahmani con un nuevo cabezazo que se marchó fuera por los pelos para alivio del Amorebieta, hasta que llegó ese matiz que le tumbó, el bofetón de Aketxe.