La importancia de los meses de enero, en especial, y febrero, viene motivada por el elevado número de compromisos que han de gestionar los equipos, pero sobre todo aquellos que no se limitan a participar en un único frente, el de la liga. El Athletic, que ha ido superando las rondas de la Copa y se halla inmerso en las semifinales, acapara por tanto un protagonismo estelar y, lógicamente, afronta un tramo clave de su temporada. A la mayor exigencia inherente a estas fechas se añade la factura acumulada desde que en agosto comenzara la competición.

Además de apurar sus opciones de cara a la disputa de un título, el conjunto dirigido por Ernesto Valverde goza de una excelente colocación con vistas a la obtención de una plaza continental vía liga, allá por el mes de mayo. En el campeonato de la regularidad quedan aún muchos partidos por delante, en concreto catorce, pero de momento lo que toca es compaginar ambas obligaciones, un reto que ha deparado consecuencias negativas en años precedentes.

En el vigente no asoman indicios que apunten a un declive, aunque no es menos cierto que sí se perciben aspectos que reflejan el desgaste de los futbolistas. Nada que pueda extrañar, pues no en vano el Athletic se distingue por invertir mucha energía en cada actuación. Su estilo de juego se fundamenta en un concienzudo esfuerzo coral, un despliegue físico que hace mella en los rivales y una actitud muy agresiva o ambiciosa. Dos factores de los que se está valiendo para rentabilizar un elevado porcentaje de duelos.

La pequeña gran diferencia respecto a ejercicios anteriores radica en los niveles de acierto y eficacia. Tanto en la producción ofensiva como en el balance defensivo, el equipo ha logrado mantener un rendimiento constante. Ofrece garantías, sus altibajos son escasos y no demasiado pronunciados. La exitosa dinámica ha compensado hasta ahora los inconvenientes que han ido surgiendo, en forma de lesiones o de estados de forma deficientes.

Resulta evidente que el desempeño de la plantilla combinado con el signo favorable de los marcadores, funciona como combustible para tirar hacia adelante. Cuando un equipo comprueba que el trabajo le cunde, e interioriza con el paso del tiempo, a fuerza de perseverar, que está capacitado para ganar a quien sea, no siente la necesidad de buscar excusas, de lamentar los contratiempos que el fútbol siempre plantea. Se centra en hacer lo suyo y punto.

En este sentido, sobran situaciones individuales que acreditan la solidez del Athletic. Coincidiendo con la agenda más densa del curso, varios de los hombres en los que el entrenador deposita su máxima confianza no han correspondido con sus prestaciones o disponibilidad. Sin embargo, ello no ha modificado la inercia al alza del conjunto. Iñaki Williams, quizás el atacante más inspirado hasta diciembre, se perdió cinco citas por acudir a la Copa de África y a la vuelta su incidencia se ha resentido, no está fino.

Desde diciembre, Galarreta, considerado pieza capital en la sala de máquinas, se ha visto lastrado por una lesión, el técnico le ha tenido que dosificar y tampoco ha brillado como solía. Similares circunstancias serían extensibles a Vesga, un fijo que ha faltado en seis ocasiones y al que le está costando recuperar el tono, por lo que ha sido relevado, descartado de inicio o utilizado para solo un rato.

Sancet lleva alternando sobresalientes con suspensos, más de estos, acaso porque, además de la férrea vigilancia a la que le someten los adversarios, prácticamente lo juega todo y eso se paga. Tampoco De Marcos atraviesa por un momento feliz, los confirman siete ausencias por molestias y criterios técnicos.

Hablamos de problemáticas pasajeras, pero seguramente no será casualidad que se concentren en esta fase trascendental de la campaña. Más partidos, más tensión, mayor resonancia mediática. De este somero repaso que ha aludido a cinco teóricos titulares, la mitad del equipo tipo, cabría deducir una involución que en términos generales no se ha dado. Y los inconvenientes continúan salpicando el día a día del Athletic. Por ejemplo, es dudosa la presencia de Nico Williams y Guruzeta mañana en la visita al Almería, aquejados ambos de dolores musculares.

Este ramillete de pegas podría haber tenido un efecto negativo que no se ha plasmado, no al menos como para alterar el pulso competitivo de los rojiblancos. A ver qué ocurre en los siguientes partidos (Almería, Girona y Betis), que llegan más espaciados y precederán a la semifinal copera del 29. Por de pronto, se sabe que el plantel (más amplio de lo que algunos pensaban) sigue aferrado a la idea de que está en el buen camino.