Nacido en septiembre de 1714, Nicolás de Arriquibar vino a este mundo predestinado. No en vano, era miembro de una conocida familia vizcaina, arraigada en Bilbao, estrechamente vinculada al Consulado y Casa de Contratación de la Villa –su padre fue su cónsul en 1714 y 1738...– y propietaria de un próspero negocio comercial especializado en la exportación de lana. Su niñez transcurrió en Bilbao y su formación guardó una estrecha relación con la extracción comercial de su entorno familiar y social.

A lo largo de su vida tuvo una intensa y activa labor comercial sobre la base de los negocios familiares sobre todo de lana, con proyecciones hacia Madrid, pero también hacia Londres, Ámsterdam o ciudades francesas. Su familia estableció relaciones con varias otras familias de comerciantes, así fue tío, por ejemplo, de Diego María de Gardoqui y Arriquibar (1735-1798), comerciante, político y diplomático y primer embajador de España en los Estados Unidos.

Diversos reveses le colocaron en la primera línea de fuego comercial. No por nada, tras la muerte de su hermano mayor Joaquín José y la toma de los hábitos de su hermano menor, Francisco Antonio, se dedicó a los negocios familiares pronto, estableciéndose en Madrid en 1741 como propietario de una compañía (Arriquibar y Compañía...), que en realidad era una comisionada de la empresa paterna. La muerte de su padre, cuatro años después, le ayudó a consolidar sus actividades. Éstas se extendían al giro de letras, la representación ante la Corte de diversos comerciantes bilbainos, la comercialización de bienes y, muy probablemente, aunque de manera marginal, la participación en empresas manufactureras. La lana seguía siendo el centro del negocio. Nicolás era imparable en sus quehaceres.

Veinte años después decidió regresar a su tierra natal, Bilbao, donde su vida fue ensanchando los márgenes. En Bilbao se dedicó a alternar la gestión de sus negocios con la participación en las instituciones del Señorío. En 1765 y 1769 fue nombrado prior del Consulado. el cargo de máxima responsabilidad que podía alcanzar. Como tal, tomó parte en expedientes de la máxima relevancia, como las negociaciones con el fin de promover la construcción del camino de Bilbao a Castilla a través de la peña de Orduña o de preservar los intereses comerciales de Bilbao de los intentos de desviar el tráfico de la lana castellana hacia la ruta Burgos-Santander.

En su segundo mandato como prior promovió una reedición de las famosas Ordenanzas del Consulado. Al margen de su participación en esta insigne institución comercial, también lo hizo en las Juntas del Señorío. Participó en la Diputación General (fue contador regidor del bando gamboino en el bienio 1772-74); la Casa de Misericordia, de la que fue uno de sus fundadores, o la Real Sociedad Vascongadas de Amigos del País, que publicó su conocido libro de economía titulado Recreación política. Reflexiones sobre el amigo de los hombres en su tratado de población, considerado con respecto a nuestros intereses, impreso en Vitoria el año 1779, cuatro años después de su muerte. En este libro aboga por la introducción de mejoras en la agricultura pero combate a los fisiócratas defendiendo la primacía de la industria como fuente de riqueza, al considerarla como un sector más dinámico y flexible en cuanto a las posibilidades de consumo de sus productos y con más potencialidades en cuanto a su desarrollo futuro. Era, como ven, una mirada visionaria. Su busto está expuesto en la fachada principal de la casa consistorial de Bilbao, junto con el fundador de la villa y otros ilustres bilbainos, gesto que explia la importancia que Nicolás gastó en vida.