Cuando Juan Manuel Goikoetxea, Motores, habla sobre lo que escribe se le ilumina la mirada y pronuncia cada palabra con sílabas entusiastas y apasionadas. “¡Ya tengo la trilogía!”, exclama para aludir a su último libro: Gorliz, de ayer a hoy. Antes salieron de su enérgica mente Para el recuerdo, Gorliz y El sanatorio de Gorliz, 100 años. Así que Motores vuelve a zambullirse con la mayor de las ilusiones en el pasado de su querido municipio, pero esta vez llega hasta la actualidad: empieza con los dinosaurios y termina con el coronavirus.

Este gorliztarra retrocede a un ayer muy lejano: hasta hace 110 millones de años. “El profesor de la UPV Mikel López-Horgue dio una charla muy interesante, junto a otros ponentes, el pasado verano sobre las huellas de dinosaurio que hay en Gorliz, y ha colaborado en este libro”, indica el autor. Por lo que este trabajo tiene esos apuntes de Parque jurásico, o más bien, de un parque cretácico. Lo hubo en la localidad de Uribe Kosta y esas marcas de dinosaurio no se han borrado; están en un sitio prácticamente inaccesible de la costa. Motores también rebobina hasta la prehistoria y el yacimiento de Mandañu, que se compone de un conjunto de 237 restos líticos. “Ese es el ayer y termino con el hoy: con la pandemia, porque se ha llevado a bastantes personas del pueblo. Y en medio, hablo de las casas, la remodelación de la playa, o accidentes de aviación: cayó un avión en Mandañu en la Segunda Guerra Mundial, una avioneta belga en Fano, y hace unos pocos años, en 2015, en Astondo la avioneta de la que hubo que rescatar al piloto y a una pareja de jóvenes”, recuerda Motores. En efecto, un bombardero americano se estrelló en Mandañu el 27 de marzo de 1944. Después de intentar aterrizar en el aeródromo de Lamiako, se desvaneció en este punto cuando ya habían saltado en paracaídas sus diez tripulantes. A algunos de ellos los llevaron a la cárcel de Plentzia, el actual edificio del museo, donde pasaron una noche, para luego ser traslados a Bilbao.

Por lo tanto, el viaje histórico de Motores por Gorliz abarca distintas épocas y temáticas. Es un repaso con muchos colores para capturar pequeñas y grandes evoluciones. “También me refiero a cómo ha cambiado el transporte o las basuras: de cómo antes las recogían con un caballo y ahora ves un pedazo camión que te hace todo automático. De cómo hemos pasado de la tienda de ultramarinos a los supermercados grandes; cito un bando municipal de los años treinta y pico que prohibía ir en biquini... Y escribo de marinos, porque Gorliz ha sido un pueblo de marinos”, resume el creador de Gorliz, de ayer a hoy. Él mismo surcó los mares y esas memorias están perpetuadas por escrito. Lo que ocurre es que ese cuaderno de bitácora únicamente está en posesión de su familia. “Mi hija me pidió que escribiera sobre mi vida y lo hice, pero para los hijos y para los nietos: solo saqué siete libros”, sonríe.

Construcción

En uno de los aspectos en los que incide este gorliztarra en su última obra es en las edificaciones. “Gorliz no tiene un casco histórico y antes era un pueblo de una casa y una huerta o un chalé y un jardín; Elexalde era así, pero al llegar la década de los sesenta las constructoras empezaron a tirar casas y chalés e incluso Portalena, que fue un hotel y restaurante muy famoso. Y empezó ese negocio: comenzaron los bloques de viviendas. Mucha gente que estaba tiempo fuera, al regresar decía: Pero si no conozco esto. Se encontraba extrañado en su pueblo”, explica Motores. Desde entonces, el municipio ha cambiado poco. “Si en este pueblo estuvieran todas las viviendas llenas, igual habría 20.000 habitantes, como en verano”, destaca. No obstante, antes de esos años sesenta ya aconteció un primer cambio urbanístico derivado de la construcción del sanatorio y por su “fama a nivel europeo”, reconoce Motores.

Hay un detalle que le llama mucho la atención sobre la fisonomía de la localidad. “¡Las paredes viejas que se conservan! Yo no he visto en otro pueblo tantas como en Gorliz. Las paredes se hacían de cal y canto para separar los terrenos, y muchas casas las han mantenido”, desvela.

Esta publicación, de unas 240 páginas con unas 60 fotos en color y blanco y negro, no recoge solo las experiencias e investigaciones de Motores, sino que hay testimonios y aportaciones de más vecinos. “Es un libro en el que colabora mucha gente. Yo soy el que escribe, pero quiero que participe gente del pueblo, incluso, lo ha hecho Nati Arrue, una nieta del famoso pintor José Arrue, que durante mucho tiempo venía a Portalena y pintaba cuadros allí. Tuvo una relación bastante importante con Gorliz, sobre todo, por el doctor Luis Goiri, que era subdirector del sanatorio. También he hecho una entrevista a una mujer que trabajó de camarera en Portalena y a una familia de la postguerra que vivía en Fanos, al lado del monte Ermua, sin luz y sin agua corriente, con ocho hijos”, señala el autor.

Motores ya prepara la presentación de este trabajo –le gustaría organizar también una exposición con las fotos– con el que confirma que se ha convertido en un retratista de la trayectoria de Gorliz. Él es la letra que narra el pasado para que quede para siempre.