Nuria regresa al pueblo en el que ha pasado los veranos desde su infancia, un rincón dedicado a la extracción del corcho en un espacio natural protegido del sur de España. Y lo que parece unas vacaciones más, se convierte en realidad en un viaje vital que hará que la protagonista de La seca, la nueva novela de Txani Rodríguez, se replantee su futuro y el de su familia en una historia de corte intimista en la que la escritora laudioarra expresa algunas de las preocupaciones, miedos y responsabilidades a las que debemos enfrentarnos a medida que vamos cumpliendo años.

Presenta La seca, su quinta novela. ¿Hay vértigo ante las críticas después de haber cosechado tan buenas opiniones con su anterior novela, Los últimos románticos, con la que además recibió el Premio Euskadi de Literatura?

-Sí, estoy expectante, porque además es algo difícil de prever o, yo al menos, soy incapaz de imaginar la reacción de los lectores. Me vino muy bien el Premio Euskadi y el éxito de Los últimos románticos porque llevaba mucho tiempo escribiendo y escribir es un trabajo solitario, desabrido también, a veces, y corres el riesgo de aburrirte, de quemarte, así que a mí ese reconocimiento me animó mucho y me dio impulso, energía y tranquilidad. Ahora me he quedado satisfecha con el trabajo realizado al terminar La seca, y después de que lo hayan ido leyendo compañeros de la prensa y los primeros lectores, lo que me va llegando es muy bueno.

Acaba de comenzar el rodaje de Los últimos románticos, que va a ser adaptada al cine por el director alavés David Pérez Sañudo. ¿Va a estar presente y participar activamente en la adaptación?

-Espero estar presente por lo menos un día [sonríe] y creo que incluso igual hago algún cameo breve, pero quiero dejar que David Pérez Sañudo haga suya la historia. De hecho, me ofrecieron leer el guion pero no quise. Ya veré la película cuando la estrenen. Estoy tranquila y creo que me va a gustar porque van a mantener el espíritu de la novela.

"Me ofrecieron leer el guion pero no quise. Ya veré la película cuando la estrenen"

¿Le gustaría que esta historia de La seca o las de sus anteriores novelas, también se trasladasen al formato audiovisual o incluso se lo han ofrecido ya?

-No. Como no me había salido ninguna propuesta de adaptación al cine, no es algo que yo tuviera en mente. Creo que escribir mirando con el rabillo del ojo al cine es un error y es muy peligroso. Si surge e interesa, estupendo, pero la tarea de los escritores no tiene que ser dar pie a películas, sino que nosotros hacemos libros, que ya es en sí mismo un fin. Lo curioso es que hubo mucho interés por Los últimos románticos, cuya protagonista tiene mucha vida interior y apenas habla con nadie, así que a mí me sorprendió tanto que alguien quisiera adaptarla… 

Dedica el libro a su familia paterna, Los Corchas. Teniendo en cuenta que, como la protagonista, su padre es gaditano y su madre malagueña, y se refiere a ellos como ama y aita, ¿cuánto de autobiográfico hay en esta historia? 

--En esta novela sí hay un componente familiar y el punto de partida de la novela es muy autobiográfico porque el pueblo de Málaga que recreo es Gaucín, cerca del pueblo de mi madre al que yo misma voy todos los veranos con ella, aunque enseguida me lanzo a la ficción. Y, de hecho, como tengo tantas licencias de ficción decidí no mencionar directamente su pueblo, Estación de Aocín, en la Sierra de Ronda. Y luego, por parte de mi padre, vamos a Jimena de la Frontera, en Cádiz. Él fue puntualmente corchero y toda mi familia paterna han sido corcheros, así que soy nieta, hija, sobrina y prima de corcheros, que es un mundo que siempre me ha atraído mucho y que tiene una plástica y un sonido muy potente.

"El punto de partida de la novela es muy autobiográfico porque el pueblo de Málaga que recreo es Gaucín"

¿Le tocó alguna vez ayudar en esas labores de recogida?

-Bueno, como mucho podría intentar recoger, pero es un mundo muy difícil y peligroso. El corchero se sube a unas alturas increíbles y maneja el hacha con mucha precisión, porque además tiene que despegar la corteza del tronco sin cortarlo. Estuve con algunos corcheros en el bosque, viendo cómo trabajaban y haciendo preguntas para escribir la novela porque su profesión siempre ha despertado mucho interés allí. Cuando las cuadrillas de los corcheros iban a los pueblos, la gente se acercaba a verles trabajar y ahora, incluso, van a verles grupos de turistas también.

¿Y cómo recuerda los veranos que vivió en su infancia?

-Pues muy felices, la verdad. Recuerdo que aún vivía mi padre y también vivían mis tíos y estábamos todos juntos… De día me bañaba en el río y por la noche me contaban historias de miedo. En la novela también he querido hacer un homenaje a esas historias y he hecho un guiño a una parte de la narrativa andaluza.

También está muy presente en la novela la relación madre-hija contada desde el punto de vista de la hija, algo que ya trataba en Agosto o en Los últimos románticos. Y aquí vamos a ver cómo Nuria tiene una relación muy especial con su madre Maite, en la que se nota que hay mucho cariño entre una y otra.

-Sí, mucho cariño pero mucho agobio también… Sí que me interesaba más estudiar esta relación desde la hija a la madre, pero hay un punto en el que, además, los papeles se invierten, que es cuando las hijas nos convertimos en madres de nuestras madres, o más bien nos creemos madres de nuestras madres, aunque las madres estén bien. Y Nuria, por ejemplo, se sobrepreocupa por si la madre se caerá, qué zapatos llevará, si en el restaurante donde irán tendrá que subir escaleras para ir al baño… Todo el rato se preocupa.

Y entre esas preocupaciones también está la enfermedad, que sobrevuela a lo largo de todo el verano en el que transcurre la novela. 

-Eso es. Nuria llega a ese verano muy cansada, en estado de ansiedad, apuntando casi a la depresión. Ha trabajado, se ha echado a la espalda los cuidados de su madre, que ya se ha restituido, pero ella está muy agobiada porque cree que su madre depende de ella y se ha imaginado cómo va a ser su vida. Pero ese verano va a pasar algo que va a dejar, tanto a la madre como a la hija, en lugares desconocidos hasta el momento, que les van a hacer tener que reubicarse con un cambio repentino de roles.

Paisaje de alcornoques


Bosques de alcornoques. En La seca, la novela de la escritora alavesa Txani Rodríguez, estos árboles se convierten no solo en paisaje, sino también en un personaje más de esta historia sobre una hija y una madre en unas vacaciones que supondrán una transformación. 


La seca. Es una enfermedad que afecta a los alcornoques y que consiste en una pudrición radicular por fitóftora que provoca su muerte. y de los alcornoques de las dehesas y de los montes del sur de España.


El cambio climático. Es una de las preocupaciones de la autora, que considera que “es algo que preocupa a cualquier persona cabal”, más aún por lo rápido que se está produciendo. “Muchas veces, tengo la sensación de que llegamos tarde con las medidas que se implantan”, lamenta.