Incomprensión, rabia, duelo, dolor, silencio. La muerte. Eso es lo que queda tras el desgarro. La nada. Vidas arrasadas. Otra vez. Demasiadas. Un escalofrío de fatalidad que se repite sin descanso entre el colectivo ciclista, que contó otra desgracia el pasado viernes cuando se conoció el fatal desenlace del atropello de Iñigo Díaz, de 19 años, mientras entrenaba por las carreteras de su infancia en Agurain.

El joven alavés, integrante del equipo Sima-Cepial de categoría sub’23 y alumno de Mecatrónica Industrial en el instituto de Mendizabala, es la última víctima de una tragedia constante que golpea sin misericordia al ciclismo, convertido en una actividad de alto riesgo.

En febrero, Estela Domínguez, de 19 años y ciclista del Sopela Women’s Team, también perdió la vida tras ser atropellada. Demasiado jóvenes para morir. El drama a punto ha estado de extenderse.

Josu Etxeberria mejora

Josu Etxeberria, ciclista del Caja Rural, también sufrió el impacto de una vehículo mientras rodaba. Trasladado en un helicóptero fue ingresado de urgencia y desde la fecha del accidente, 15 de noviembre, permanece en la UCI.

Afortunadamente se está recuperando y respira por sí mismo. Ese hilo de fortuna que rescató al navarro no pudo tejer la salvación de Iñigo Díaz y Estela Domínguez.

La sucesión de accidentes mortales refleja la cruda realidad de la vulnerabilidad y fragilidad a la que se exponen los ciclistas cada vez que se adentran en las carreteras, donde se juegan la vida. Esa realidad resulta inquietante. Desoladora.

En todos los atropellos citados no existían elementos perturbadores para la conducción y, sin embargo, se produjeron los atropellos mortales por circunstancias que aún se investigan.

En el caso de Iñigo Díaz y Estela Domínguez, la causa parece indicar al deslumbramiento por el sol que desencadenó la fatalidad. Las investigaciones determinarán las motivos.

Estela Domínguez, fallecida en febrero, en un imagen de archivo. RFEC

En todo caso, parece que los conductores no han asimilado del todo la dimensión de un problema que implica a toda la sociedad cuando, cada vez más, se aboga por el uso de la bicicleta como medio de transporte. 

Mensaje de la Federación Vasca

“Lo ocurrido es un drama. Lo primero, nuestro más sentido pésame y nuestra solidaridad con la familia porque el golpe es durísimo, irreparable”, subrayan desde la Federación Vasca de Ciclismo tras la muerte del joven ciclista.

Desde la FVC se insta “a una mayor concienciación por parte de los conductores para que ciclistas y vehículos compartamos la carretera lo mejor posible. Debemos convivir todos. La carretera es de todos”.

“Es imprescindible que exista un mayor respeto al ciclista, que está muy expuesto y es frágil y vulnerable”, destacan desde la federación. “Hay que pensar que sobre la bici va siempre una vida. Se debe prestar máxima atención cuando se conduce”, exponen desde la FVC, que cuenta con 6.500 ciclistas federados.

Cambio de enfoque

Las muertes por atropello en carretera evidencian una vez más que los ciclistas son el eslabón débil de la ecuación y se antoja imprescindible un cambio en el enfoque, una reflexión, de los conductores, que en ocasiones muestran una preocupante falta de sensibilidad y tolerancia respecto al colectivo ciclistas, como si los ciclistas les molestaran.

Se precisa mejorar la empatía con el ciclista y tratar al colectivo con muchísimo más respeto y tacto.

Vulnerables y frágiles entre el tráfico, las campañas de las autoridades para respetar a los ciclistas y la distancia de seguridad obligatoria de 1,5 metros, no alcanzan para frenar un goteo de muertes que se podría reducir si los conductores tomaran una mayor conciencia de la nula defensa de un ciclista ante el golpe de un vehículo. Además, no son pocas las ocasiones en las que los conductores se manejan de modo temerario entre los ciclistas. 

¿Maniobrarían de ese modo si en lugar de ciclistas tuvieran que rodar entre tanques? Por eso es necesario pensar y tener muy presente que en cada ciclista va una vida: una hija, un hermano, un padre, una madre, un tío, una nieta…

El valor es incalculable. No hay dinero capaz de pagar una vida, lo más preciado. Indefensos, los ciclistas piden un endurecimiento de las penas para tratar de corregir en lo posible el comportamiento de los conductores.

Demasiados casos

La muerte rondó a Alejandro Valverde cuando fue atropellado, junto a un amigo, en julio del pasado año. Tuvo mucha fortuna Valverde. Apenas sufrió heridas y pudo seguir compitiendo. Mikel Landa también también fue embestido mientras entrenaba con un amigo. Ocurrió en febrero de 2020, cuando circulaba por Zigoitia.

El conductor se dio a la fuga tras golpear a los dos ciclistas, que fueron atendidos en un centro hospitalario. No sufrieron heridas importantes. El autor del atropello fue detenido después. Dio positivo por drogas. Landa, al igual que Valverde, pudo contarlo. El azar lo quiso.

También Ane Santesteban tuvo esa pizca de fortuna tras ser arrollada por un vehículo que se dio a la fuga después de dejar inconsciente a la ciclista en Renteria, su localidad natal. El autor del atropello no le prestó socorro. Sucedió en marzo de 2017.

Una pareja encontró a la corredora, inconsciente, tendida sobre un charco de sangre boca abajo. Trasladada a la UCI del Hospital Donostia, Santesteban fue curada de las heridas y pasó la noche en observación. 

Muchas muertes

Sin embargo, son muchas las vidas que se han quedado en la carretera. En noviembre del pasado año, Davide Rebellin fue mortalmente atropellado por un camión que se dio a la fuga tras impactar contra el ciclista cuando entrenaba en Italia.

El conductor fue posteriormente arrestado. Cinco años antes, en abril de 2017, Michele Scarponi murió tras ser atropellado por una furgoneta mientras entrenaba cerca de su casa de Filottrano.

En 2012, Iñaki Lejarreta también fue víctima de un atropello mortal cuando entrenaba en Iurreta. Los hermanos Otxoa, Javier y Ricardo, fueron arrollados por un conductor mientras rodaban en Cártama, Málaga, en 2001. Ricardo murió en el acto debido al brutal impacto. Javier, que sufrió graves secuelas tras el accidente, falleció 17 años después del accidente.

Los citados sólo son algunos nombres –demasiados en cualquier caso– de la insoportable pérdida de las decenas de vidas segadas en la carretera por atropellos mortales. Vidas que se apagan para siempre por montar en bici. El drama que no cesa.