Un ambicioso programa vasco para pacientes con cáncer de mama, Mi Calidad de Vida, desarrollado en el Hospital de Cruces, acaba de recibir en Madrid el premio Profesor Barea 2023. La responsable del mismo, la ginecóloga Patricia Cobos, considera que este plan pionero, que pone el foco en las necesidades diarias de la paciente, se puede extrapolar a toda la red hospitalaria vasca.

¿Qué plus aporta el plan Mi calidad de vida para ser acreedor de este galardón?

El programa está centrado en ellas y busca su bienestar desde su punto de vista. Gracias a unas encuestas validadas científicamente, obtenemos información de cómo se encuentra la mujer a lo largo de toda la enfermedad, desde la sexualidad, movilidad del brazo, dolor... La idea es gestionar mejor nuestros recursos, adecuándolos a lo que verdaderamente le importa a las pacientes, e identificar aquellas actuaciones que realmente les aportan valor.

Da un giro de tuerca a la asistencia tradicional.

Es un cambio de paradigma en la asistencia. Estamos acostumbrados a manejar datos y resultados. Y aquí básicamente nos centramos en las personas y en sus necesidades. Porque las encuestas son valoradas por el médico, la enfermera y podemos tomar decisiones compartidas para ayudar a la paciente en lo que necesita. Es un plan iniciado en Cruces que es reproducible en otros centros de Osakidetza. Supone un gran trabajo en equipo, y una gran transformación cultural y digital.

La tasa de detección de Osakidetza en 2022 ha sido de 5,3 cánceres de mama detectados por cada 1.000 mujeres exploradas. ¿Se prevé que estas cifras suban?

—Es casi seguro. Se detectan más tumores porque los métodos diagnósticos de los que disponemos cada vez son mejores. Hoy en día, la edad más frecuente de cáncer de mama sigue siendo entre los 50 y los 69 años, pero es cierto que la incidencia aumenta cada año. Y, dentro de los tumores, el cáncer de mama, encabeza el diagnóstico en las mujeres. Y ¿por qué? Es multifactorial. La sociedad va envejeciendo, y la edad es un factor de riesgo por si mismo. Y los hábitos de vida no acompañan. La sociedad es más sedentaria, consume alimentos ultraprocesados, hay demasiado consumo de alcohol, tabaco... En Cruces vemos más de 400 nuevos cánceres de mama cada año y estamos viendo cada vez más cánceres precoces en mujeres de 38 o 40 años.

Un estudio aseguraba que los tumores en menores de 50 años habían aumentado casi un 80% en tres décadas. No sé si esto es aplicable al cáncer de mama.

—La incidencia de tumores en menores de 50 años es año a año mayor. De hecho, las cifras de la Sociedad de Oncología Médica nos dicen que en 2023 se diagnosticarán 35.000 nuevos casos de cáncer de mama, que son unos mil más que el año pasado. En este diagnóstico de cáncer de mama influye mucho también las técnicas de detección que tenemos. Cada vez son mejores y también los tratamientos son mejores, por lo que la supervivencia es mucho más favorable.

¿En cuánto se sitúan actualmente las tasas de supervivencia?

—Las tasas de supervivencia globales dicen que ocho de cada diez pacientes superan el cáncer de mama a los cinco años, pero también depende de qué grupo estemos hablando. A nivel de Euskadi, en el grupo que incluye a las pacientes del cribado, está en torno al 92% porque la detección es más precoz, y la mitad o bien son carcinomas o bien son tumores invasivos de menos de un centímetro y eso tiene un impacto positivo en la supervivencia. De ahí que recalquemos la importancia de realizar el screening.

¿Hay que bajar la edad de los cribados por debajo de los 50 años?

—En las distintas sociedades científicas no hay un consenso sobre la edad a la que hay que empezar ese screening. En Estados Unidos la han bajado hasta los 40 años. Lo que parece que es el futuro, y donde tenemos que acabar, es en hacer cribados más personalizados en función de los factores familiares, o de la densidad mamaria. Habrá que valorar cuál es el riesgo individual de cada paciente para saber a qué edad empezar y con qué periodicidad hacerlo. Y la inteligencia artificial aporta muchos beneficios a la hora de hacer diagnósticos más precisos.

Algunas pacientes jóvenes se preguntan si podrán ser madres después de haber tenido cáncer.

—Los datos dicen que entre solo entre el 5 y el 10% de supervivientes de cáncer de mama se quedan embarazadas. Es un porcentaje bajito. Probablemente suceda porque el cáncer te trastoca la vida y porque tienen miedo de que el embarazo pueda empeorar el pronóstico.

¿Y esto es así?

—Hoy en día, no tenemos datos para asegurar que empeore el pronóstico de la enfermedad ni aumente el riesgo de recaídas. En principio, el embarazo se presenta como una opción segura en aquellas pacientes que estén en remisión de su enfermedad. Como profesionales solemos recomendar esperar un tiempo. Dependiendo del tipo de tumor puede oscilar entre dos o tres años o cinco años. Pero estos plazos son siempre orientativos porque la evidencia científica no es concluyente. Y en estas pacientes que diagnosticamos a edades precoces, que probablemente todavía no hayan tenido hijos, cuando están más tranquilas, es importante comentarles las opciones para preservar su fertilidad.

¿Se puede interrumpir un tratamiento por un embarazo?

—Los datos preliminares de un estudio de 2022 dicen que las tasas de recaída del grupo de pacientes que interrumpen ese tratamiento oncológico, hormonal, para quedarse embarazadas, son similares a las que continúan con el tratamiento. Lo que sucede es que se trata de un grupo de estudio pequeño y en un plazo de seguimiento muy corto.