Puede que no lo parezca a simple vista, pero Ingeteam es una familia. El sueño de cuatro pioneros de la ingeniería en Euskadi en un momento en el que forjar una empresa era, como hoy, deporte de riesgo aunque, afinando la partitura y acertando con el instrumento, los brotes rompieron la capa de tierra con fuerza. Javier Madariaga, Víctor Mendiguren, Miguel Gandiaga y Alberto Belaustegi forjaron un legado que medio siglo después florece con la fuerza de una planta silvestre que invade cada primavera un terreno abandonado. Son cincuenta años de actividad productiva, generación de empleo, ingreso de impuestos, desarrollo y generación de riqueza en el entorno.

Ingeteam es una marca de prestigio que ha recibido diferentes galardones. El Premio Arizmendiarrieta reconoce cuestiones que van más allá de lo estrictamente económico, ¿es especial para la compañía?

—Sin ninguna duda. En Ingeteam estamos muy satisfechos con nuestra trayectoria en estos más de 50 años de actividad, pero de lo que realmente nos sentimos orgullosos es de nuestras personas y valores. El Premio Arizmendiarrieta supone para nosotros el reconocimiento a una manera de hacer las cosas que es seña de identidad de nuestra compañía.

¿Cuáles son las claves del modelo de Ingeteam?

—Yo creo que se podrían resumir en tres ejes: equipo humano, tecnología propia y sostenibilidad. Las personas son, sin duda, el activo más importante de nuestra empresa. Apostamos por un modelo multicultural, inclusivo e igualitario, en el que la comunicación interna tiene un papel fundamental. En nuestro día a día habilitamos canales de participación para que todas las personas que forman parte de la organización se sientan escuchadas, reconocidas y apoyadas. La tecnología propia es otro de los ejes vertebradores de nuestra actividad. De manera recurrente, invertimos más de un 5% de la facturación anual en I+D y nuestros laboratorios son todo un referente en máquina eléctrica rotativa, electrónica de potencia y electrónica de control. Finalmente, la sostenibilidad, entendida desde los tres aspectos social, económico y medioambiental, es algo en lo que venimos trabajando desde que se creó la compañía en 1972.

El jurado ha destacado asimismo su política de integración de discapacitados y su gestión de la multiculturalidad, ¿qué pasos han dado en esa dirección?

—Trabajamos a favor de la integración de los colectivos más vulnerables a través de acuerdos con partners privados, tanto para la prestación de servicios de mantenimiento de instalaciones, como para servicios relacionados con nuestros procesos productivos. También hemos llevado a cabo campañas de difusión de oportunidades profesionales con diferentes organismos públicos. Tenemos filiales en más de 16 países en todo el mundo, por lo que la convivencia con diferentes entornos multiculturales es nuestra realidad, francamente enriquecedora, del día a día. Además, la necesidad del atraer talento y su fidelización, nos empuja a buscar en cada rincón de Europa, América, Asia, etc... esos perfiles técnicos que requerimos, que son culturalmente diversos, y que impulsan la adaptación de nuestras formas de hacer, de manera que todas las personas se sientan bienvenidas e integradas en el proyecto desde el primer momento.

El edificio que fue el nido, el vivero, de Ingeteam ha estado muy presente estas últimas semanas con el tema de la gabarra, el lema soñar ha aparecido en todos los medios. ¿Se ha cumplido el sueño de los fundadores?

—Una de las características de Ingeteam es que siempre hemos tenido claro que soñar es imprescindible para llegar lejos y, al mismo tiempo, hay que trabajar muy duro para cumplir esos sueños. Como en tantos otros aspectos, los fundadores han sido un ejemplo también en este sentido y nos han enseñado la importancia del esfuerzo para conseguir los objetivos, con ambición y desde la humildad, siendo conscientes del camino de aprendizaje que tenemos que recorrer cada día. Todo ello desde la base sólida que representan las personas, esencia de este proyecto y de su éxito. La apuesta de Ingeteam por las personas y por el crecimiento de cada una de ellas, es el motor que nos mueve para seguir avanzando y consolidándonos en un modelo de liderazgo humanista.

¿Es difícil mantener la esencia de los inicios, ese modelo que ahora premia la Fundación Arizmendiarrieta, con el tamaño actual de la compañía y su implantación internacional?

—Esto supone siempre un reto, porque tenemos claro que, allá donde estemos, tanto la esencia como el modelo deben ser los mismos. Aplicarlos en mayor escala y en otros países requiere tener en cuenta diferentes variables, pero el procedimiento está consolidado y eso nos permite acometer con éxito el desafío.

De cara a futuro, ¿cuáles son los retos de la compañía y sus objetivos de crecimiento a corto plazo?

—El propósito de Ingeteam ha sido siempre electrificar la sociedad y hacerlo de manera sostenible en cada una de las fases de nuestra actividad dentro de la cadena de valor de la energía (generación, almacenamiento, transmisión, distribución y consumo eficiente). Necesitamos consolidar ese equipo humano que nos permita seguir avanzando en innovación y desarrollo de tecnología propia. Esto pasa por encontrar los perfiles que demandamos y hacer una buena labor de fidelización con el objetivo de seguir creando riqueza, tanto a nivel local como internacionalmente, puesto que estamos convencidos de que nuestras personas son el elemento clave del proyecto Ingeteam.