Bilbao

EN la Gran Vía y las calles adyacentes, el gentío se arremolinaba con la esperanza de verlos de nuevo tras la fabulosa navegación de la gabarra, un espectáculo que no poca gente no había visto jamás. Lo hacían con el propósito de jalear a los jugadores del Athletic que en Sevilla se transformaron en dioses. Sonaba alguna de las canciones que compuso en su tiempo Kepa Junkera para el Athletic, el himno del Athletic y no pocos cánticos improvisados y compuestos en los últimos días. “Este es el famoso Athletic, el famoso Athletic Club...”, cantaban los más jóvenes. Unos metros más allá, una cuadrilla veterana del Vietnam tarareaba aquella otra que casi se olvidó. “Eres mi bella pasión, Athletic de mis amores...”, ¿se acuerdan? Como ven, a las puertas del palacio de la Diputación Foral aguardaban diversas generaciones por mucho que el tiempo iba echándose encima. Llegaban noticias de la ría: “Han hablado muchos y muy bien, pero ya vienen”, decían los pregoneros.

4

En imágenes: El Athletic campeón de Copa, un equipo de época que será recordado siempre Aitziber Atxutegi

Varias vallas impedían el paso al interior del palacio a la multitud. El reloj saltaba en mil añicos –eran las nueve de la noche y en las pantallas de televisión aún se veía a Nico Williams, hermanándose con el pueblo en la balconada del Ayuntamiento, como buena parte de los jugadores campeones de Copa...– y la gente no se movía un ápice. Cantaba. Sabían que el crepúsculo traería consigo la felicidad. Hablaban del gol de Sancet, del último penalti de Berenguer. Recordar un buen momento, al fin y al cabo, es sentirse feliz de nuevo.

Dos horas antes, al filo de las siete de la tarde, llegó al palacio Iñigo Alberdi, a la cabeza de la Sociedad Coral de Bilbao. Él y las voces que le acompañaban traían una sonrisa dibujada en la cara. Traían el encargo de poner el broche a la celebración con el Txoria Txori de Mikel Laboa. Era aún demasiado pronto para que la sala de recepciones estuviese poblada. Una hora después estaba abarrotada.

8

La fiesta de los campeones en la gabarra, desde dentro

Entre los presentes se vio más de un lagrimón cuando la diputada general, Elixabete Etxanobe, habló de la final de 1958. La historia sobrecogía. Hablaba de una txapela en rojo y blanco que Loli Bringas, trabajadora de La Encartada de aquellas fechas, entregó a Iker Muniain. Junto al capitán del Athletic hablaron el presidente, Jon Uriarte, y el entrenador, Ernesto Valverde. Y, cómo no, Iribar, quien se rompió en un mar de lágrimas de felicidad. Bien de cerca lo siguieron representantes del Tercer Sector Social y del deporte; hombres y mujeres de la política y la cultura; una representación de la sociedad civil, entremezclándose. Veamos la nómina. Sobre la alfombra se colocaron el consejero Bingen Zupiria; la presidenta de Juntas Generales, Ana Otadui; Orlan Isoird, Ainhoa Salterain, Saulo Nebreda, Itziar Aginagalde, Amaia Agirre, Leixuri Arrizabalaga; la presidenta de Cebek, Carolina Pérez Toledo; un par de exdiputados generales como Josu Bergara –enorme su estampa sentado en una silla, de espaldas al balcón, haciendo tiempo...– y José Alberto Pradera; Naia Landa, José Antonio Nielfa La Otxoa, Marcelino Pérez, Silvia Sosa, el actor Lander Otaola, el músico Jokin González; los diseñadores Alicia Rueda y Eder Aurre, Amaia del Campo, Carlos Jiménez Gil, el piloto de rallis Joseba Iraola, Javier Conde, Marino Lejarreta, Joane Somarriba, Virginia Berasategi, Naiara Basurko, Jorge Barrio, Begoña Álvarez, de Apnabi, junto a Asier Crego e Ismael Muguruza, Rafa Menika, Manu Rekalde, Kepa Oiarzabal, Izaskun Cerrato, Elena Agirrezabal, Alfredo San Vicente, Javier Conde, Carlos Sergio, Vicky del Hoyo y un buen número de gentes vestidas, en su inmensa mayoría, en rojo y blanco. Nadie se quejó del retraso. Al fin y al cabo, como les dije, el crepúsculo trajo consigo la felicidad.