El Real Madrid, el mayor de los gigantes del baloncesto europeo, el conjunto del balance inmaculado tanto en Liga Endesa como en Euroliga, tuvo que emplear hasta la última gota de sudor (84-87) para mantener esa condición en Miribilla ante un Surne Bilbao Basket que le llevó hasta el límite con descaro, energía, pundonor y un espíritu de resistencia que mereció mayor premio a su trabajo. El conjunto dirigido por Jaume Ponsarnau no atraviesa por su momento más sostenible del curso, pero nunca negocia con el esfuerzo. Contra un rival tan superior en prácticamente todo como el blanco, tan gigantesco, se revolvíó una y mil veces para no desconectarse en ningún momento del partido a pesar de verse casi siempre por debajo en el luminoso, incluso con desventajas que llegaron a los catorce puntos (43-57 en el tercer cuarto). 

Fue un parcial de 14-0 liderado por Kristian Kullamae, Melwin Pantzar y Thijs De Ridder, su mejor tridente con diferencia este domingo, el que permitió soñar con la proeza a Miribilla, volcánico y rozando el lleno hasta la bandera como en los buenos viejos tiempos. Ese 72-68 a cinco minutos del final llevaba mucho trabajo tatuado en los dígitos. Al final, decidieron factores incontrolables como la fortuna y otros como la calidad individual que desnivelaban la balanza del lado madridista. Con 75-76, dos triplazos en segundos finales de posesión de Facundo Campazzo y Mario Hezonja marcaron la diferencia y el 77–82 con menos de dos minutos restantes de juego ya no tuvo marcha atrás, aunque no hubo claudicación hasta el final.

El Surne Bilbao Basket sufrió porque a sus problemas de los últimos tiempos con el triple esta vez se le sumaba el siempre temido factor Walter Tavares, que le hizo la vida muy complicada en las cercanías del aro. Pero a base de voluntad, siempre encontró recursos para mantenerse en partido, sobre todo cuando concentró en cancha la desbordante energía de Pantzar (15 puntos, 21 de valoración), la muñeca de Kullamae (17 puntos) y el trabajo en retaguardia de De Ridder. En el bando blanco, Campazzo fue una auténtica pesadilla (21 puntos, siete rebotes y otras tantas asistencias), con Fabian Causeur y Gabriel Deck también dañinos en varias fases de la cita.

PROBLEMAS

El encuentro amaneció ya bajo dos patrones que dañaban enormemente las opciones de sostenibilidad de los ‘hombres de negro’. Por un lado, un Real Madrid tremendamente acertado desde la línea de 6,75, con cuatro dianas en menos de siete minutos. Por otro, Tavares sembrando auténtico pavor en la zona, haciendo pequeño incluso a Tryggvi Hlinason y minando todas las distancias cortas e intermedias. En ese ecosistema, al conjunto vizcaino sumar puntos le costó horrores y Ponsarnau tuvo que parar la contienda con un peligroso 7-16 a 3:15 del cierre del primer cuarto. Poca solución hubo pese a la aparición ofensiva de Kullamae saliendo del banquillo y jugando minutos como alero, pues el acto inaugural se cerró con un 11-20 después de una máxima ventaja de once puntos para los de Chus Mateo.

Con un quinteto mucho mas dinámico en pista, el Surne Bilbao Basket se ajustó mucho mejor a las necesidades del partido. Con Pantzar exprimiendo su verticalidad sin miedo en ataque (ocho puntos en un abrir y cerrar de ojos) y liderando una retaguardia mucho más pegajosa, además de Kullamae y Sacha Killeya-Jones como principales compinches, el marcador pasó del 14-24 al 26-26. Los de Ponsarnau llegaron a impulsarse en el luminoso hasta el 31-28 a tres minutos del descanso gracias a cinco puntos seguidos de Georgios Tsalmpouris, pero el Real Madrid no acusó el golpe. Después de que el encuentro llegara a estar parado durante más de cinco minutos por el cambio de la red de una de las canastas, los blancos consiguieron alcanzar el descanso con un 33-36 favorable a sus intereses gracias a un triple de Causeur sobre la última bocina.

SIN MIEDO

En la reanudación, un triple de Dzanan Musa, una bandeja tras robo de Causeur y  otro misil lejano de Campazzo volvieron a oscurecer el horizonte bilbaino en menos de dos minutos (34-44). Intentaron resistirse los ‘hombres de negro’, pero los de Mateo empezaron a viajar con asiduidad a la línea de tiros libres de la mano Gabriel Deck y a partir de que los árbitros, con un criterio más que discutible, sancionaran con dos técnicas a Ponsarnau y Rabaseda. El 43-57 colocó un panorama muy complicado, pero el Surne Bilbao Basket no estaba dispuesto a rendirse y entre Tsalmpouris, Kullamae y el mejorado Álex Reyes permitieron que el choque llegara a sus diez minutos finales con un 56-63 que dejaba una rendija abierta para el milagro.

Y aunque parecía que los blancos querían resolver la papeleta por la vía rápida (58-68), el conjunto vizcaino no estaba en absoluto por la labor. Defendiendo sin cuartel y moviendo la bola de manera sobresaliente en ataque, Miribilla entró en erupción de la mano de un extraordinario 14-0 de la mano de Pantzar, De Ridder y un magnífico Kullamae. El 72-68 a cinco minutos del final era una invitación a soñar, pero Ponsarnau tuvo que llamar a capítulo a los suyos poco después con un 72-74 tras dos pérdidas seguidas.

En un final de poder a poder, la resistencia bilbaina llegó hasta la última respiración a pesar de que la fortuna, mala para sus intereses, y la diferencia de calidad individual pesaron muchísimo en su contra. Dentro de los dos minutos finales, los blancos cogieron mucho aire con dos triplazos de Campazzo y Hezonja en segundos finales de posesión (77-82). Pantzar, con un triple, mantuvo vivo el sueño, pero en la siguiente acción se dejó un tiro libre por el camino (81-83) dentro del último minuto y Campazzo y Musa pusieron el candado al partido desde la línea de tiros libres.