Eran, las suyas, dos voces literarias y apasionadas que se cruzaron en el camino. Fue la suya una de esas historias de amor que hicieron historia; la relación sentimental y epistolar que mantuvieron Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán, dos plumas célebres que vivieron con intensidad su relación. No en vano, se trata de una ficción teatral en torno a la relación sentimental y epistolar que mantuvieron Benito y Emilia. En el escenario aparecen los previos de lo que será la creación del espectáculo.

Lo que vengo a contarles es lo que se relata en la obra Galdós enamorado 2023, una obra producida por Salvador Collado y escrita y dirigida por Alfonso Zurro que ayer se estrenó en el Teatro Campos Elíseos. Todo comienza cuando los intérpretes María José Goyanes y Emilio Gutiérrez Caba van recibiendo los primeros textos que les envía el autor. Desde este lugar inicial, leen, comentan y avanzan en este juego ficcional, un artefacto en torno al amor, la creación, la amistad, la admiración o la manipulación. Se trata de dos mentes privilegiadas, de eso no cabe duda. En la obra participó, como tercera voz, Marta Gutiérrez-Abad. Entre los tres llenaron la escena.

La relación entre estos dos gigantes de la literatura española quedó reflejada, y bastante bien detallada, en la correspondencia que se intercambiaron. Sin embargo, ocurre una circunstancia que la hace extraordinaria, las cartas que ella le escribió a él se conservan, están en la Casa-Museo de Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria; en cambio, las de él han desaparecido. No se sabe nada de ellas. Su extravío o destrucción sigue dando pie a rumores y extraordinarias invenciones sobre el destino que han podido correr.

Otra curiosidad. En 1965 –¡hace casi sesenta años ya!– ambos, María José y Emilio, interpretaron, a las órdenes de Pérez Puig, la comedia Caviar o lentejas. Los actores, veinteañeros entonces, eran jóvenes promesas de Televisión Española. Coincidirían dos años después en la popular película Los chicos de Preu y pronto lucieron como una pareja rentable. Los dos pertenecen a sendas sagas españolas con abundantes nombres en la escena. Emilio desciende de Pascual Alba, que ya actuaba en el último tercio del siglo XIX. María José es nieta de Alfonso Muñoz, un gran actor que trabajó frecuentemente con Margarita Xirgu.

Entremos en materia. En este Bilbao de resaca del jueves, tras la borrachera de la gabarra, todo fue a cámara lenta. Sin embargo, al estreno de la obra en la villa acudieron Carlos Azpiazu, Margarita Fernández, José Moreno, Rosa Abellán, Francisco Pacheco, María Jesús Izarra, Cristina Pérez, María Goitia, Javier Gorbeña, Mari Luz Aranguren, seguidora impenitente de Emilio Gutiérrez Caba, Iñaki Ojanguren, Carlos Núñez, Carmen Palacios, Begoña Madariaga y Cristina Castillo, entre otra gente interesada en esta relación entre dos almas creativas.

A la cita se sumaron, además de los ya citados, Begoña Ruiz, Javier Irigoien, Cristina Bengoa, Manoli Fernández, Victoria Vallejo, Eugenia González, Lorena Morales, vinculada con el propio Teatro Campos Elíseos, Florencio Guzmán Pérez y su hija, Verónica Guzmán; las hermanas Amaia Lorenzo y Montse Lorenzo, Luis García, Lucía Medina, Mari Carmen Ratón, Eduardo Barturen, Goizuri Aginagalde, Matxalen Etxebarria, Daniel Martínez y así una ajustada corte de amantes del teatro.

Fue encargado de la escenografía Alfonso Barajas; de la iluminación Ion Anibal y de la música y el espacio sonoro Luis Delgado. Digamos que también participó Alberto Ramos en la realización audiovisual y Manuela Collado en la regiduría. Entre la gente de las tablas y la gente espectadora dibujaron un retablo de media tarde en la que todo fluyó con interés.