La sociedad no avanza por el camino correcto si no se generan puntos de encuentro entre las distintas generaciones. Siempre hay una buena excusa y un gran motivo para que los más jóvenes y las personas mayores compartan no solo espacios, sino también experiencias y vivencias. Así, una vez al mes, los estudiantes de primero de Peluquería del CIP Rebonza acuden a la residencia municipal de Sestao Juan Ellacuría para ofrecer a los mayores una sesión de cuidados. De este modo, las aprendices de esteticién hacen la manicura –entre otros trabajos a los residentes– mientras comparten experiencias y espacio. Para los mayores, además de ponerse un poco más monos, esta experiencia mensual les hace salir de la rutina diaria y disfrutar de la vitalidad de estas jóvenes estudiantes. “Para los jóvenes es una experiencia muy positiva, les levanta la autoestima y se sienten muy bien y a gusto haciendo estas sesiones con las personas mayores”, señalaba María José García, profesora de este ciclo de formación.

Esta iniciativa se lleva a cabo una vez al mes. Miguel A. Pardo

La de ayer lunes fue la tercera ocasión en la que se llevó a cabo esta iniciativa y, poco a poco, tanto las 13 alumnas de Peluquería, como las personas mayores que están en esta residencia van adquiriendo confianza. Esa confianza mutua va fluyendo y da origen a imágenes tan tiernas como necesarias como la de una joven limando y pintando las uñas con todo el mimo y todo el amor del mundo a una mujer mayor. “Las personas mayores están muy contentas y uno de nuestros objetivos es integrar esta residencia en el día a día de Sestao en la medida en que podamos. Lograr que venga aquí gente joven y de Sestao es algo muy bonito y real”, declaró Gerardo Rodríguez, director de la residencia Juan Ellacuría.

Los hombres también se animan a participar en estas sesiones.

El ambiente en el improvisado salón de belleza era sensacional. Bromas, sonrisas y, también confidencias entre mayores y jóvenes. Maribel estuvo unos minutos esperando pacientemente a que le llegase su turno para ser atendida, pero la espera mereció la pena. “Es maravilloso que hayan venido estas chavalas tan jóvenes a acompañarnos y a hacernos la manicura. Porque además se ve que les encanta lo que hacen y que disfrutan. A nosotros nos viene genial que vengan aquí porque además de ponernos guapas, nos sacan de la rutina del día a día y disfrutamos con ellas. Además, a mí siempre me ha gustado estar rodeada de personas jóvenes, especialmente chicas, así que imagínate lo positivo que es esto para mí”, indicó esta mujer.

Para ella era la primera vez que le hacían la manicura en estas sesiones y Janire fue la encargada de ponerle las uñas como un pincel. “Para mí venir aquí y practicar es algo muy positivo porque además de compartir una mañana con ellas y ellos, nosotras practicamos de cara al futuro. Para nosotras es muy importante practicar con personas de fuera de nuestro entorno y les escuchamos y les conocemos”, expresaba esta joven. Ella reconoció que el primer día que acudió a la residencia Juan Ellacuría lo hizo con “vergüenza y timidez” y, ahora, ya en la tercera sesión, todo eso se ha convertido en confianza y complicidad. “Lo hacen muy bien, así que el mes que viene, cuando vengan, intentaré volver a participar”, señaló Maribel.

Lujo para mayores

María del Mar ha vivido en Sestao y, ahora, está en la residencia Juan Ellacuría. Por su parte, Naroa es una joven sestaoarra que quiere hacerse un hueco en el mundo de los cuidados personales. Esta actividad unió sus caminos durante un buen rato. María del Mar eligió el color con el que quería que le pintasen las uñas y Naroa se puso manos a la obra para dejárselas a su gusto. “Para nosotros, que estas chicas vengan aquí a estar con nosotros un ratito es todo un lujo. He participado en otras ocasiones, pero, la verdad, es que no me he quedado muy bien con quienes me han atendido. Lo que sí puedo decir es que Naroa es muy maja”, reconoció María del Mar.

Al escucharlo, Naroa sonrió consciente de que había logrado gran parte del cometido de la mañana. “A nosotras nos gusta mucho venir porque es una experiencia muy gratificante. Aprendemos de las personas mayores y, además, ponemos en práctica lo que hemos aprendido en clase”, señalaba una de las artífices de que la residencia Juan Ellacuría se convirtiese ayer en un salón de belleza que unió generaciones.