Comer fruta forma parte de un estilo de vida. Ayuda a tener una alimentación saludable y una dieta equilibrada. Manuela Gómez conoce lo que es estar detrás de un mostrador en una frutería. Lo lleva haciendo desde bien pequeña hasta que en 2020 tomó la decisión de dejarlo. Tres años después de su retiro vive actualmente en Huesca. Coincidiendo con el Día Internacional del Frutero, repasa los momentos más importantes que le llevaron a pasar toda una vida entre fruta.

¿Cómo recuerda su infancia detrás de un mostrador?

Con dos coletas. Subida encima de una caja, normalmente de madera o plástico resistentes, que estuviesen vacías para que de esta forma me asomase la cabeza para poder ver a las clientas y alcanzar la balanza.

¿Tenía claro que quería ser frutera?

Para nada. De hecho, estudié peluquería, completé BUP y COU por las tardes mientras trabajaba por las mañanas. Lo que sí sabía era que me gustaba el trato directo con el público y la frutería, la fruta y las verduras era lo que mejor conocía.

¿Qué recuerdo tiene de la frutería de Trauko en Uribarri?

Era el local donde comenzaron su andadura mis padres y hermanos, así que el vínculo emocional era, y sigue siendo, enorme. En 2007 abrí la de la calle Uríbarri, con 100 metros cuadrados de local frente a los 50 metros cuadrados que tenía la de Trauko. De la de Trauko pude sacar todo lo aprendido y soñado en cuanto a distribución del espacio, y lo que yo creía que debía de ser el establecimiento. Tenía biblioteca, televisión donde se veían recetas de cocina, zona infantil, zona exterior para dejar a las mascotas y un escaparate donde he disfrutado muchísimo creando escenarios impensables para una frutería.

¿Cómo fue la despedida después de tantos años y haber hecho tantas amistades?

La despedida empezó a gestarse en mi mente de forma egoísta. Yo pensaba, vale, Andoni y Julen empiezan el 1 de enero y yo les puedo acompañar durante el mes de enero porque me daba miedo y tristeza cortar el cordón umbilical que tenía con lo que fue mi vida durante años. Pero de pronto pensé que el 1 de Enero Frutas Manuela ya no sería mía, si no suya, y que eran ellos quienes debían seguir el camino por la ruta que ellos decidieran, igual que en su día yo escogí la mía. Quiero darles además las gracias porque me consta que están cuidado de Frutas Manuela con mucho trabajo y cariño. En cuanto a las amistades, hechas a lo largo de los años, mantengo relación con muchas personas bien por teléfono, WhatsApp o cuando vienen a visitarme.

¿Alguna anécdota que recuerde con especial cariño?

Muchas, muchísimas porque disfrutaba de una clientela y un equipo de trabajo maravilloso, siempre me he sentido muy querida. En ocasiones se creaba un ambiente más parecido a un sainete que a un comercio. Además, he tenido la gran suerte de conocer profesionales de mi sector tanto de Bizkaia como de otras comunidades autónomas, de los que he aprendido muchísimo; y a formadores, porque, sí, hay que formarse sobre todo en gestión, a los que a día de hoy sigo considerando mis amigos. Una de las mayores satisfacciones es cuando encontrabas a tres generaciones de la misma familia comprando para sus propias casas: una amama, la amatxu y un hijo. O una niña o niño que cuando pasaba por la puerta del establecimiento se escapaba de la mano de su ama para entrar a darnos un beso. O cuando un frutero de Barcelona me pidió que le enseñase a hacer cestas de fruta para regalo, y se vinieron él y su familia. O cuando en la Fruit Atracction de Madrid, un lugar lleno de gente, un chico me paró para preguntarme si yo era La señora Manuela, él era de Canarias y me seguía en redes y me distinguió entre cientos de personas.

Los índices de fruta diaria por niño están por debajo de la media que establece la OMS. ¿Qué considera que tiene que cambiar para los que los niños coman más fruta?

Lo primero que tiene que cambiar es la conducta de los padres. Han y hemos, crecido con la creencia de que la fruta era un castigo y la recompensa eran los dulces y eso debería de ser lo primero que deberíamos de cambiar. Tenemos que reeducarnos y reeducar nuestro paladar. Los niños aprenden de los mayores, y hemos de ser un ejemplo, mucho más en conductas alimentarias que les acompañarán en el resto de sus vidas. Tanto la bollería industrial como los snacks están diseñados para ser altamente palatables, y en muchos casos adictivos por su gran contenido en grasas no saludables y azúcares.

¿En qué cree que afecta el comprar bollería industrial en vez de fruta?

El consumo habitual de este tipo de productos hace que el paladar del niño se estropee y necesite estímulos muy fuertes para sentir placer comiendo. Los niños tienen que ver a sus padres comer y disfrutar de la fruta. Hay que comer de todo, vale, pues lleva al niño a la frutería y deja que escoja lo que le gusta y apetece comer. Y haz una fiesta para él o ella, hazle una macedonia sólo con sus frutas preferidas. Yo tengo un nieto de 6 años, le tenías que ver devorando tomates cherrys, disfrutando de una ensalada de alubias blancas con pimientos troceados y cebolla, pasada un poquito por la sartén para que no le pique. De vez en cuando, vamos a la pastelería y nos comemos un trozo de tarta o un pastel, pero sólo de vez en cuando y no pasa nada. Lo que no hacemos es repetir esa conducta a diario. En mi casa ahora mismo no hay ni una sola galleta o chuchería. Te podría ofrecer una rebanada de pan con mermelada hecha por mi.